Escuela alemana ayuda a las mujeres refugiadas a perfeccionar sus habilidades tecnológicas
Escuela alemana ayuda a las mujeres refugiadas a perfeccionar sus habilidades tecnológicas
La ingeniera civil siria Anan Jakich arriesgó su vida para poner a salvo a su familia. Ahora, refugiada en Alemania, se ha unido a una comunidad de mujeres recién llegadas que reconstruyen sus vidas a través de un amor compartido por la tecnología.
Un sábado por la mañana en Berlín, Anan y sus compañeras de clases, muchas de las cuales también huyeron del conflicto sirio, están sumergidas en una lección sobre ciberseguridad. Ella se enfoca en las palabras "seguro" y "no seguro" manuscritas en una pizarra metálica al frente del aula.
"Solo buscábamos seguridad", dice Anan, de 48 años, acerca de su decisión de huir en el 2014 de su hogar en la ciudad de Salamiyah. "No podía vivir con ese miedo por más tiempo, o con las preocupaciones sobre el futuro. No podía sentarme y esperar a que mi familia entrara en peores dificultades".
Madre de cuatro hijos sabía que tenía que sacar a su familia, pero irse lucía casi igual de peligroso que quedarse. "Tratamos de encontrar una manera segura de irnos, pero era imposible", agrega Anan. "Fue difícil y peligroso. Solo quería que mi familia estuviera a salvo".
Anan viajó a Turquía donde abordó un pequeño bote con destino a Grecia. Una vez en el mar, la sobrecargada embarcación entró en dificultades y hubo que descargar a los pasajeros en una desolada pequeña franja de tierra. Cuando se puso el sol y no llegó ayuda, Anan estaba segura de que moriría.
"La idea de morir allí en esa isla era demasiado horrible."
"Estaba aterrorizada . . . la idea de morir allí en esa isla, no en Siria, y mi familia esperándome. Fue bastante horrible ", recuerda.
Después de 24 horas sin comida ni agua, Anan fue rescatada por voluntarios y llevada a un lugar seguro en Grecia. Dos semanas más tarde, ella llegó a Alemania, pero no podría descansar hasta que sus hijos también estuvieran a salvo.
Solicitó la reunificación familiar pero quedó desecha al saber que habría una larga espera. Finalmente su familia pudo unirse a ella transcurridos 18 meses. Mientras esperaba, Anan aprendió alemán y realizó una serie de pasantías. Sin embargo, no fue sino hasta que sus hijos llegaron en marzo del 2016 que pudo comenzar a reconstruir su vida en serio. Sus dos hijos mayores, en los 20 años, todavía están estudiando, mientras que los más pequeños están en la escuela.
Encontrar un trabajo a tiempo completo era su prioridad. En Siria, había calificado como ingeniero civil en la Universidad Al-Baath en Homs y manejaba su propia compañía.
Pronto se dio cuenta de que los años de conflicto y huida, durante los cuales no había tenido acceso a computadoras, habían pasado factura a sus habilidades en tecnología informática. Fue entonces cuando oyó hablar de ReDI, una escuela sin fines de lucro con sede en Berlín que ofrece cursos gratuitos en programación y tecnología digital para los recién llegados.
Para el 24 de abril de este año, ACNUR, la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) se encuentran lanzando un ambicioso plan de acción para tratar de impulsar las oportunidades de empleo para los refugiados a través de una serie de acciones innovadoras, como ReDI. El plan tiene como objetivo garantizar que el potencial económico de los refugiados se aproveche plenamente, ofreciendo un beneficio mutuo para todos: refugiados, empleadores y anfitriones.
Esta primavera, Anan se convirtió en una de las primeras estudiantes en unirse al Programa Digital para Mujeres de la escuela ReDI., una serie de cursos para mujeres dirigidos a lograr que más mujeres aprendan sobre tecnología. Creado para recién llegadas como Anan sin acceso a computadora en el hogar, el curso de tres meses, lleva a las estudiantes que cuenten con habilidades básicas, hasta un nivel en el que puedan construir sus propios negocios en línea.
Los organizadores del programa dicen que extras gratuitos como guarderías, traductores y un servicio de catering han contribuido en gran medida a tentar a más mujeres a tomar sus cursos de tecnología, que anteriormente estaban dominados por los hombres. Las estudiantes pueden ganar más que nuevas habilidades. La escuela da acceso a una red de mujeres que trabajan en tecnología, contactos que han conducido al logro de ofertas de trabajo para alumnas egresadas.
"Soy un verdadero ejemplo de lo que la escuela puede hacer para cambiar vidas."
Una de esas historias de éxito es la instructora siria Rita Butman, que llegó a Alemania desde Damasco con una visa de estudiante en 2017. Después de completar un curso avanzado con ReDI, consiguió una pasantía remunerada en una empresa de redes multinacional, uno de los patrocinadores corporativos de la escuela.
Soy un verdadero ejemplo de lo que la escuela puede hacer con las personas para cambiar vidas", dice Rita, de 31 años, que había estado ganándose la vida lavando platos antes de unirse a la escuela. "Llegué a conocer personas realmente increíbles que podrían darme nuevos horizontes".
Deseosa de pasar oportunidades a otros, Rita regresa a la escuela una vez a la semana para ser voluntaria como maestra. Esta actitud de compartir es algo que los organizadores de programas han notado más a menudo entre sus alumnas.
Educar a las mujeres tiene un efecto dominó en la comunidad", explica Edlira Kasaj, directora del Programa Digital para Mujeres de la escuela ReDI. "El beneficio pasa a través de las estructuras familiares a mucha más gente".
Anan, que utiliza sus habilidades de tecnología informática actualizadas en un nuevo trabajo en la red ferroviaria alemana Deutsche Bahn, no es una excepción. A menudo lleva a sus hijos con ella a sus clases del sábado en ReDI, por lo que también pueden beneficiarse de la red informal de la escuela. "Nos divertimos mucho y tenemos buena comunicación", se ríe. "El ambiente aquí en la escuela es como una familia. Son todas buenas personas, que nos cuidan y nos apoyan. Todos tenemos mucha más confianza de lo que solíamos tener
Por Josie Le Blond
Gracias al Voluntario en Línea Juan Felipe Parra O. por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.