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Por recortes a la ayuda humanitaria, se han suspendido servicios esenciales para refugiados en Chad

Historias

Por recortes a la ayuda humanitaria, se han suspendido servicios esenciales para refugiados en Chad

A causa de la grave escasez de fondos, ACNUR y sus socios han sido forzados a suspender o achicar programas educativos, sanitarios y de otro tipo que son esenciales para las personas refugiadas en Chad.
7 Abril 2025 Disponible también en:
Un grupo de jovencitas sudanesas atraviesa una reja color azul; cada una de ellas lleva la cabeza cubierta con un manto color blanco y porta un atuendo azul claro.

Derivado de los recortes financieros, el cuerpo docente del bachillerato del asentamiento de refugiados de Farchana, al este de Chad, no está recibiendo paga alguna.

Los recortes nunca antes vistos a la ayuda humanitaria alrededor del mundo están teniendo graves repercusiones en las personas refugiadas en Chad, un país en el que no ha habido más opción que cerrar programas, escuelas y clínicas que atienden y protegen a mujeres, niñas y niños de la explotación y otras formas de violencia.

Los servicios de salud reproductiva son los más afectados: el ala de maternidad que atendía a las mujeres refugiadas tuvo que cerrar sus puertas. Cada vez más mujeres tienen que dar a luz en casa, sin contar con atención médica, lo cual está multiplicando la muerte materno-infantil.

Por otra parte, debido a que los recortes al financiamiento imposibilitan pagar el sueldo del cuerpo docente, más de 8.500 niñas y niños desplazados en todo Chad corren el riesgo de dejar de recibir educación secundaria este año. De persistir los recortes hasta 2026, más de 155.000 niñas y niños refugiados no recibirán educación; así, la juventud refugiada quedará a la deriva, aún más susceptible a la explotación y los abusos.

“No lo podíamos creer”, narró Abdelrahim Abdelkarim, director de una escuela secundaria en el asentamiento de refugiados de Farchana, al este de Chad, refiriéndose al día de enero en el que se le notificó que no habría más fondos para cubrir los honorarios del cuerpo docente. “Ha habido bajas en la escuela: muchos estudiantes optarán por recorrer peligrosas rutas irregulares para cruzar el mar. Es probable que muchos de ellos se ahoguen, mientras que otros terminarán trabajando en minas de oro”.

Chad ha dado acogida a 1,3 millones de personas desplazadas por la fuerza; entre ellas, más de 760.000 refugiados sudaneses que llegaron a raíz del estallido de una mortífera guerra, en abril de 2023. No hay día en que no haya familias cruzando la frontera (se trata, mayoritariamente, de mujeres, niñas y niños), lo cual aumenta la presión sobre uno de los países más empobrecidos del mundo, que está sufriendo los estragos de fenómenos meteorológicos extremos, conflictos e inestabilidad económica.

Un enorme grupo de mujeres que llevan la cabeza cubierta con un manto miran hacia el frente

Un grupo de mujeres en el campamento de refugiados de Farchana, al este de Chad, cerca de la frontera con Sudán. Mujeres, niñas y niños componen el grueso de las personas refugiadas que están llegando a Farchana.

Debido a la crisis de financiamiento, para ACNUR y sus socios no ha sido fácil reubicar a cientos de miles de personas recién llegadas desde hacinados espacios cerca de la frontera con Sudán, donde las condiciones de vida son muy duras por la falta de agua y alimento, a asentamientos en los que puedan recibir asistencia vital. De hecho, ha sido necesario suspender la construcción de nuevos sitios para albergar a las personas refugiadas.

Los recortes a la financiación también han llevado a otras agencias a interrumpir programas que brindaban protección a las personas en situación de vulnerabilidad, con inclusión de niñas y niños, o bien que protegían a mujeres y niñas de la explotación y otras formas de violencia.

“Es triste ver cómo estos esfuerzos comunitarios se desvanecen en apenas un día”, comentó Sabine Nana, oficial de protección en Farchana, al hacer referencia a un proyecto para prevenir la violencia contra las mujeres y para asistir a quienes han sufrido violencia mientras huían de la guerra. En lugar de que el programa llegara a otros diez asentamientos de refugiados como se tenía previsto, habrá que cancelarlo a finales de mayo.

Sentada en el piso, sobre un tapete color azul, una mujer que lleva puesto un chaleco azul charla con un grupo de hombres, quienes también están sentados en el suelo.

En el campamento de refugiados de Farchana, Sabine Nana, oficial de protección de ACNUR, lidera una sesión de sensibilización, dirigida a hombres, sobre violencia contra las mujeres.

A finales de febrero, ACNUR había recibido apenas el 14% de los USD 409,1 millones que requiere este año para asistir a las personas refugiadas y desplazadas por la fuerza en Chad.

Mientras las personas refugiadas asimilan la realidad que se cierne por la crisis de financiación, los líderes comunitarios del asentamiento de Farchana están haciendo lo posible por llenar los vacíos. Madres y padres están construyendo aulas improvisadas y han estado compartiendo lo poco que reciben de alimentos con los profesores refugiados, quienes continúan dando clase aunque no reciban paga alguna.

“La comunidad ha decidido seguir apoyando a los profesores, pero ¿qué tanto resistirán?”, se pregunta Michel-Rene Bizoza, oficial asociado de educación de ACNUR en el asentamiento de Farchana. “Es muy difícil lidiar con esto, pero estamos aquí con ellos, llorando y compartiendo los pesares. Sabemos que hay muchos otros casos similares: muchas personas refugiadas están sufriendo en distintas partes del mundo. Esperamos que las cosas mejoren”.

En una declaración reciente, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, Filippo Grandi, aseveró que “los brutales recortes de fondos al sector humanitario están poniendo en riesgo millones de vidas”. Haciendo referencia a la escasez de fondos como “una crisis de responsabilidad”, Filippo Grandi indicó que “el coste de la inacción se medirá en sufrimiento, inestabilidad y futuros perdidos”. Grandi estará en Chad esta semana para encontrarse con personas refugiadas que continúan huyendo del conflicto en Sudán; podrá presenciar, de primera mano, cómo la falta de fondos está repercutiendo en la respuesta a la crisis.

Una joven sudanesa, cuya cabeza está cubierta con un manto color blanco, sonríe a la cámara

Hawa Ahmed Adam, una estudiante de 18 años en el bachillerato del asentamiento de refugiados de Farchana, sueña con convertirse en médica; sin embargo, por los recortes a la financiación, su anhelo ahora pende de un hilo.

Entre las prospectivas que se han perdido se encuentra la de Hawa Ahmed Adam, una estudiante de 18 años del bachillerato del asentamiento de Farchana que sueña con ser médica.

“Quiero ayudar a las personas para que reciban el tratamiento adecuado, sea con cirugías o con medicamentos prescritos”, compartió. “No recibir educación implica no comprender la vida a cabalidad”.