Guterres visita Somalia y Djibouti destacando el problema de los desplazados
Guterres visita Somalia y Djibouti destacando el problema de los desplazados
OBOCK, Djibouti, 7 de diciembre (ACNUR) – Un encuentro casual el pasado fin de semana en un puerto de Djibouti con António Guterres, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, puede haber salvado la vida de Ahmed*, un joven etíope de 14 años.
El joven se encontró con el Alto Comisionado cuando esperaba en Obock a ser recogido por el barco de un traficante de personas, junto con otros 30 etíopes hambrientos y cansados, que les conduciría a lo largo de un mar picado y de las peligrosas aguas del Golfo de Aden hasta Yemen, con la esperanza de una vida mejor. Ahmed había caminado a través del desierto durante siete días para llegar al puerto, un popular punto de embarque para gente desesperada que sólo quiere llegar a Yemen.
Guterres estaba en Obock de misión, como parte de una visita a Djibouti y al norte de Somalia con el objetivo de acrecentar la conciencia sobre decenas de miles de somalíes y etíopes quienes arriesgan sus vidas todos los años para cruzar en multitudes desde el Cuerno de África, en desvencijados barcos.
"Entiendo lo que estáis haciendo, pero estamos muy, muy preocupados," dijo Guterres al grupo de etíopes, que había estado esperando dos días a los contrabandistas. "El viaje es peligroso. Mucha gente ha muerto y quien sobrevive la travesía ha sufrido. Las mujeres están en peligro [de convertirse en víctimas de trata o ser violadas]. Si alguien está asustado y quiere volver, nosotros podemos ayudarle a regresar".
Agarrando firmemente un bidón de gasolina y una bolsa de plástico con unas pocas pertenencias, Ahmed vacilante se puso en pie y declaró, "Yo quiero regresar". Otras seis personas siguieron su ejemplo, incluidas dos mujeres y otro chico.
La otra mujer del grupo, Alima, de 20 años, no estaba convencida. "Cuando dejé mi país", dijo, "había soñado con ir a Arabia Saudí y trabajar y no me voy a dar por vencida". Su determinación es típica de la gente que arriesga su vida para cruzar el Golfo de Aden, en su mayoría somalíes que huyen de la violencia en el sur y el centro del país o etíopes en busca de una vida mejor.
Pero el Alto Comisionado estaba animado y dejó Obock convencido de que más gente evitaría cruzar los mares si estuviesen mejor informados sobre los peligros y sobre la realidad que les espera en Yemen – en la mayoría de los casos, no un empleo lucrativo, sino vivir en un campamento de refugiados, o trabajos muy mal pagados en las ciudades, o la prostitución.
Hasta este año, 30.000 personas se han embarcado en barcos de traficantes de personas en Obock, un quinto de ellas mujeres. Los sobrevivientes han contado que sufrieron terribles abusos durante el viaje, incluyendo golpes y gente forzada a tirarse al agua lejos de la orilla.
En Djibouti Guterres visitó el campamento de Ali Addeh, gestionado por ACNUR, que alberga a unas 14.000 personas, la mayoría refugiados somalíes, muchos de los cuales han vivido allí desde el principio del conflicto de Somalia en 1991. El gobierno y ACNUR están trabajando por entregar una nueva fuente de agua y proporcionar un mejor acceso a la salud e instalaciones educativas.
"Aquí, al menos, los refugiados se sienten seguros y sus necesidades básicas están cubiertas, pero actualmente no podemos resolver todos sus problemas", dijo Guterres. "Es realmente terrible para esta gente vivir 20 años en medio del desierto sin ningún lugar donde ir".
El Alto Comisionado recordó que la mejor solución posible para los refugiados es el retorno voluntario. ACNUR está evaluando la posibilidad de una repatriación de los refugiados en el norte de Somalia, zona más estable. Se les proporcionaría ganado u otros medios para ayudarles a establecerse y ganarse la vida, una vez retornados.
Hay algunos, sin embargo, para los que el retorno no es una opción. ACNUR ha individuado 1.400 refugiados elegibles para el reasentamiento a terceros países. No todos serán aceptados, aunque Guterres haya apelado a los países más ricos para que aumentaran sus cuotas de reasentamiento.
El Alto Comisionado habló también de una tercera solución, la integración local, durante una reunión con el Presidente de Djibouti Ismail Omar Guelleh. Pero mientras agradecía al presidente por la gran generosidad de Djibouti hacia los refugiados, reconocía que la capacidad del país para integrar incluso un pequeño número de refugiados era muy limitada.
Durante su misión, Guterres también visitó las regiones somalíes de Puntland y Somaliland en el norte de Somalia, relativamente seguro, donde pudo constatar de primera mano las duras condiciones de vida de las decenas de miles de personas desplazadas internamente procedentes del sur y el centro del país.
Los campamentos de desplazados internos que Guterres visitó en las ciudades de Galkayo y Bossaso son polvorientos, congestionados e inhóspitos. Las viviendas consisten en sencillos refugios hechos de trapos y de lonas de plástico de ACNUR. El agua potable, la atención médica y las instalaciones sanitarias escasean y los desplazados son obligados a recoger basura o pedir limosna para alimentar a sus hijos.
"Estamos siendo testigos de este terrible sufrimiento. Albergues inadecuados, pésimas condiciones sanitarias – entre las peores del mundo", dijo Guterres. "Este es un problema humanitario crónico y catastrófico".
Halia Ali Mohamed, quien escapó de Mogadiscio con sus siete hijos, vive en una pequeña tienda de campaña en el asentamiento de Buko Bacley en las afueras de Galkayo. "Todavía estoy traumatizada. Es duro acostumbrarse a este lugar, a esta vida", dijo a los visitantes de ACNUR.
Durante sus encuentros con los funcionarios locales, Guterres propuso proporcionar mejores albergues, un plan de infraestructuras para los campamentos y ayudas para la atención médica y los medios de vida. "Necesitamos involucrarnos activamente en apoyar a todos los somalíes. Deberíamos extender masivamente nuestro asistencia y ayuda para el desarrollo a todas las áreas que ya están en paz".
ACNUR y otras organizaciones no pueden trabajar libremente en el volátil sur y centro del país, donde mucha gente continúa a necesitar ayuda. "Nuestra capacidad para acceder a estas populaciones es limitada por los riesgos de seguridad. Nuestros equipos han de moverse a cualquier lugar con escolta armada", dijo Grace Mungwe, jefa de la oficina de ACNUR en Galkayo.
Algunos proyectos están produciendo cambios. En las estructuras de ACNUR se instituyó un centro de capacitación para chicas desplazadas, muchas de las cuales han sido victimas de violación. Las chicas aprenden a leer y escribir y, además, reciben clases de confección. Durante el día cosen toallas sanitarias, que luego son distribuidas en los campamentos, y ganan entre 70 y 80 USD al mes.
Hawa Adan, quien gestiona el centro, dijo que la violación era un problema creciente, incluso dentro de los asentamientos de desplazados. "Esta práctica no está arraigada en la sociedad Somalí, pero si las comunidades, los líderes mayores y el gobierno no le ponen un freno, empezará a hacer parte de nuestra cultura, dijo, y añadió: "Somalia nunca fue así".
*Nombre cambiado por razones de protección
Por Melissa Fleming en Obock, Djibouti