Las lluvias monzónicas azotan los asentamientos de refugiados rohingya en Bangladesh
Las lluvias monzónicas azotan los asentamientos de refugiados rohingya en Bangladesh
Una gran parte de la ladera de la colina se vino abajo en un instante, golpeando el albergue y rompiendo las vigas que lo sustentan, hechas de bambú. Algo de tierra barrió la cuna del pequeño Anwar, que había estado meciéndose de una cuerda atada al techo.
Estábamos aterrorizados. Pensé que íbamos a morir”, dice, hablando en una escuela donde se encuentra ahora con otras tres familias. “Si hubiera pasado de noche, quizás no hubiéramos salido vivos”, añade, acunando a Anwar, que duerme en sus brazos. “Es un milagro que siga vivo, gracias a Alá”.
Hasina y su familia se encuentran entre las 26 de Chakmarkul hogares que tienen que ser reubicados debido a los corrimientos de tierras desde que empezaron las fuertes lluvias el domingo, con precipitaciones de más de 100 ml en 24 horas y vientos de hasta 70 km/h azotando los albergues.
“Estábamos aterrorizados. Pensé que íbamos a morir”.
Las lluvias torrenciales han causado, como mínimo, 89 incidentes informados, incluidos 37 deslizamientos de tierras que han causado un muerto y varios heridos. Casi 2.500 familias refugiadas ̶ esto es un total de más de 11.000 personas ̶ se han visto afectadas hasta ahora. La zona del asentamiento donde viven Hasina y su familia se ha visto especialmente golpeada, con 17 familias de su entorno teniendo que ser trasladadas por los deslizamientos de tierras.
Hace meses que ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, y sus socios trabajan contrarreloj apoyando al Gobierno de Bangladesh para mitigar los riesgos. Los equipos han tendido puentes nuevos, han construido canales de drenaje, reforzado caminos y facilitado a más de 83.000 familias kits mejorados para sus albergues, para que puedan auto protegerse mejor. Más de 30.000 familias también han recibido “kits de amarre” en previsión de la estación monzónica, que consisten en cuerdas y estacas de acero para asegurar mejor sus albergues ante los fuertes vientos. En los próximos días se distribuirán más.
Chakmarkul es uno de los asentamientos rohingya más pequeños, con unos 13.000 refugiados rohingya. Pero es también uno de los que tienen más riesgos debido a su topografía, con muchas colinas y zonas bajas, que hace que las personas sean aquí muy vulnerables tanto a los deslizamientos de tierras como a las inundaciones. Para llegar al albergue de su familia, el esposo de Hasina, Md. Rafiq, de 29 años, transita por estrechos caminos enfangados abiertos en la ladera de la colina.
Golpeados por la lluvia, los caminos y las escaleras están agrietados o se han roto; las laderas de las colinas se han venido abajo y muchas letrinas se inclinaron de manera precaria en las laderas de las colinas. En lo que queda del hogar de Md. Rafiq, grandes vigas se han venido abajo y están inclinadas hacia los lados; y los costados del albergue, de bambú y lona han cedido.
“No podemos volver a trasladarnos aquí”, dice. “Tenemos que trasladarnos a otro sitio ̶ un sitio seguro. Temo que nos pueda volver a pasar, temo que la colina se nos venga encima”.
Se calcula que entre 150.000 y 200.000 refugiados viven en zonas que son vulnerables a los deslizamientos de tierras, a las inundaciones o a las dos cosas. De los 41.000 refugiados a los que se ha evaluado como en riesgo extremo por los deslizamientos de tierras, más de 14.000 se han reubicado ya en zonas más seguras. Encontrar más tierra llana es un gran reto, debido a lo accidentado del terreno del distrito de Cox’s Bazar.
Esto es solo el principio de la estación del monzón que se extiende hasta principios de septiembre. Unos pocos días de lluvia intensa ya han tenido un gran impacto sobre el frágil entorno de los asentamientos de refugiados en el distrito de Cox’s Bazar donde han buscado albergue más de 720.000 refugiados rohingya que han huido de la violencia en Myanmar desde agosto pasado.
Las familias se sienten nerviosas, pero intentan hacer lo que pueden para reforzar sus albergues. En el asentamiento, un hombre que lleva una bolsa de plástico transparente en la cabeza para protegerse de la lluvia, recoge tierra arenosa en un cuenco de metal para intentar compactar la ladera de la colina sobre la que se apoya su albergue.
“Este es mi casa”, grita en inglés un hombre desde el camino, mientras señala hacia un albergue encaramado en el borde del terreno y que parece a punto de derrumbarse. El agua fluye rápidamente por un canal justo debajo. “Anoche y anteanoche no pudimos dormir nada”, explica Md. Ibrahim, de 23 años. “La montaña está ahí. Tememos los deslizamientos de tierras. Tememos por nuestras vidas”.
“Tenemos que trasladarnos”, insiste. “Ya no podemos vivir aquí”.
Gracias a la Voluntaria en Línea Esperanza Escalona Reyes por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.