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Al no contar con documentación, las mujeres corren mayor riesgo de sufrir violencia de género

Historias

Al no contar con documentación, las mujeres corren mayor riesgo de sufrir violencia de género

ACNUR promueve que mujeres y niñas en Sudáfrica reciban documentos de identidad que ayuden a reducir tanto el riesgo de apatridia como el riesgo de que sufran abusos físicos y psicológicos.
15 Diciembre 2021 Disponible también en:
Bonisiwe mira por la ventana en la pequeña casa de lámina que comparte con tres de sus hijos en el pueblo de Mamelodi, en Pretoria, Sudáfrica.

A Bonisiwe la acecha constantemente una pesadilla sobre Sipho, una expareja suya que, cuchillo en mano, les sometió a ella y a su bebé a años de abusos físicos y psicológicos. Han pasado 20 años desde aquella terrible experiencia y, sin embargo, los recuerdos siguen vivos.

“Lo recuerdo como si hubiera sido ayer”, murmulla la mujer de 52 años mientras cuenta cómo, al regresar a casa de mal humor, Sipho la culpaba de todo y por todo. 

“Me pegaba tan fuerte que me hacía tambalear. Luego, me golpeaba y me tiraba al suelo”, añadió.

La última vez que la atacó, la amenazó con un cuchillo. Esa fue la señal que la impulsó a tomar a S’phamandla, su bebé, atarlo a su espalda y huir en medio de la noche. 

Se refugió en un camión abandonado, en una chatarrería cercana.

Bonisiwe ha pasado gran parte de su vida adulta dejando una relación abusiva para entrar en otra, un círculo vicioso que ella atribuye a la falta de documentos de identidad y al hecho de que, legalmente, ella no existe.

Bonisiwe nació en la aldea de KwaMashu, en Durban. Su madre era madre soltera, estaba enferma, y no pudo registrarla ni inscribirla en la escuela.

“Dos años después de haber entrado a la escuela primaria tuve que abandonarla para cuidar de mi madre, que estaba muy enferma. No teníamos nada y dependíamos del apoyo de nuestros vecinos”, comentó. 

“Me cacheteaba muy fuerte [...]; luego, me golpeaba y me aventaba al suelo”.

Su primera relación abusiva empezó cuando tenía 17 años, con un hombre de 30 con quien tuvo un hijo, Mthokozisi.

“Decía que yo era una analfabeta estúpida, que ningún hombre me querría por considerar que soy fea, y que él me estaba haciendo un favor”, contó. 

Su situación se asemeja a la de miles de mujeres no solo en Sudáfrica, sino en todo el mundo.

De acuerdo con ONU Mujeres, la pareja íntima de una de cada tres mujeres en el mundo las somete a violencia física, psicológica y sexual. La situación se agrava en el caso de mujeres que, al igual que Bonisiwe, no cuentan con documentación, ya que suelen no denunciar los abusos a las autoridades por miedo a ser arrestadas, discriminadas o maltratadas. Al no contar con evidencia que pruebe su nacionalidad, estas mujeres no tienen acceso a medidas de protección otorgadas por el gobierno del sitio en el que viven; tampoco tienen acceso a los recursos legales con que cuentan las personas con una identificación nacional.

En Sudáfrica, ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, ha estado abogando intensamente para que se aborden las causas de raíz de la violencia de género, una de las cuales es la falta de documentación.

“Son muy profundas las consecuencias de cada golpe, de cada bofetada, de cada palabra cruel, y de la falta de documentación”, indica Laura Buffoni, Oficial Sénior de Protección Comunitaria en Pretoria.

Bonisiwe admite que no tenía más opción que permanecer con el abusivo padre de su hijo, quien les brindaba sustento. Al cabo de un tiempo, lo abandonó y se trasladó con Mthokozisi (de 2 años) a Pretoria, donde vivió con un primo.

“Esperaba encontrar oportunidades para tener una vida mejor y asumí que podría obtener documentos legales”, explicó.

Sin embargo, su vida se llenó de frustración y decepción. Poco después, discutió con su primo, quien echó a Bonisiwe y a su hijo de la casa. Al cabo de un tiempo, Bonisiwe terminó en otra relación abusiva.

En 2018, Bonisiwe tenía cinco hijos de padres distintos. Su situación llamó la atención de trabajadores sociales en Mamelodi, la aldea en Pretoria donde ella vive.

“Estaba traumatizada”, comenta Nomsa, una de las trabajadoras sociales que lleva el caso. “Las dificultades para obtener un certificado de nacimiento no han hecho más que empeorar la situación”.

Abogados por los Derechos Humanos (LHR, por sus siglas en inglés), socio de ACNUR, creó una Unidad de Apatridia en 2011, luego de notar un incremento en el número de clientes que requerían asesoría con respecto al acceso a una nacionalidad. 

Al brindar asistencia jurídica y ofrecer litigio estratégico, así como defensa y capacitación, LHR cuenta con un equipo de trabajo social capacitado que posee información clave y conoce los procedimientos legales para ayudar a sus clientes. 

“Hemos acompañado a Bonisiwe al Departamento de Asuntos Internos, que se encuentra en Pretoria y Durban, en ocho ocasiones. Ahí, tiene que solicitar el registro tardío de nacimiento”, comentó Nomsa, quien recalcó que el proceso ha estado repleto de desafíos.

Para que Bonisiwe pueda acreditar que le corresponde la nacionalidad sudafricana, debe presentar una serie de documentos, que incluyen un formulario de aviso de nacimiento, una justificación del registro tardío de nacimiento, sus datos biométricos, y las huellas dactilares y documentos de identidad de su madre y de su padre. Conseguir la documentación implica ir contracorriente porque solo puede presentar una carta firmada por la autoridad local tradicional que acredita su nacimiento y el hecho de que no cuenta con familiares que puedan someterse a una prueba de ADN para comprobar su identidad.  

“He intentado todo. Estoy atorada. Creo que solo me queda darme por vencida”, dice Bonisiwe entre lágrimas, mientras comenta que ha contemplado suicidarse.

“Espero recibir la documentación algún día para poder vivir con dignidad”. 

Nomsa enfatiza que su oficina no se ha rendido.

“Seguiremos acompañando a Bonisiwe y la apoyaremos para que complete el proceso”, señala. 

Buffoni, funcionaria de ACNUR, comenta que los esfuerzos colectivos y coordinados para abordar esta cuestión pueden ayudar a proteger a las mujeres del riesgo de abusos y violencia.

“Exhortamos al gobierno a poner especial atención en esta situación porque cambiar el curso de las cosas”, comenta.  

Bonisiwe vive con tres de sus hijos en una choza de una habitación; sin embargo, depende de Mthokozisi y S’phamandla, sus hijos mayores, que dependen de empleos esporádicos. 

“La vida es dura, pero saldremos adelante”, comenta. “Espero recibir la documentación algún día para poder vivir con dignidad”.