Hermanos sirios en Líbano trabajan en equipo en casa y en la cancha de fútbol
Como testimonio de la pasión y del talento por el fútbol de Mohammad, el mayor de los hermanos, en el pequeño apartamento de la familia El Jadoua’a en Abbassiye, al sur de Líbano, pueden verse docenas de medallas colgando de la pared de la sala, y una colección de trofeos obtenidos en torneos locales cubre una mesa entera.
Mohammad, de 18 años, sueña con convertirse en jugador profesional, al igual que sus tres hermanos menores – Wissam, de 16 años; Fadi, de 15 años; y Mahmoud, de 12 años –, quienes también aman el fútbol. Los hermanos dedican gran parte de su tiempo al entrenamiento con un amigo libanés de la familia, en un terreno baldío cerca de su casa.
“Empezaron a jugar fútbol con un balón hecho de papel y cinta”, narró Orouba, madre de los chicos. “Son mi mundo. No importa que no se conviertan en jugadores profesionales. Siempre tengo sus medallas colgando de las paredes”.
La tragedia y las dificultades llegaron a la vida de Orouba y de su familia desde que estalló la crisis en Siria. Sus hijos gemelos, Hadi y Shadi, aún estaban pequeños cuando empezaron a tener convulsiones, pero para Orouba y su esposo no fue posible encontrar tratamiento médico.
Hadi falleció poco después, y la familia salió de Siria en 2011; se dirigieron a Líbano en busca de seguridad. Aunque han hecho todo lo posible para tratar la enfermedad de Shadi, el diagnóstico fue erróneo; y, de hecho, su estado de salud empeoró luego de que le recetaron el medicamento equivocado. Ahora, a los once años, Shadi llega a tener hasta 14 convulsiones en una hora, de manera que requiere cuidados continuos.
“La enfermedad de Shadi es terrible”, comentó Orouba. “Necesita atención médica especializada”.
Sin embargo, la familia no puede costear atención de ese tipo para Shadi. Hussein, esposo de Orouba, es el único proveedor de la familia. Trabaja en una tienda de comestibles y gana apenas 60.000 libras libanesas al día, lo que equivale a $2,5 dólares (USD) en plena hiperinflación derivada de la crisis financiera por la que atraviesa Líbano, la cual ha devaluado la moneda del país en un 90%.
De acuerdo con la Evaluación de Vulnerabilidad de 2021 de los Refugiados Sirios en Líbano, nueve de cada diez personas sirias refugiadas vive en extrema pobreza. El precio de los alimentos ha aumentado un 557% en los últimos dos años, hecho que, junto con la escasez de combustibles y la depreciación de la moneda, ha llevado a las familias libanesas y refugiadas a un punto de quiebre.
En medio de la crisis, la familia El Jadoua’a ha adquirido muchas deudas, lo cual les ha impedido pagar la renta. Lograron evitar el desalojo gracias a la asistencia de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados. Sin embargo, aún tienen dificultades para adquirir alimentos, y los chicos tuvieron que abandonar la escuela por los costos adicionales que esta implicaba.
Privados de la oportunidad de recibir educación, los hermanos de Shadi esperan convertirse en jugadores profesionales de fútbol. Mohammad, el mayor, ha triunfado en torneos locales, según lo demuestra su impresionante colección de trofeos y medallas; y el entrenador libanés comenta que Mohammad logrará ser muy exitoso si se le da la oportunidad.
“Al ser sirio, Mohammad no tiene permitido jugar en campeonatos oficiales de fútbol en Líbano”, explicó. “Aun así, creo que será un excelente jugador si entrena y juega a nivel profesional”.
“Son un equipo, el equipo de Shadi”.
El compromiso que los hermanos muestran en la línea de meta va más allá de su ambición en el ámbito futbolístico: sueñan con convertirse en profesionales para mejorar las condiciones de vida de la familia y lograr que su hermano Shadi reciba el tratamiento especializado que necesita con urgencia.
Fuera de la cancha, cada hermano tiene un papel activo en el cuidado de Shadi. “Mohammad, mi hijo mayor, lo alimenta; Wissam lo baña; Fadi lo viste; Mahmoud no puede dormir a menos que Shadi esté a su lado”, contó Orouba.
Sin importar que sus hijos logren o no jugar a nivel profesional, es evidente el orgullo que siente Orouba por la manera en que cuidan a su hermano y hacen lo posible por mejorar su situación.
“Son los defensores de Shadi. Sé que seguirán defendiéndolo, sin importar qué nos depare el futuro”, indicó.
“Me parece que son un equipo, el equipo de Shadi”.