Las clases sobre agricultura transforman a los refugiados en emprendedores
Las clases sobre agricultura transforman a los refugiados en emprendedores
RWAMWANJA,Uganda, 28 de octubre de 2016 (ACNUR) – En su hogar, en la República Democrática del Congo, Kwizera Gasigwa, reservista de la policía, cultivaba mandioca y maíz para el consumo familiar y para su venta a fin de incrementar algo más sus escasos ingresos mensuales.
Sin embargo, cuando, huyendo de la guerra, se vieron obligados a refugiarse en la vecina Uganda, a Gasigwa, de 39 años, le resultaba muy duro ver que su familia dependía de las raciones de alimentos que distribuían las organizaciones humanitarias.
Soñaba con recuperar su independencia económica y estaba decidido a cambiar las circunstancias en las que vivían su esposa Nyiranzabi, de 36 años, y sus tres hijos de edades comprendidas entre los 8 y los 20 años.
Esa oportunidad surgió a través de un proyecto de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) y la Agencia de Cooperación Internacional del Japón (JICA), que tenía por objeto impulsar la autosuficiencia de los refugiados enseñándoles a cultivar arroz de manera más eficiente y poniéndolos directamente en contacto con los mercados para vender sus cosechas.
Gasigwa fue uno de los 50 refugiados del asentamiento de Rwamwanja que se beneficiaron del programa y dos años después había ganado suficiente dinero para emprender una serie de pequeños negocios.
"El cultivo de arroz nos ha permitido adquirir una motocicleta que yo utilizo para transportar pasajeros", dice. "Mi mujer ha abierto una tienda de comestibles y las cosas van bien para mi familia". También han empezado a criar cerdos y patos.
"La agricultura no solo es un medio para lograr un fin sino que también permite invertir los beneficios obtenidos para emprender otras actividades relacionadas con los medios de vida", dice Gasigwa. "Ahora puedo elegir porque mi sueño de aumentar los ingresos de mi familia se ha hecho realidad".
Gasigwa se benefició del innovador enfoque utilizado en el asentamiento de Uganda para ocuparse de los refugiados y protegerlos, que consiste en proporcionarles parcelas para construir una vivienda y una granja. Tienen libertad de circulación y pueden ganar dinero, dado que tienen derecho a trabajar y a emprender negocios.
"El ACNUR apoya a los refugiados para que puedan vivir con mayor dignidad proporcionándoles formación sobre las nuevas prácticas agrícolas, lo que les permite ganar dinero, adaptarse a su nuevo entorno y convivir pacíficamente con sus vecinos ugandeses", dice Albert Akandonda, especialista del ACNUR en medios de vida, cuya labor se centra en la agricultura en Rwamwanja.
Durante las sesiones de formación, Gasigwa recibió un kilo de plantas de arroz de semillero, de las cuales obtuvo una cosecha superior a 900 kg de arroz.
La clave del éxito del caso de Gasigwa es que ha podido enseñar a otros e incluso ha establecido un grupo de ahorro y crédito para los agricultores refugiados y también para los ugandeses. El grupo ofrece crédito a sus miembros, en particular a las mujeres que se ocupan de sus familiares, para emprender pequeños negocios y aumentar sus ingresos.
"Los ugandeses han aprendido mucho de los refugiados sobre el cultivo de arroz", dice Christopher Ndyamuhaki, un ugandés miembro del grupo. "Los refugiados se han beneficiado de los ugandeses, que han arrendado dos hectáreas de tierra a los cultivadores de arroz".
Sin embargo aún persisten los problemas. El precio que fijan los cultivadores de arroz es bajo porque no pueden almacenar sus cosechas mientras esperan que suban los precios en el mercado, por lo que dependen de los intermediarios.
Pero estos problemas pueden solucionarse. La Lutheran World Federation, organización socia del ACNUR, enseñó a otro grupo de agricultores refugiados a cultivar ají y los puso directamente en contacto con los exportadores para darles acceso al mercado y evitar que cayeran en manos de intermediarios sin escrúpulos.
"Cultivar productos que te permitan ganar mucho dinero es una actividad provechosa", explica John Bosco Kalaginla, uno de los refugiados congoleses que cultiva ají. Al igual que Gasigwa, está muy agradecido por el dinero que obtiene con el comercio de los productos que cultiva gracias al cual su familia logra sobrevivir en tiempos difíciles. "Queremos plantar cosechas que nos permitan superar las dificultades", añade.
Por Eunice Ohanusi en Rwamwanja, Uganda.
Gracias a la Voluntaria en Línea Luisa Merchán por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.