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Santiago Vazquez, el compositor argentino que encontró refugio en la música

Historias

Santiago Vazquez, el compositor argentino que encontró refugio en la música

El músico argentino recuerda la experiencia de ser “hijo de refugiados” durante la última dictadura. Con poco menos de cuatro años, encontró refugio en los discos de pasta. Creador del grupo de percusión “La Bomba de Tiempo”, Santiago es ahora es uno de los músicos más reconocidos del Río de la Plata.
10 Diciembre 2023
Un hombre con chaqueta negra y pantalones beige, de pie en un campo verde con montañas al fondo

En tierras uruguayas, el multiinstrumentista Santiago Vazquez siembra sueños de un hogar sostenible, uniendo su historia de exilio, su pasión por la música y su compromiso con la naturaleza.

En medio de un campo uruguayo, Santiago Vazquez, de 51 años, se sumerge en su huerta, rodeado de rúcula en flor y plantas de arvejas, que son mucho más que legumbres en su vida. "¡Mirá toda la rúcula! Voy a cosecharla aunque esté en flor. Está fuerte, muy amarga. Pero me gusta igual”, dice mientras esboza una sonrisa, revelando su conexión profunda con la naturaleza.

Las legumbres contribuyen de manera significativa al cuidado del suelo. Las arvejas son el primer paso de la nueva huerta del artista argentino que, avizora, será clave para la producción de alimentos de su futuro hogar sustentable. “Nos debemos al planeta y a nuestro ecosistema”, comenta convencido.

“Esto podría ser una causa importante para mí, así como lo es mi rol como padre y músico. En mi casa siempre mamé la idea de ocupar nuestro espacio en el mundo y ofrecer el cambio que consideremos beneficioso para uno y la sociedad”, describe.

Este año se conmemoran 40 años del retorno a la democracia en Argentina, un hito que no es ajeno a la historia familiar de Santiago. “Mis padres fueron refugiados y yo era el niñito que venía en ese paquete”, recuerda. A sus cuatro años fue expulsado junto a sus padres de Argentina, en dictadura. A pesar de la incertidumbre del exilio en España, sintió un refugio en su familia, un resguardo que lo protegía de los peligros que sus padres sí vivían.

“No tengo recuerdos que pueda hilvanar como una historia, simplemente tengo flashes, algún olor, alguna de esas cosas. Y después los relatos que me hacen, que se convierten en recuerdos”, cuenta. Uno de esos recuerdos está ligado a lo que vino después: su carrera como compositor. “Cantaba, inventaba canciones. Me contaron que en un momento previo al exilio, yo estuve un tiempito con mi tía. Y le pedía todo el tiempo el tocadiscos, y ponía discos uno detrás del otro y me quedaba ahí mirando el disco. Era mi refugio. Evidentemente ahí hay algo en donde en la música me siento en casa, me siento protegido, me siento como que es mi lugar”.

Un hombre recolecta vegetales en un huerto

A los 11 años regresó a Buenos Aires. Pero no lo sintió como un regreso a casa. Ese no era su lugar. Santiago no se sentía argentino ni español: “No era un argentino de ley” Con el tiempo, sin embargo, la conexión con su tierra natal se consolidó. “Después de unos 11 años de vivir en Argentina, empecé a sentir que era argentino, que sí”. El regreso del exilio fue un mojón en la construcción de su identidad. Y también sembró las semillas de una nueva forma de estar en el mundo: un ir y venir entre diferentes ciudades en las que se siente como en casa.

En 2021, ACNUR lo convocó para conmemorar el Día Mundial del Refugiado. Desafío aceptado: crear una pieza musical que transmitiera la cotidianidad de personas refugiadas en Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay y Uruguay. “En sus historias vi reflejado mucho de mi propia historia. Reconocí las sensaciones de incerteza, de tener que comenzar todo de nuevo en un nuevo lugar, sin trabajo, sin familia ni amigos, con una cultura diferente, a veces en otro idioma. También la sensación de aventura, de oportunidades, de vida transcurriendo intensamente”, compartió en sus redes sociales.

La música de Santiago trasciende fronteras. Su innovador lenguaje musical, basado en la percusión con señas realizadas con las manos y el cuerpo, se ha extendido más allá del Río de la Plata, llegando a países como Brasil, Colombia, España, Francia, Italia, Japón, y Portugal. “Cada tanto voy a esos lugares a compartir, a ayudarlos, a perfeccionarme en el sistema. Yo también aprendo de las cosas nuevas que esos grupos van descubriendo y los divulgo en otros lugares a donde voy. Y entonces se arma como una polinización”, explica.

Santiago Vazquez hilvana su vida entre la música y la tierra, entre las fronteras y la conexión. Su historia de exilio y su compromiso con la comunidad y el medio ambiente son hilos que se entrelazan en una narrativa de identidad y responsabilidad compartida. En cada acorde, en cada cosecha, Santiago demuestra que la verdadera riqueza está en la armonía entre el ser humano y la naturaleza. Y en la capacidad de construir puentes musicales que conectan a las personas.