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La música mantiene viva la esperanza de un trío de refugiados urbanos en Luanda

Historias

La música mantiene viva la esperanza de un trío de refugiados urbanos en Luanda

La música ayuda a Freeboy Gbaryeel, un refugiado liberiano en Angola, a hacer frente a la dureza de su vida cotidiana y a la incertidumbre sobre su futuro.
6 Febrero 2014 Disponible también en:
Freeboy Gbaryeel y Mania Mulongwa tocan juntos en Luanda y atraen a los vecinos amantes de la música. Freeboy Gbaryeel y Mania Mulongwa tocan juntos en Luanda y atraen a los vecinos amantes de la música.

LUANDA, Angola, 6 de febrero (ACNUR) – La música ayuda a Freeboy Gbaryeel a hacer frente a la dureza de su vida cotidiana y a la incertidumbre sobre su futuro. A este refugiado de Liberia siempre le ha gustado cantar, pero esta afición se ha hecho más importante desde que aprendió a tocar la guitarra hace cinco años.

Y, con la ayuda del representante del ACNUR en Angola, ahora tiene más oportunidades de ganar dinero dedicándose a la música y de escapar con su familia de la trampa de la pobreza en Luanda, la capital de Angola.

"La música es algo en lo que pienso siempre", dice este refugiado liberiano de 38 años. "Haciendo música me siento feliz", dice sonriendo, y añade que la música le ayuda a olvidar todos sus problemas. Sin embargo, aunque Liberia ha estado en paz en los últimos diez años, no cree que la repatriación sea la solución y desea permanecer en Angola.

Freeboy huyó a la vecina Costa de Marfil en 1990 para escapar de la sanguinaria guerra civil que asolaba Liberia. En 2002 se trasladó a Angola cuando oyó que en este país había mejores oportunidades, pero, al igual que muchos otros refugiados en zonas urbanas, ha tenido que luchar mucho para mantener a su esposa angoleña y a sus tres hijos.

Logra sobrevivir a duras penas trabajando como electricista por cuenta propia y haciendo pequeñas reparaciones en las casas y vive con su familia, que pronto tendrá un nuevo miembro – su esposa está embarazada de su cuarto hijo – en una casa diminuta con dos habitaciones en un barrio de Luanda donde viven familias con bajos ingresos.

Pero le apena que su apellido no figure en el certificado de nacimiento de sus hijos, que fueron registrados con el apellido de su abuelo materno para que pudieran tener la nacionalidad angoleña. Espera que de esta manera tengan un futuro mejor y una vida más fácil que la suya.

Freeboy nunca pensó en la música como un medio de salir de su situación y se hizo músico casi por casualidad. Al regresar a casa por la tarde al finalizar el trabajo, solía escuchar a menudo los sonidos melódicos de una guitarra acústica flotando en los estrechos callejones de su abarrotado barrio. Una noche del año 2009 decidió investigar con su amigo y colega de Liberia, Samuel Saah Yneykor.

Su búsqueda los condujo hasta Mania Mulongwa, un solicitante de asilo de 40 años de la República Democrática del Congo, y los tres iniciaron una buena amistad. Escuchando tocar a Mania, a Freeboy pronto le entró la fiebre de la música. "Quería aprender a tocar la guitarra, así que le pedí que me enseñara", recuerda.

"La música nos ayudaba a relajarnos", dice, y añade que al poco tiempo no solo tocaba la guitarra, sino que también escribía su propia música. Escribía sobre todo canciones antibelicistas e incluso escribió una sobre su huida de Liberia.

"Cuando escribimos canciones, intentamos incluir mensajes sobre lo que ocurre en nuestra vida cotidiana", señala Freeboy, antes de lanzarse a interpretar una de sus evocadoras composiciones para sus invitados del ACNUR en la pequeña y oscura habitación. "Deja de odiar; todos tenemos que pedir perdón. Yo no tomo partido pero tenemos que aprender para no repetir los errores del pasado", canta.

El pasado mes de junio, el ACNUR pidió al grupo que tocara en un evento organizado en Luanda para celebrar el Día Mundial de los Refugiados. Luísa dos Santos, esposa de Hans Lunshof, representante del ACNUR en Angola, observó que sus instrumentos eran viejos y les contaron que los miembros del grupo tenían que alquilar los amplificadores y otros equipos de sonido. A Luisa le impresionó la actuación y sugirió a su esposo la posibilidad de regalarles algunos instrumentos, amplificadores y micrófonos nuevos como una donación particular.

"No solo interpretan una música excelente, sino que ahora disponen de los equipos básicos necesarios para actuar en otros eventos y pueden convertir su música en una auténtica fuente de ingresos", dice Lunshof. "Tenemos que apoyar este espíritu empresarial de los refugiados para que puedan ser más independientes".

Mientras tanto, Freeboy desea por encima de todo compartir el regalo de la música con los demás. El y sus amigos siguen tocando todas las tardes en su pequeña chabola y atraen a los vecinos amantes de la música. Un muchacho adolescente ha pedido a Freeboy que le enseñe a tocar la guitarra. "Estoy encantado de transmitir mis conocimientos. Mania me enseño a mí y ahora yo puedo enseñar a este muchacho".

La oficina del ACNUR en Angola presta apoyo a los refugiados en zonas urbanas proporcionándoles asistencia legal gratuita, garantizándoles el acceso a la salud y la educación públicas y organizando cursos de formación profesional para ayudarles a ser independientes. También colabora con el Gobierno para ofrecer asistencia social a los más vulnerables.

Angola acoge a más de 43.000 refugiados, entre los que se encuentran Freeboy, Sam y otros casi 500 liberianos. La mayoría de los refugiados y solicitantes de asilo de Angola proceden de la vecina República Democrática del Congo.

Por Tina Ghelli en Luanda, Angola.

Gracias a la Voluntaria en Línea Luisa Merchán por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.