Una oportunidad a través del deporte: así se ve la esperanza de las personas desplazadas
Una oportunidad a través del deporte: así se ve la esperanza de las personas desplazadas
Al huir de conflictos, persecuciones y otras formas de violencia, las personas se enfrentan al exilio y a la incertidumbre, una situación que puede durar años. Mientras tratan de reconstruir sus vidas, los deportes pueden ser una fuente de esperanza y de empoderamiento; también una herramienta para el cuidado de la salud física y mental.
Los deportes no solo ayudan a las personas a olvidar momentáneamente aquello que les preocupa, sino que también les permiten volver a disfrutar y a divertirse, ofrecen una sensación de normalidad aun en medio de la incertidumbre y van más allá, pues propician que las personas refugiadas sanen, se desarrollen y prosperen; además, abonan a la construcción de futuros cargados de propósitos, logros y orgullo. Aunado a ello, los deportes son un punto de convergencia para las personas desplazadas y las comunidades de acogida: permiten superar barreras, fomentan la amistad, y facilitan la integración y la inclusión.
La Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), la Fundación Olímpica para los Refugiados y la Ciudad de París organizaron una exhibición fotográfica que muestra el poder que tiene el deporte para transformar la vida de las personas que han sido desplazadas por la fuerza, pues no solo les permite construir amistades duraderas, sino que también ayuda a cambiar las percepciones negativas y a mejorar la cohesión social; incluso posibilita que las personas más preparadas puedan llegar competir en los Juegos Olímpicos.
Estas son algunas de las inspiradoras imágenes que hacen parte de la exhibición.
Abbas nació sin brazos. Tras haberse convertido en campeón nacional de nado paralímpico en Afganistán, empezó a ser objeto de persecución y no tuvo más opción que salir del país. Logró ponerse a salvo en Türkiye y más tarde fue reasentado en Estados Unidos; estando ahí, se hizo merecedor de un espacio en el Equipo Paralímpico de Atletas Refugiados que compitió en Tokio 2020. Hoy en día, Abbas es integrante del equipo de Estados Unidos.
Cuando Parfait era pequeño, su pueblo fue violentamente atacado. Su madre perdió la vida y él fue gravemente herido en el brazo izquierdo, que quedó muy dañado. Parfait logró ponerse a salvo en Ruanda, donde enseña taekwondo a niños refugiados. Al igual que Abbas Karimis, Parfait integró el Equipo Paralímpico de Atletas Refugiados que compitió en Tokio 2020.
Varias integrantes de la selección femenil de Afganistán tuvieron que abandonar el país luego de recibir amenazas. En 2021, el Gobierno de Australia les otorgó visas humanitarias de emergencia, para ellas y para sus familias. Ahora, las jóvenes compiten en la Liga del estado de Victoria.
Lich salió huyendo de Sudán del Sur cuando tenía 15 años. Se puso a salvo en el campamento de refugiados de Kakuma, en Kenia. Estando ahí creó un equipo de básquetbol en el que el deporte es el punto de encuentro para personas jóvenes, algunas de las cuales han obtenido becas para estudiar el bachillerato.
Terrains d'Avenir [Tierra para el futuro] abona a la inclusión social de la juventud desplazada en Île-de-France, la región en la que se encuentra París. Con el apoyo de la Fundación Olímpica para los Refugiados, del Ministerio del Deporte y de la Ciudad de París, Terrains d'Avenir organiza diversos encuentros deportivos – de rugby, fútbol, taekwondo, voleibol y básquetbol – para la juventud desplazada y para las comunidades de acogida.
La violencia que ejercen diariamente las bandas criminales en Honduras implica que Fernanda quizás tenga que abandonar su país el algún momento; a pesar de ello, logró convertirse en campeona nacional de boxeo. Su determinación es una muestra de lo que las personas desplazadas por la fuerza pueden lograr si se les ofrece una oportunidad.
Wessam, su esposa y sus dos hijos lograron ponerse a salvo en Alemania tras haber huido de la guerra civil en Siria. Wessam representó a su país en boxeo en los Juegos Olímpicos de Londres 2012; luego, en 2020, compitió como parte del Equipo Olímpico de Atletas Refugiados.
Popole empezó a soñar con practicar judo cuando vivía en un orfanato para niñez desplazada en Kinshasa, República Democrática del Congo. Luego de un tiempo, Brasil reconoció su condición de refugiado; y, en 2016, como integrante del primer Equipo Olímpico de Atletas Refugiados, se convirtió en el primer refugiado en la historia en ganar una competencia en los Juegos Olímpicos.
Krisildo, bailarín y coreógrafo, descubrió la danza tradicional de Albania, su país de origen, a corta edad. Desde que Francia le reconoció la condición de refugiado, Krisildo se ha enfocado en la danza moderna, que ahora enseña en París por conducto de Kabubu, una organización que, como parte del programa deportivo Terrains d'Avenir, es un punto de encuentro para personas jóvenes desplazadas y para las comunidades de acogida.
Como parte de la campaña internacional que se lleva a cabo cada año por los dieciséis días de activismo contra la violencia de género, Judo por la paz pone de relieve las habilidades en artes marciales que hay en Sudáfrica. El evento promueve el diálogo y el entendimiento entre niñas y niños locales (de las comunidades de acogida), refugiados y solicitantes de asilo.
Originario de Venezuela, Eldric ya era un boxeador consagrado cuando huyó hacia Trinidad y Tobago para escapar de la violencia y la inestabilidad en su país. Compitió en los Juegos Olímpicos de Tokio como parte del Equipo de Atletas Refugiados. Hoy en día continúa esforzándose para ganar más medallas y para generar consciencia en torno a la difícil situación de los millones de personas que, al igual que él, han tenido que salir de Venezuela en busca de protección y de una vida mejor.
La danza es una de las muchas actividades que puede realizar la niñez desplazada sin costo en un centro infantil en Ucrania. Por el trauma que produce la guerra, la danza les ayuda a sanar y a recuperar la confianza.
Esta exhibición es gratuita y estará en los muros de Caserne Napoleon, en el centro de París, hasta el 30 de agosto.