Crisis en Ucrania genera nuevos riesgos de trata de personas
Crisis en Ucrania genera nuevos riesgos de trata de personas
En el puesto fronterizo de Medyka, Polonia, un flujo constante de exhaustas personas refugiadas de Ucrania – mayoritariamente mujeres, niñas y niños – arrastra su equipaje por la puerta que conecta con el control de pasaportes.
En el camino que tienen por delante pueden verse hileras de casas de campaña y voluntarios que ofrecen alimento, agua y ropa a las personas recién llegadas, así como juguetes y golosinas para niñas y niños. Mientras un hombre toca “Imagine” en un piano de media cola que trajo desde Alemania, otros voluntarios empujan carritos de supermercado llenos de artículos que fueron donados.
La mayoría de las personas refugiadas se apresuran para pasar, con la intención de unirse a la fila para subir a los autobuses gratuitos que les llevarán a la siguiente parada en su travesía. En los albergues y las estaciones de tren en Przemyśl, Rzeszów y Varsovia, la red de voluntarios es similar. Algunos de ellos trabajan en agencias de asistencia o en empresas privadas, pero muchos otros son personas independientes, motivadas por la necesidad de ofrecer algo de alivio o ayuda a quienes huyen de la guerra en Ucrania.
“Opté por ayudar; tiene que ver con un sentido de humanidad”.
Desde que se desató la crisis, Magdalena Rokita, una profesora de escuela primaria que lleva un chaleco de alta visibilidad, es voluntaria en la estación de tren de Rzeszów, un pueblo que se encuentra a cerca de 65 kilómetros de la frontera con Ucrania. “No trabajo en ninguna organización”, señala. “Por las mañanas tengo un poco de tiempo libre, así que opté por ayudar; tiene que ver con un sentido de humanidad”.
En las primeras semanas de la guerra en Ucrania, mientras cientos de miles de personas refugiadas llegaban a Polonia y a otros países en la región, sin pensarlo, Magdalena y otros voluntarios se movilizaron para ayudar de inmediato. Este magnífico gesto ha sido aplaudido en todo el mundo; sin embargo, han pasado siete semanas desde el inicio de la guerra, y se teme que los tratantes de personas y las redes criminales saquen provecho de la situación.
En una declaración emitida el 12 de abril, la Alta Comisionada Auxiliar para la Protección de la Agencia de la ONU para los Refugiados, Gillian Triggs, comentó que “[a]unque la generosidad y la solidaridad hacia los refugiados de Ucrania han sido ejemplares e inspiradoras, los Estados deben impedir que los depredadores y las redes criminales puedan explotar esta situación”.
“[E]stamos en alerta máxima y advertimos a las personas refugiadas sobre los riesgos de los depredadores y las redes criminales que pueden intentar explotar su vulnerabilidad o atraerlos con promesas de transporte gratuito, alojamiento, empleo u otras formas de asistencia”, añadió.
Es imposible saber cuántas personas refugiadas de Ucrania han sido víctimas de abusadores o tratantes de personas; no obstante, Nadia Abu-Amr, quien coordina los esfuerzos de ACNUR para prevenir la explotación y los abusos sexuales en Polonia, indica que los riesgos son evidentes.
El más obvio de ellos es la gran proporción de mujeres, niñas y niños que han huido de sus hogares, quienes comprenden el 90% del total de personas que ha huido de Ucrania hasta el momento.
Otro foco rojo es la falta de control en los puestos fronterizos como Medyka, donde, hacia finales de marzo, no había un sistema para registrar voluntarios ni para monitorear a los grupos ni a las personas que ingresaban a la zona fronteriza.
“Aquí, la fuerza de trabajo voluntario es enorme, y su rápido involucramiento ha sido de gran ayuda para dar respuesta a acontecimientos que se dieron sin previo aviso. Sin embargo, es también un arma de doble filo”, comentó Nadia Abu-Amr, quien señaló que es imposible saber de dónde provienen todas las personas voluntarias o con qué tipo de formación cuentan.
Nadia Abu-Amr indicó que otro factor de riesgo de importancia es el deseo que tienen muchas personas refugiadas de continuar su camino tan pronto como sea posible luego de haber cruzado la frontera. Por órdenes del Gobierno de Polonia, el transporte público es gratuito para los refugiados de Ucrania, “pero son demasiadas las personas que tratan de pasar lo más rápido posible, así que suben al vehículo de quien sea que lo ofrezca”.
Angelina, de 18 años, está estudiando gestión turística en Polonia, donde ha estado viviendo los últimos tres años; sin embargo, estaba de visita con su familia en Odesa, Ucrania, cuando estalló la guerra. Como ya tenía boleto de vuelta para el 26 de febrero, decidió utilizarlo. Aunque está diseñado para cuatro personas, el vagón de Angelina transportaba once. Cuando llegó a la estación de tren en Przemyśl, un pueblo polaco cerca de la frontera, Angelina recibió demasiadas ofertas de ayuda.
“Estaba muy cansada, así que no pensé en pedir que me mostrara una identificación”.
“Tan pronto llegué, los voluntarios me ayudaron con mi equipaje, me ofrecieron comida, y un hombre se ofreció a llevarme de la estación al lugar donde me quedaría”. Estaba muy cansada, así que no pensé en pedir que me mostrara una identificación”, comentó añadiendo que activó el rastreador de su teléfono móvil y compartió su ubicación con una amistad suya.
El hombre la llevó a donde ella tenía que ir, pero los riesgos en circunstancias de este tipo son evidentes.
Magdalena Rokita, la voluntaria en la estación de trenes de Rzeszów, narra que ella y otros voluntarios desarrollaron un sistema propio para verificar quiénes ofrecen llevar a las personas refugiadas en sus vehículos. “Fotografiamos su licencia de conducir y tratamos de asegurarnos de que las personas refugiadas no viajen solas”, indicó. “Si veo a un conductor que no conozco, no acepto su ayuda hasta no ver sus papeles”.
Nadia Abu-Amr comentó que es grandioso ver prácticas como esta, pero es urgente reemplazarlas con un sistema estructurado. ACNUR ha solicitado que se fortalezcan los sistemas para investigar y registrar a organizaciones y personas voluntarias que se ofrecen para ayudar o transportar a los refugiados.
De manera simultánea, está colaborando con las autoridades nacionales que se encargan de registrar a las personas refugiadas para ayudar a identificar a aquellas que enfrentan mayores riesgos y que, por tanto, requieren apoyo adicional de personal especializado o voluntarios capacitados. Poco después del inicio de la crisis, ACNUR lanzó una campaña de sensibilización en la que distribuyó material impreso entre personas refugiadas en ambos lados de la frontera para que contaran con información sobre cómo protegerse y cómo denunciar delitos o conductas sexuales inapropiadas.
En los “Puntos azules” (“Blue Dot”) y en el sitio de ayuda de ACNUR también hay información y servicios disponibles para mujeres, niñas y niños, sobrevivientes de violencia de género y otras personas refugiadas en situación de vulnerabilidad. ACNUR y UNICEF han instalado tres “Puntos azules” cerca de la frontera y en lugares específicos en Varsovia y Cracovia, donde las personas refugiadas se registran en el programa de ayuda en efectivo de ACNUR.
ACNUR también ha estado colaborando con la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) para capacitar a los voluntarios en la frontera con el fin de que sean conscientes de los riesgos de trata de personas y sepan qué hacer si ven algo que levante sospechas. La capacitación también cubre algunos de los principios clave en la prevención de la explotación y los abusos sexuales en el sector humanitario, que incluyen no solicitar algo a cambio de la asistencia que se brinda.
“Es importante saber que existe una relación de poder: los voluntarios tienen mucho poder frente a personas increíblemente vulnerables”, señaló Nadia Abu-Amr.
“El esfuerzo que hacen las personas voluntarias es admirable, y queremos aprovechar al máximo su presencia”, añadió. “No podemos percatarnos de todo, pero al sensibilizar y capacitar al cuerpo de voluntarios, ellos pueden ser nuestros ojos y nuestros oídos”.