Huerto en casa hogar brinda sentido de propósito y pertenencia a adultos mayores vulnerables en Venezuela
Huerto en casa hogar brinda sentido de propósito y pertenencia a adultos mayores vulnerables en Venezuela
El deficiente suministro de luz y el acceso limitado a servicios como la salud pública y a oportunidades de trabajo han provocado que algunos jóvenes de la zona hayan partido hacia otros países de la región en busca de mejores condiciones de vida, dejando atrás en Chururú a sus parientes mayores.
Percibiendo esta realidad, Modesto Pérez y su esposa Elvia Del Socorro decidieron crear la Fundación Casa Hogar Los Abuelos de Jesús. La casa hogar da cobijo y apoyo a adultos mayores que se habían quedado solos o se hallaban en situación de calle, brindándoles alojamiento, alimentación, atención médica y actividades recreativas. Actualmente, el hogar alberga a 19 personas mayores venezolanas y colombianas. Algunas de estas personas tienen discapacidades motoras, auditivas, visuales o cognitivas.
“El proyecto de la casa hogar nació hace 10 años, cuando la situación del país era otra”, cuenta Elvia. Justo antes de la pandemia de la COVID-19, Modesto y Elvia casi cerraron la casa hogar por la dificultad de la autogestión y de conseguir apoyo durante la crisis en Venezuela. Luego, fallecieron sus dos hijos por COVID en plena pandemia. En vez de dejarse vencer por esa tragedia, Elvia y Modesto se comprometieron a sacar adelante la casa hogar en honor a sus hijos. Actualmente operan un pequeño restaurante y panadería para ayudar a cubrir los gastos de la residencia.
“Los abuelos se sienten útiles ante la casa hogar y ante la sociedad”.
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“Yo siempre le decía a Dios, ‘¿por qué te llevaste a mis dos hijos que todavía eran jóvenes y me dejaste a mí que ya estoy viejita?’ Pero entendí que mi esposo y yo teníamos la misión de continuar con nuestra labor de ayudar a los más necesitados, y es lo que me ha motivado seguir luchando”.
En el marco del Plan de Respuesta Humanitaria para Venezuela, ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, ha venido apoyando la casa hogar desde el 2021. La Agencia ha mejorado el sistema de iluminación con la instalación de postes de alumbrado público solar y ha entregado artículos de primera necesidad, como colchonetas, mantas, sabanas, lámparas solares, kits de higiene, baldes, kits de cocina y otros enseres para mejorar las condiciones de vida de los residentes.
ACNUR y su ONG socia CISP promovieron la creación de un huerto en la casa hogar que, además de ser una actividad para los residentes, produce verduras y frutas para su propia alimentación, como también la de otros adultos mayores necesitados que no habitan en la casa hogar, pero acuden a la residencia para comer.
Los huéspedes y el personal ya venían realizando siembras de algunos árboles frutales y crías de gallinas para la autogestión de la casa hogar y, gracias al huerto y al invernadero, los tanques de agua y las herramientas agrícolas que recibieron, han logrado cosechar caraotas, arvejas, calabacines, tomates, pimentones, melones, auyamas y otras hortalizas.
Ismael Contreras es un residente de 72 años que pasó tres años comiendo un solo plato al día que le llevaba un pastor y que llegó a la casa hogar con un cáncer bastante avanzado. “No hay como la Casa Hogar Los Abuelos de Jesús”, afirma Ismael.
“No hay como la Casa Hogar Los Abuelos de Jesús”.
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“Tenemos donde dormir, tenemos comida y tenemos ropa limpia. Me han ayudado también con las medicinas para ver si me aliento de esa enfermedad que está agotando mi cuerpo. Y bueno, uno nunca se aburre acá. La licenciada Sonia* [enfermera colombiana que huyó a Venezuela en el 2010] a cada rato nos organiza visitas del párroco, cenas temáticas y hasta noches de bingo”.
“Déjeme, déjeme que yo cuido las maticas, las riego y limpio”, se la pasa diciendo Silvestre Pernia, otro residente de la casa hogar que le encanta estar afuera en el huerto. “Así es como yo siento que aporto en algo. Qué manera tan bonita de sentir que uno todavía sirve pa’ algo. Hasta la Sra. Carmen, que llegó acá flaquitica pesando apenas 32 kilos… Miren cómo ella también le echa agua a las plantas desde su silla de ruedas, teniendo demencia y todo. Y acá no perdemos nada. Recogemos la borra del café, las cáscaras de huevo y las conchas de las frutas, picamos todo y lo mezclamos con aserrín. Ese compostaje después se convierte en abono que echamos para fertilizar la tierra”.
“Esta actividad contribuye a proteger a los abuelos, manteniéndolos activos”, comparte Elvia. “El adulto mayor sufre mucho de depresión cuando no es tomado en cuenta. Acá, los abuelos se dan cuenta de que todavía a su edad pueden ayudar, sembrando matas, cuidando cultivos, echándoles agua y volteando el compost. Y pronto, empezarán ellos mismos a dictar capacitaciones sobre el cuidado de huertos para estudiantes y docentes de colegios de la zona. Es un regalo de Dios ver cómo, gracias al proyecto del vivero, los abuelos se sienten útiles ante la casa hogar y ante la sociedad”.
*Nombre cambiado por motivos de protección.
“Qué manera tan bonita de sentir que uno todavía sirve pa’ algo”.