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Una joven médica desplazada por el conflicto de Sudán ayuda a otras personas que se han visto forzadas a huir

Historias

Una joven médica desplazada por el conflicto de Sudán ayuda a otras personas que se han visto forzadas a huir

Razan, una joven y prometedora médica de Jartum, vive ahora en un campamento improvisado para personas desplazadas por el conflicto de Sudán, donde utiliza sus conocimientos para ayudar a su comunidad.
6 Septiembre 2023 Disponible también en:
Una joven con una camiseta de fútbol roja en una cama bajo una lona de ACNUR.

Razan ha pasado de una vida cómoda en Jartum, donde trabajaba como médica, a vivir en un alojamiento improvisado en Wadi Halfa.

“Me desperté con el ruido de los bombardeos”, recuerda Razan, de 26 años, sobre el día de abril en que estallaron los combates en Jartum. 

Trabajaba en un hospital de la capital y planeaba estudiar medicina en la Universidad Internacional de Sudán cuando la violencia empezó a desatarse a sus puertas.

Su nueva realidad se convirtió en bombardeos, ataques aéreos y tiroteos. Como muchos de los 5 millones de habitantes de la ciudad, ella y su hermano estaban atrapados en su hogar, dependiendo de las menguantes reservas de agua y refrescos, y de algunos alimentos que les daban sus vecinos. Su hermano menor, Ibrahim, salió a buscar agua durante una breve pausa en los combates, pero recibió un disparo en la pierna.

Los vecinos lo llevaron rápidamente a casa y Razan convenció a un camionero para que los llevara a un hospital cercano. Adentro, los recibió una escena de caos: heridos esparcidos por los pasillos y personal médico tratando de atender a un incesante flujo de pacientes. Extrajeron la bala de la pierna de Ibrahim, pero antes de que pudiera empezar la cirugía, unos hombres armados irrumpieron en el hospital y obligaron a todos a huir.

Aunque la mayoría de sus vecinos se habían ido, la dedicación de Razan a su hermano herido la mantuvo arraigada, incapaz de huir hasta que estuvo lo bastante fuerte para moverse. Finalmente, después de nueve días, abandonaron Jartum con una sola maleta y subieron a un autobús hacia el sur que los llevó a la ciudad de Wad Madani, donde permanecieron tres días e Ibrahim fue operado con éxito.

Después hicieron otro viaje de 200 kilómetros en autobús hasta Wadi Halfa, una ciudad situada al norte. Desde ahí, esperaban cruzar a Egipto y reunirse con sus padres, que llevaban tiempo viviendo en Arabia Saudita antes de que comenzara el conflicto.

Sus planes se truncaron cuando descubrieron los requisitos del visado y las largas filas en el consulado egipcio. Mientras tanto, todas las escuelas y mezquitas de la ciudad estaban ya totalmente ocupadas por unas 8.000 personas desplazadas. Los dos hermanos se unieron a los cientos de personas refugiadas en el parque de la ciudad, donde han pasado los últimos tres meses.

Razan y su hermano forman parte de los 3,8 millones de personas desplazadas en Sudán desde que comenzó el conflicto. Están dispersas por todo el país, en nuevos puntos de reunión para desplazados internos, en lugares cercanos a los campamentos de refugiados existentes y en zonas fronterizas, con escasos alimentos y agua.

La vida en Wadi Halfa es un mundo aparte de la vida de Razan en Jartum, donde pasaba los fines de semana en cafeterías junto al Nilo y recibiendo clases de equitación. Ahora duerme bajo una lona, a veces se despierta por las tormentas de arena. Al amanecer tiene que caminar 10 minutos hasta la letrina más cercana.

"Colaborar con ACNUR me ha dado un propósito"

Razan

A pesar de su dura nueva existencia, Razan decidió ofrecerse como voluntaria para asistir a otras personas desplazadas. Utiliza sus conocimientos médicos para ayudar a quienes viven junto a ella en el parque, muchos de los cuales sufren deshidratación y paludismo. También se unió a otros voluntarios que trabajan con ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, para identificar y registrar a las personas recién llegadas y asegurarse de que reciben artículos de socorro como mantas, láminas de plástico, bidones y lámparas solares.

“Su experiencia como médica y su experiencia como desplazada la hacen especialmente cualificada para ayudar y trabajar con la comunidad para identificar y responder a sus necesidades”, declaró Daniel Kahura, Oficial de Protección de ACNUR en Wadi Halfa.

“Colaborar con ACNUR me ha dado un propósito; ya no soy [solo] receptora de ayuda. También me ha mantenido ocupada mientras pasaba los días esperando un milagro y pensando en mi vida”, explica la joven médica.

Su mirada está puesta ahora en el futuro. Todavía espera viajar a Egipto y luego a Arabia Saudita para reunirse con su familia. Ahí espera reavivar sus sueños de continuar sus estudios de medicina, interrumpidos por el conflicto.