Las inundaciones causadas por la tormenta llevan miseria a los refugiados sirios en Líbano
La refugiada siria Juriya Ramadan carga a su hijo descalzo mientras camina a través de las aguas turbias que le llegan hasta los tobillos, y que inundaron su albergue en el Valle de la Becá, en el Líbano, hace tres noches.
“La personas están enfermas. Hay agua por todas partes. No podemos dormir en la noche. Ha estado así desde hace tres días. Toda la noche nos sentamos y vemos a los niños, y no hay nada que podamos hacer por ellos. Su situación es realmente mala”, explicó la mujer de 34 años, oriunda de Deir Ez-Zor.
Una estufa de leña, fría e inútil sin el combustible seco, sobresale como una isla del mar de agua marrón en la sala principal del albergue. Juriya salpica alrededor recogiendo trozos flotantes de madera empapada y los apila en la estufa, aparentemente por falta de algo mejor que hacer.
“La personas están enfermas. Hay agua por todas partes. No podemos dormir en la noche”.
Varios días de fuertes vientos y lluvias provocados por la Tormenta Norma han causado inundaciones en ciudades y pueblos de todo el Líbano, que alberga a casi 950.000 refugiados sirios. Más de 360 sitios que albergan a 11.300 refugiados se han visto afectados, incluyendo varios asentamientos como Dalhamiya, donde Juriya vive, y que se ha inundado por completo, lo que ha obligado a cientos de sirios a abandonar sus hogares.
Al menos 600 refugiados sirios en Becá tuvieron que mudarse debido a las fuertes inundaciones o daños en sus albergues. Trágicamente, el miércoles se recuperó el cadáver de una joven siria que se ahogó después de caer en un arroyo inundado en el norte del país, luego de que se reportara la desaparición del día anterior.
En coordinación con las autoridades libanesas, ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, y las ONG socias enviaron equipos para evaluar los daños y distribuir artículos de socorro de emergencia, incluidos colchones y mantas nuevos para los más afectados.
En todo Líbano, ACNUR está prestando asistencia a 166.000 familias sirias vulnerables y a más de dos mil familias refugiadas no sirias, principalmente iraquíes, como parte de su programa regional de asistencia de invierno por 180 millones de dólares.
El apoyo incluye distribuciones de lonas de plástico y postes de madera para ayudar a los refugiados a proteger sus albergues de los elementos del clima, así como un pago mensual de 75 dólares por familia durante cinco meses, por un total de 375 dólares, para ayudar a las familias a cubrir gastos adicionales durante el invierno, como combustible para la calefacción, medicina y ropa.
En toda la región, ACNUR ha estado trabajando durante meses para ayudar a los necesitados a prepararse para las duras condiciones invernales. Casi 2,5 millones de refugiados y desplazados internos sirios e iraquíes han recibido asistencia hasta ahora, principalmente en forma de pagos en efectivo durante el invierno, materiales de albergue, mantas térmicas y otros artículos de socorro.
En total, el plan de respuesta apunta a llegar a 3,5 millones de personas en toda la región con asistencia, y también incluye medidas para mitigar los impactos de eventos climáticos extremos.
Antes de las recientes tormentas en el Líbano, por ejemplo, ACNUR colocó previamente las reservas de artículos de emergencia y envió mensajes SMS a los refugiados que viven en el Valle de la Becá, advirtiéndoles de la posibilidad de inundaciones y aconsejándoles qué hacer si sus albergues sufrían daños.
La intensidad de la tormenta y la naturaleza improvisada de los asentamientos de refugiados en el Líbano, que no son capaces de soportar condiciones climáticas extremas durante mucho tiempo, significaron que muchos refugiados aún estaban muy afectados, lo que desencadenó la capacidad de emergencia pre-posicionada del ACNUR.
“No hay duda de que la situación es muy difícil”, dijo Hiba Fares, Asociada de Relaciones Externas del ACNUR. “Hemos estado revisando a las familias y tratando de ayudar en todo lo que podemos”.
“Hemos estado revisando a las familias y tratando de ayudar en todo lo que podemos”.
“Algunas tiendas quedaron rotas o dañadas, otras inundadas. Así que también estamos tratando de proporcionar albergues alternativos con la ayuda de nuestros socios para las familias cuyas tiendas han quedado destruidas”, agregó.
En todo el asentamiento de Dalhamiya, los residentes trabajaron para desbloquear los desagües y desplazar el agua residual contaminada que ha formado canales en los callejones estrechos entre las filas de estructuras como las tiendas de campaña. Pero el drenaje improvisado y la ubicación del asentamiento por debajo del nivel de las carreteras circundantes han hecho que la tarea sea casi imposible.
Amina Al Darak, una refugiada de 60 años de edad, que parece estar agotada, se desploma sobre un colchón húmedo que se alza a pocos centímetros del agua estancada que ha llenado cada rincón de su casa.
“Nunca antes hemos experimentado una situación así”, dijo. “Los colchones y los edredones se mojaron, no dormimos en toda la noche. Tuve que poner mantas en tablas de madera y tumbarme allí. Ni siquiera puedo prepararme una taza de té debido a la inundación”.