Declaración de la Enviada Especial de ACNUR, Angelina Jolie Pitt, en Líbano
Declaración de la Enviada Especial de ACNUR, Angelina Jolie Pitt, en Líbano
Buenos días, me complace estar hoy de nuevo en Líbano.
Quiero agradecer a los libaneses su ayuda para salvar las vidas de más de un millón de sirios.
No es fácil para un país acoger al equivalente a una cuarta parte de su propia población en refugiados.
Pero aunque por una parte sea una responsabilidad, espero que os deis cuenta del mensaje que envía acerca de los valores, carácter y espíritu de los libaneses.
Estáis dando un ejemplo al mundo de generosidad, humanidad, resiliencia y solidaridad.
En nombre de ACNUR, y en el mío propio, shukran, gracias.
Nunca debemos olvidar que aunque en este momento la atención esté en la situación de los refugiados en Europa, la mayor presión aún se siente en Oriente Medio y el norte de África, como se ha estado sintiendo durante de los últimos cinco años.
Hay 4,8 millones de refugiados sirios en esta región y 6,5 millones de desplazados dentro de Siria.
Hoy, en el quinto aniversario del conflicto de Siria, allí es donde hubiera esperado estar: en Siria, ayudando a ACNUR con los retornos y viendo cómo familias que he llegado a conocer podían volver a casa.
Es trágico y vergonzoso que parezca que estemos tan lejos de ese punto.
Cada refugiado sirio con el que he hablado durante esta visita, sin excepción, hablaba de su deseo de regresar a su hogar cuando la guerra haya terminado y sea seguro hacerlo. Y no lo dicen con resignación, sino con la luz en la mirada de quienes sueñan con reunirse con el país que aman.
He visto en esta visita cuan desesperada es la lucha por sobrevivir para estas familias. Después de cinco años de exilio, todos los ahorros con los que contaban se han agotado. Muchos de quienes en un principio vivían en apartamentos, se concentran ahora en centros comerciales abandonados o en asentamientos improvisados de tiendas de campaña, viéndose cada vez más sumidos en las deudas.
El número de refugiados en Líbano que viven por debajo del umbral mínimo de supervivencia – incapaces de pagar la comida o el refugio que necesitan para seguir vivos – se ha duplicado en los últimos dos años, en un país donde el 79% de los refugiados sirios son mujeres y niños.
Tenemos que comprender las realidades fundamentales que están conduciendo a la crisis de refugiados global – que es el producto no solo de la guerra siria, sino de décadas de conflictos inconclusos y de persecución: en Myanmar, Malí, República Centroafricana, República Democrática del Congo, Nigeria, Somalia, Sudán del Sur, Afganistán, Yemen, Irak, Siria, y podría seguir.
El número de refugiados es ahora mayor que la última vez que tuvimos una Guerra Mundial.
Estamos en un momento excepcionalmente difícil a nivel internacional, en el que las consecuencias de la crisis de refugiados parecen estar superando nuestra voluntad y capacidad, e incluso nuestro coraje para afrontarla.
En momentos de guerras convencionales, las personas desplazadas se dirigen a zonas más estables o a países vecinos para buscar refugio, o son atendidas en campamentos hasta que es seguro volver a sus hogares. En circunstancias excepcionales, algunos son enviados a otros países para ser reasentados o asilados.
Pero con 60 millones de personas desplazadas, como es el caso actual, no hay forma de que los gobiernos del mundo – no importa lo ricos sean o lo dispuestos que estén – vayan a poder apoyar a la ONU lo suficiente como para hacerse cargo de todas estas personas permanentemente y esperar que esto solucione el problema.
No podemos gestionar el mundo a través de la ayuda humanitaria en lugar de la diplomacia y las soluciones políticas.
No podemos tratar esto como si fuera un problema reducido a la situación de decenas de miles de refugiados en Europa.
No podemos mejorar esta realidad a través de respuestas parciales, respondiendo a algunas crisis y a otras no, o ayudando a algunos refugiados y a otros no – por ejemplo, excluyendo a los refugiados afganos, entre otros grupos – o haciendo una distinción entre refugiados en base a la religión.
El resultado sería más caos, más injusticia e inseguridad, y finalmente, más conflicto y más refugiados.
Tenemos que centrarnos en las causas de raíz, y esto conlleva un cierto nivel de coraje y liderazgo.
Desde mi punto de vista, el liderazgo en esta situación va más allá de proteger tus fronteras o enviar más ayuda, significa tomar decisiones que aseguren que no nos dirigimos hacia una crisis de refugiados aún mayor en el futuro.
Esta es la razón por la que, por conmovedor e indignante que sea escuchar las historias personales de los refugiados, no es momento para la emoción.
Es momento para la razón y la calma y la previsión.
Quiero que quede claro que entiendo que la gente en muchos países tenga temores ante la situación de los refugiados.
Están preocupados sobre el impacto en sus comunidades, sus recursos y su seguridad si aceptan refugiados en sus países.
No hay nada malo en mal sentirse inquieto al afrontar una crisis de tal complejidad y de tal magnitud.
Pero no podemos permitir que los miedos se lleven lo mejor de nosotros.
No podemos permitir que el miedo sea un obstáculo para dar una respuesta efectiva que además redunda en nuestro interés a largo plazo.
Mi llamamiento hoy es que necesitamos gobiernos en todo el mundo que muestren liderazgo: para analizar la situación y entender exactamente qué puede hacer su país, cuántos refugiados pueden asistir y cómo, en qué comunidades particulares, y en qué período; para explicar esto a sus ciudadanos y afrontar los miedos – basándose no en la emoción, sino en una evaluación mesurada de qué se puede y qué se debe hacer para compartir la responsabilidad y abordar esta situación.
Esto comienza por tener un procedimiento de asilo sólido, capaz de atender las necesidades de las familias desesperadas para identificar quién es más vulnerable y quienes son merecedores del estatuto de refugiado – procesos en los que ACNUR lleva asistiendo a los gobiernos que los realizan desde hace décadas.
Pido a todos los gobiernos que defiendan la Convención de la ONU para los Refugiados y la legislación sobre derechos humanos, porque es necesario y posible proteger a las personas que huyen de la persecución y de la muerte, y proteger sus ciudadanos propios. No debería reducirse a una elección entre unos y otros.
La razón de que tengamos leyes y acuerdos internacionales vinculantes es precisamente la tentación de desviarse de ellos en tiempos de presión. Sabemos por la historia reciente que cuando nos salimos de las leyes y principios fundamentales, solo acrecentamos los problemas en el futuro.
Estuve esta mañana con una madre que sufre una parálisis tras haber sido alcanzada por el disparo de un francotirador en una zona sitiada de Siria. Yace en una habitación, en la que vive con toda su familia, en un pequeño asentamiento improvisado y frío aquí, en el valle de Bekaa.
En ningún momento durante nuestra conversación me pidió nada, ni dejó de sonreír, o de hablar de nada que no fuese su deseo de que sus hijos tuviesen la oportunidad de ir a la escuela y tener una vida mejor.
Cuando vi su preciosa sonrisa y a su dedicado marido e hijos cuidando de ella, me impresionaron. Son héroes para mí. Y me pregunté a mí misma, ¿hasta dónde hemos llegado cuando hacemos que supervivientes así se sientan como mendigos?
Podemos hacer lo correcto por los refugiados y construir un entorno internacional más seguro. Podemos construir orden en lugar de caos.
Desde mi punto de vista se trata de entender la ley, elegir no tener miedo y mostrar voluntad política.
Por el bien de la gente de Siria, y por el de todos los refugiados que en el mundo que esperan desesperadamente a que la comunidad internacional ofrezca soluciones, espero que optemos por esto.
Y también espero que el 15 de marzo del próximo año veamos una Siria en paz y que sea el comienzo de un tiempo de retornos para que estos refugiados puedan cumplir su deseo de volver a casa.
Muchas gracias.