Hombre de negocios iraquí aporta experiencia como desplazado para ayudar a otros
Hombre de negocios iraquí aporta experiencia como desplazado para ayudar a otros
DUHOK, Irak, 17 de septiembre de 2014 (ACNUR) – Farhad Sinjari sabe lo que se siente cuando se tiene que huir del propio hogar. Ahora es un exitoso hombre de negocios de mediana edad que viste una camisa clara y lleva un reloj Rolex, pero era solo un niño en 1974, cuando los enfrentamientos le obligaron, a él y a su familia, a huir a las montañas de la región del Kurdistán, en el norte de Irak.
Se convirtió en desplazado por segunda vez en 1991, y de nuevo en 2003. Fueron estas experiencias, según explica él mismo, las que le movieron a actuar cuando cientos de miles de iraquíes desplazados por los recientes enfrentamientos buscaron refugio en la ciudad de Duhok, en la región del Kurdistán iraquí, donde vive en la actualidad.
"Había gente viviendo en las calles, durmiendo bajo los árboles o a los lados de la carretera", dice. "Decidí ayudarlos porque yo mismo me he encontrado en esa situación, y sé por lo que están pasando".
Se estima que unos 1,8 millones de iraquíes se han convertido en desplazados dentro de su propio país desde principios del año en curso. ACNUR ha puesto en marcha su operación de distribución de ayuda más grande en una década para facilitar a estas personas tiendas de campaña, colchones y otros objetos esenciales. Pero la magnitud de la emergencia es tan grande que también ha empujado a muchos iraquíes a actuar. Lo hacen, como Farhad, a título individual ofreciendo toda la ayuda que pueden.
A medida que las familias empezaban a llegar en gran número a Duhok, Farhad construyó su propio campo de refugiados equipado con tiendas de campaña, agua, saneamiento y electricidad. Está encaramado en la cima de una colina que domina la ciudad, en un terreno detrás de una exclusiva y multimillonaria urbanización de la que Farhad es el principal inversor.
Al principio, el campo albergó a unas 300 personas. Muchas de las primeras en llegar eran hombres que habían trabajado para Farhad en proyectos de construcción en su Sinjar natal o cerca de ella, y habían huido de esa zona con sus familias cuando grupos armados ocuparon la ciudad el mes pasado.
Hace cuatro años, Abbas, de 37 años, trabajaba como obrero en uno de los proyectos de Farhad. Tras salir huyendo de su hogar a principios de agosto, él, su esposa y sus 10 hijos pasaron nueve días aterradores atrapados en el Monte Sinjar, rodeados de insurgentes armados.
"En la montaña no había nada de comer ni beber, mis hijos se morían de hambre", explica Abbas. Después de que se rompiera el sitio, cruzaron la frontera y entraron en Siria con miles de familias más de la minoría étnica yazidí.
Una vez allí, Abbas se vio sorprendido por una llamada de su antiguo jefe. "Nos dijo que si cruzábamos la frontera y veníamos a Duhok, se ocuparían de nosotros. No me lo podía creer, no esperaba que se acordara de mí". Sentado a la entrada de la tienda de campaña de su familia, rodeado de sus hijos, Abbas dice que se siente afortunado cuando ve a otras familias en la ciudad, viviendo en edificios inacabados.
Cuando se corrió la voz de la existencia del campo de refugiados, empezaron a llegar más familias desplazadas. Farhad estima que ahora hay 1.000 personas viviendo en este campo, que fue impulsado con el suministro, por parte de ACNUR, de 40 tiendas de campaña de tamaño familiar.
Farhad ha equipado cada tienda con electricidad y su propio refrigerador de aire y también ha facilitado ropa para los niños y concertado visitas para que los doctores locales traten a los desplazados con problemas de salud.
Dice que su propia experiencia como desplazado le ha enseñado que facilitar a los desplazados comida, agua y refugio es solo parte del reto. "Cuando eran recién llegados, el problema no era solo que estaban hambrientos y sedientos, sino también que no podían olvidar lo que les había pasado".
El campo tiene sus propias cocinas y obrador de pan y sus residentes se turnan para preparar el pan y los alimentos de las tres comidas que se sirven cada día. También ayudan en la construcción y mantenimiento del propio campo. "El hecho de trabajar y tener el tiempo ocupado ayuda a apartar la mente de las experiencias que han padecido", explica Farhad.
Y parece que esta estrategia funciona. Un grupo de niños juega al fútbol, mientras otros más pequeños juegan persiguiéndose por entre las tiendas, y los hombres mantienen animadas conversaciones mientras comen cordero estofado con arroz en el comedor comunitario.
Abbas dice que le agradece a Farhad lo que ha hecho. "Por supuesto que no quiero que este sea nuestro futuro. Quiero que esto se acabe para que podamos volver a casa y mis hijos puedan volver a la escuela. Pero, de momento, la vida es cómoda aquí. Necesitamos más personas como Farhad en este mundo".
Charlie Dunmore, desde Duhok, Irak
Gracias a la Voluntaria en Línea Esperanza Escalona por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.