Familia siria se reencuentra en Alemania tras una huida aterradora
Familia siria se reencuentra en Alemania tras una huida aterradora
La refugiada siria Fátima Khalouf cruzó fronteras montañosas a pie y por la noche, soportó náuseas en las turbulentas aguas del Egeo y caminó durante horas por territorios desconocidos.
El momento había llegado. Sus bebés nacerían en un simple alojamiento temporal de Serbia. Sin embargo, no fue un parto sencillo.
"Comencé a sentir dolor", contó Fátima, de 28 años, sentada a la mesa del comedor de una casa rural, en una localidad cercana a Dresde. "Mis cuñadas acudieron a los encargados del albergue y gritaron 'ayuda, ya vienen los bebés'".
La llevaron de inmediato al hospital, donde los médicos serbios le realizaron una cesárea de urgencia para que nacieran los mellizos. Dos semanas después, Fátima ya estaba recuperada, cargaba un recién nacido en cada brazo y caminaba hacia Alemania y en busca de su esposo.
Antes de la guerra, Fátima y su esposo vivían en la región de Qalamoun, al norte de Damasco. Su hermano vivía cerca con su esposa Zaha y sus cuatro hijos, al igual que Iman, la hermana de Zaha, y su esposo e hijo. Eran una familia unida, los seis primos crecían como si fuesen hermanos.
La guerra llegó en el verano de 2015. Poco después, los hombres ya no osaban salir de la casa, por miedo a que los hicieran combatir. Idearon un plan para irse, para que todos estuvieran a salvo. No les quedó otra alternativa que recurrir a los traficantes. Al no contar con suficiente dinero para que los 12 integrantes de la familia pudiesen ir juntos, convinieron en que irían solo los hombres.
Tras la partida de sus maridos, Fátima, Zaha e Iman se fueron a vivir juntas. Pero para enero de este año, huir era la única opción. "Caían misiles todo el tiempo, mataron a mucha gente. Teníamos terror por los niños", relata Iman, de 41 años.
"Bombardearon nuestras casas", agregó Zaha, de 35 años. "Nos quedábamos en las casas de amigos, íbamos de un lado a otro. Lo que más temíamos era que les hicieran daño o mataran a nuestros hijos. No podíamos quedarnos, no podíamos permitir que crecieran en medio de tanto terror".
Las tres mujeres y sus seis hijos decidieron cruzar aquel país desgarrado por la guerra, primero viajaron en autobús hacia Idlib, cerca de la frontera con Turquía.
"No podíamos volver a Siria, allí ya no quedaba nada para nosotros"
Allí los traficantes les dijeron que la única opción sería una caminata de nueve horas para atravesar las montañas y llegar a Turquía. Una cruda noche de enero, caminaron por terrenos fangosos. Mientras subía por los senderos de montaña, Fátima, con siete meses de embarazo, se resbaló y se cayó. No se detuvieron para descansar, continuaron hasta llegar a Turquía.
"Algunas personas nos imploraban que no siguiéramos, por el bien de los niños", dijo Iman. "Pero era por el bien de los niños que debíamos seguir".
Cuando finalmente llegaron a la costa turca, el mar estaba demasiado agitado para poder cruzar en barco hasta Grecia.
Al cabo de una semana, el mar se calmó y las mujeres emprendieron el viaje. A la medianoche, los traficantes estaban esperándolas. Se subieron a la frágil embarcación y partieron en la oscuridad.
"Recé para que nos salvaran", comentó Fátima.
Y la plegaria de Fátima fue escuchada. Los socorrió un barco de rescate que patrullaba las aguas griegas. Los llevaron a la isla de Samos y luego en barco hasta Atenas.
Sin embargo, la familia había llegado justo cuando estaban levantando vallas fronterizas a lo largo de la ruta de los Balcanes Occidentales. En la frontera, la policía de Serbia les dijo que no podrían abandonar el país.
Fátima rompió fuente mientras Iman y Zaha estaban discutiendo con los guardias. Los mellizos nacieron tras una cesárea de urgencia. "Después de 15 días, Fátima ya estaba bien y le dieron el alta en el hospital", relató Iman. "Teníamos que encontrar a nuestros esposos".
Esperando nuevamente hasta las altas horas de la noche, Zaha e Iman hicieron subir a Fátima, a sus bebés recién nacidos y a los otros niños a tres taxis y se dirigieron hacia la frontera húngara. Allí se toparon con un alambrado.
Cuando el alba comenzó a iluminar las muchedumbres que estaban a la espera, los guardias dejaron pasar a la familia. Esa noche encontraron un taxi que los llevó a Viena. Desde allí, tomaron un tren hacia el sur de Alemania.
Las mujeres pasaron las semanas siguientes yendo de un albergue a otro cerca de Dresde, una ciudad al este de Alemania, donde se llevaría a cabo el procedimiento para obtener el asilo. Sus esposos, que estaban en su propio albergue en Düsseldorf, al otro lado del país, pudieron ir a visitarlos. Era la primera vez que los niños veían a sus padres en más de un año.
Hacer que las familias se reencontraran fue beneficioso tanto para el país de acogida como para los individuos en cuestión, comentó Katharina Lumpp, representante de ACNUR en Alemania.
"La reunificación familiar es importante. Es fundamental para que las preocupaciones por la situación de familiares varados o atrapados en zonas de conflicto no impidan que un refugiado comience una nueva vida en un país de acogida", explicó.
Un golpe de suerte logró que la familia estuviera más cerca de cumplir el sueño de reencontrarse. En mayo, a las mujeres les comunicaron que los trasladarían. Un autobús los llevó a una pequeña localidad del suroeste de Dresde, a una vivienda que podrían considerar su hogar.
"Es de vital importancia llevar a los recién llegados a las localidades y allí iniciar el proceso de integración, a menor escala, a nivel más personal"
Los voluntarios Sarah Brendal y su esposo Stevi estaban esperando en el patio de la casa rural que habían renovado especialmente para la familia. Son los cofundadores de Refugeeum, un proyecto que apoya y da refugio a los recién llegados. Su misión consiste en facilitar la integración en zonas rurales del este de Alemania, donde una serie de protestas y ataques contra los refugiados han ocupado los titulares de la prensa internacional.
"Es de vital importancia llevar a los recién llegados a las localidades y allí iniciar el proceso de integración, a menor escala, a nivel más personal", precisó Sarah. "Luego se puede empezar a cambiar la forma de pensar de los vecinos. Se dan cuenta de que la familia que está aquí en realidad es muy agradable".
Para Fátima y su familia, el alivio de estar a salvo y de que pronto volverán a estar con sus esposos de manera permanente es difícil de creer. "Podríamos haber perdido a algún miembro de la familia si nos hubiésemos quedado en Siria", comentó Iman. "Estamos muy agradecidos de que nuestros hijos puedan crecer junto a sus padres".
Fátima concluyó: "Estoy tan feliz de haberlo logrado. Me siento mucho mejor al saber que toda la familia está aquí y a salvo. Ahora solo quiero aprovechar las oportunidades que perdieron en Siria".
Por Josie Le Blond, en Dresde, Alemania.
Gracias a la Voluntaria en Línea Daniela Tonini por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.