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Mujeres afganas encuentran en la terapia grupal un espacio seguro para enfrentar temas de salud mental

Historias

Mujeres afganas encuentran en la terapia grupal un espacio seguro para enfrentar temas de salud mental

Las crecientes restricciones impuestas a mujeres y niñas, el empeoramiento de la economía y décadas de conflicto han agravado una crisis de salud mental que afecta especialmente a las mujeres.
10 Octubre 2024 Disponible también en:
Un grupo de mujeres sentadas en círculo.

Unas mujeres participan en una sesión de terapia grupal en una mezquita de Bamyan, en las Tierras Altas de Afganistán.

En una clínica en la zona oriental de Kabul, Razia, de 26 años, se despide de Farzana Amini, la psicóloga que en los últimos meses le ha ayudado a recuperarse de la depresión en la que cayó tras dejar su trabajo como profesora y tener que alejarse de amigos y familiares.

Hoy Razia se siente otra persona. “Mi vida ha cambiado desde que me animé a pedir ayuda”, dice. “Estoy muy agradecida. Antes estaba desesperada hasta el punto de querer acabar con mi vida. Y no podía compartir mis problemas con nadie”.

Servicios de apoyo psicosocial como este, que se son posibles gracias a contribuciones de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, están brindando un espacio seguro para que muchas mujeres y niñas, así como hombres y niños, hablen de sus problemas en confianza con profesionales capacitados.

Los servicios de salud mental siguen siendo escasos en todo el país, y el estigma que rodea a los temas de salud mental en Afganistán hace que muchas personas sientan que no tienen a quién acudir para pedir ayuda.

Aumenta la demanda

Farzana, colaboradora de la organización socia de ACNUR HealthNet TPO, afirma que desde que empezó a trabajar en la clínica, a principios de este año, ha observado un aumento de entre el 40% y el 50% en el número de pacientes que se acercan para buscar ayuda. “El aumento se debe a varios factores: las crecientes restricciones impuestas a mujeres y niñas, los altos índices de violencia doméstica en los hogares, y el empeoramiento general de la situación económica”, explica.    

La recién promulgada Ley de Promoción de la Virtud y Prevención del Vicio, que introdujo nuevas medidas que restringen la conducta personal, los movimientos y la vestimenta de las personas, no ha hecho sino aumentar las presiones a las que se enfrentan las mujeres en Afganistán. Muchas se sienten desesperanzadas, deprimidas y enfadadas.

Un grupo de mujeres conversando sentadas en alfombras.

Las sesiones de terapia grupal representan para las mujeres un espacio seguro para hablar de los problemas a los que se enfrentan.

Farzana organiza sesiones de terapia grupal sobre temas específicos, que van desde la ansiedad al estrés y el insomnio. También ofrece sesiones individuales. Trabajar en una clínica local le permite contar con la colaboración de personal de salud comunitaria, que difunde información sobre salud mental y problemas psicosociales, promociona los servicios disponibles, y señala los casos que requieren atención especializada.

ACNUR apoya programas similares en todo Afganistán. En Bamyan, en la región de las Tierras Altas Centrales, en una sesión de terapia grupal organizada por otro socio de ACNUR, WSTA (Asociación de Servicios Sociales y Técnicos de Watan), unas 20 mujeres se sientan juntas para conversar sobre cómo manejar el estrés tras las nuevas restricciones introducidas por las autoridades de facto, que han vuelto su vida mucho más difícil.

“Es un lugar donde puedo venir a hablar de mis problemas. No tengo otro sitio a donde ir”.

“Hoy en día hay mucha violencia doméstica. Hay conflictos, no hay oportunidades, ni trabajo; [o] sólo hay trabajos que pagan poco”, dice una de las participantes, Fátima, de 38 años, madre de cuatro hijas que no han podido ir a la escuela desde que entraron en vigor las restricciones que prohíben a las niñas estudiar más allá del sexto grado. “Es la primera vez que asisto a estas sesiones y creo que son muy útiles. Es un lugar donde puedo venir a hablar de mis problemas. No tengo otro sitio a donde ir”.

Otra participante, Najiba, de 25 años, empezó a asistir a sesiones de terapia grupal tras sufrir una depresión. Sentía tanto miedo que perdió el apetito y abandonó sus estudios de obstetricia, una de las pocas oportunidades profesionales que quedaba abierta para las mujeres. “Soñaba con terminar mis estudios superiores para poder cuidar de la familia y pagar nuestros gastos, pero cuando llegaron los talibanes, lo perdí todo [y] empezaron mis problemas psicológicos”, cuenta. “Las sesiones me dieron esperanza y la psicóloga me ayudó a encontrar fuerzas. Decidí retomar mis estudios y ahora estoy estudiando [obstetricia] de nuevo”. 

Los desastres se suman a las necesitades

Según el Plan de Respuesta a las Necesidades Humanitarias de Afganistán (HNRP) en 2024, más de la mitad de la población afgana tienen alguna afectación psicológica, y una de cada cinco personas sufre problemas de salud mental más graves.

A través de su labor de seguimiento comunitario, ACNUR también ha detectado la necesidad generalizada de que se incremente el apoyo psicosocial y de salud mental. Las frecuentes emergencias provocadas por los desastres naturales y la llegada de familiares obligados a retornar de Irán y Pakistán no han hecho sino agravar la situación. En octubre del año pasado, cuando una serie de terremotos devastadores sacudieron la provincia occidental de Herat, se desplegó rápidamente personal capacitado de los socios de ACNUR para prestar primeros auxilios psicológicos y apoyo emocional a las familias que sufrieron pérdidas. Medidas similares se implementaron cuando las inundaciones azotaron varias partes del país, en mayo y julio de este año. 

Dos hombres conversan sentados sobre una alfombra con dos niños a su lado.

Un padre de seis hijos asiste a una sesión de apoyo psicosocial organizada por un socio de ACNUR en su aldea, en el oeste de Afganistán, tras las inundaciones de mayo.

Pero la necesidad de servicios de atención psicosocial sigue superando con creces la capacidad actual, y las mujeres, en particular, sufren presiones psicológicas insoportables en el más completo aislamiento. En un esfuerzo por abordar algunas de las necesidades más urgentes, ACNUR ha desarrollado un plan trienal para reforzar la prestación de servicios de salud mental. En lo que va de año, más de 35.000 personas han participado en actividades individuales y grupales de salud mental y psicosocial.  

“Mi vida ha cambiado desde que me animé a pedir ayuda”.

Uno de los principales objetivos del ACNUR es desarrollar las capacidades de atención psicosocial en las comunidades. Para ello, se facilitó la participación en talleres de capacitación en apoyo psicosocial y gestión de casos de emergencia de 55 profesionales locales, a través de nuestras organizaciones socias, en 19 provincias a lo largo del país. 

Desde Kabul, Razia no duda de los beneficios de buscar ayuda y dice que recomendará la iniciativa a otras mujeres. Ya ha retomado la docencia y recientemente se ha comprometido.

“Al cien por cien recomendaría este servicio a otras mujeres y niñas. Cuando vine, estaba muy deprimida y tenía muchos pensamientos negativos. Antes no podía hablar de mi situación con nadie. Pero después de la ayuda que he recibido, me siento totalmente cambiada”.