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Los refugiados de Kobani se trasladan a un nuevo campamento en Turquía

Historias

Los refugiados de Kobani se trasladan a un nuevo campamento en Turquía

Hasta la fecha, solo 5.000 personas se han trasladado al campamento en Suruc, que puede proporcionar albergue a 35.000 de las 192.000 personas que huyeron a Turquía desde Kobani en Siria.
16 Febrero 2015 Disponible también en:
Aysha, Wazam y sus seis hijos, fuera de su tienda en el campamento de refugiados de Suruc, en el sur de Turquía. La familia oyó hablar del campamento recientemente inaugurado y se dirigieron allí. En el trascurso de unas horas fueron registrados y se les asignó una tienda. Aysha tiene la esperanza de regresar algún día a Siria pero, por ahora, su familia no tiene ningún otro sitio adonde ir.

SURUC, Turquía, 16 de febrero de 2015 (ACNUR/UNHCR) – Aysha, su esposo Wazam y sus seis hijos están entre los primeros residentes del campamento de refugiados más grande y nuevo de Turquía. El campamento abrió a finales de enero para acoger a decenas de miles de refugiados sirios provenientes de la ciudad de Kobani, justo al otro lado de la frontera.

Actualmente sólo 5.000 personas se han trasladado al campamento, que tiene capacidad para proveer refugio a 35.000 refugiados de un total de 192.000 que se estima que huyeron de Kobani hacia Turquía durante los enfrentamientos de septiembre a enero entre milicianos y las fuerzas kurdo-sirias. A pesar de que la mayoría de los 1,5 millones de refugiados sirios en Turquía viven en áreas urbanas, muchos luchan por su supervivencia sin ninguna ayuda y es por esto que las autoridades están trabajando duramente para incentivar a más personas a trasladarse al campamento de refugiados de Suruc desde las áreas aledañas.

Aysha, su esposo Wazam, de 51 años, y sus hijos –una adolescente y cinco niños de entre 18 meses y 13 años– se encaminaron al campamento de refugiados poco después de su apertura el 25 de enero. Lucharon por sobrevivir en el este de Siria y luego en Turquía, donde llegaron el año pasado después de huir de su provincia natal, Raqqa. Por desesperación, finalmente se trasladaron a Suruc.

"¿Adónde se suponía que debíamos ir? Nos hemos visto obligados a venir aquí", dice Aysha de 38 años de edad, mientras sostiene a su hijo más pequeño en brazos. Oyeron hablar a amigos y vecinos del campo de refugiados , quienes les contaron que las instalaciones eran buenas y que había mucho espacio disponible.

Además les dijeron que era gratis alojarse allí y esta información fue crucial para tomar la decisión. "No tenemos dinero para pagar un alquiler. No tenemos ni siquiera dinero para comprar azúcar", explica Aysha.

ACNUR contactó con los miembros de la familia cuando estaban esperando en una gran tienda para ser registrados por los funcionarios del campamento.ÂÂ Sus datos personales fueron registrados en una base de datos digitalizada y les tomaron fotografías y huellas dactilares antes que les fuera asignada una tienda familiar y se les dieran algunos artículos de primera necesidad, como un hornillo, colchones y mantas, entre otros.

El campamento de Suruc, uno de los 24 construidos por el gobierno de Turquía para los refugiados que están dispersos a lo largo del país (actualmente unos 230.000), es en esencia pueblo un pequeño y seguro, bien gestionado, con tiendas, restaurantes, una escuela en construcción, red de agua corriente, electricidad y estación de bomberos, entre otras cosas. A pesar de estos atractivos, el número de personas que se ha desplazado a Suruc es inferior al esperado.

Mehmethay Ozdemir, director del campamento, opina que esta situación es producto del desconocimiento entre los refugiados de las facilidades que ofrece el campo y de las relativamente buenas condiciones de vida que pueden encontrar allí. "El problema es que los refugiados no son muy conscientes de la existencia de este campamento", explica el director, antes de mostrar uno de los brillantes folletos informativos distribuidos en pueblos cercanos para alentar a los refugiados sirios a trasladarse al campo.

La Presidencia para la Gestión de Desastres y Emergencias, entidad gubernamental que gestiona el campo de refugiados, está promoviendo el acercamiento a la comunidad en el pueblo de Suruc y en la cercana ciudad de Urfa, alentando a líderes locales a promocionar el campamento en ciudades y pueblos. Ozdemir espera que estos esfuerzos den frutos y que las 7.000 tiendas que tiene el campo estén ocupadas para marzo. "Nos estamos tomando nuestro trabajo muy en serio", remarca.

Entre los refugiados que son objetivo de esta campaña de difusión están los refugiados que viven en el pueblo de Saygin, situado a 14 kilómetros del campamento de Suruc, a los que se alienta a trasladarse. Sin embargo, hasta el momento, la mayoría se ha negado.

"Sé que el campamento es mejor pero prefiero quedarme aquí", dice Layla, una refugiada de 22 años proveniente de Kobani. Parada fuera de su refugio improvisado al lado de un campo, Layla admite las duras condiciones de vida, especialmente cuando llueve y el suelo de tierra se vuelve pantanoso. Sin embargo, Layla insiste en que "por lo general es confortable" y más parecido a un hogar. "Hay menos gente que en un campamento de refugiados", añade.Â

De regreso a Suruc, donde las tiendas están ubicadas en filas compactas y las calles de gravilla corren entre sí en ángulos rectos, Aysha y su familia recogen sus documentos de identidad y son conducidos a su tienda a las pocas horas de su llegada.

Media docena de empleados del campamento de refugiados descargan rápidamente provisiones de un camión y las distribuyen a los recién llegados. Poco después de que Aysha llegue a su tienda, almohadas empaquetadas, colchones, un armario de cocina, ollas y sartenes se apilan en la entrada.

Fumando un cigarrillo y consolando a uno de sus hijos, Aysha firma otros documentos mientras su hija coloca un nuevo juego de platos en una estantería. Más tarde, por la noche, un minibús que distribuye comidas calientes se estaciona en la calle cercana al nuevo hogar de Aysha.

A pesar de la cálida bienvenida, el campamento de refugiados no puede reemplazar la casa de Aysha en Raqqa.

"Aunque me dieran kilos de oro, no me sentiría en casa", dice, parada en medio de paquetes de ayuda humanitaria. "Me dieron todas estas cosas pero ni siquiera puedo alegrarme por ello".

Por Susannah George en Suruc, Turquía