Los refugiados malienses en Níger fabrican mascarillas para evitar la propagación del coronavirus
Los refugiados malienses en Níger fabrican mascarillas para evitar la propagación del coronavirus
NIAMEY, Níger – Como muchas mujeres tuareg, Fátima, de 43 años, aprendió hace años a bordar de sus vecinas en una de las aldeas del Sahel en medio de los farallones rocosos de las colinas de Ader Douchi cerca de Ménaka, en el este de Malí.
“Soy una artesana tradicional tuareg. Produzco y reparo artículos de cuero para mi comunidad”, explicó mientras mostraba una foto de un impresionante taburete de piel en su teléfono. “Coser artículos de cuero es parte de mi ascendencia artesanal”.
Fátima se concentra con atención mientras hace los últimos puntos de sutura en un cubrebocas blanco. “Yo vivía sola con mi hijo ... Cuando los grupos armados comenzaron a destruir las aldeas vecinas, tuve que huir. Me uní a un familiar lejano en Níger. Al menos aquí vivo en paz”.
“Las personas tienen miedo de salir de sus casas”
Hoy, Fátima vive en una tienda tradicional tuareg en las afueras de Niamey, la capital de Níger. Ella es la única en su comunidad artesanal que sabe coser y ha recibido una máquina de coser eléctrica subvencionada por ACNUR para ayudar a hacer crecer su negocio de costura.
“El brote del coronavirus ha impactado fuertemente mi negocio artesanal. Cuando no puedo vender mis artesanías, no tengo dinero para comer. Hoy en día las personas tienen miedo de salir de sus casas. Nadie viene a comprar mis productos”.
Incluso antes de la confirmación de los primeros casos, el Gobierno de Níger había adoptado rápidamente medidas preventivas para detener la propagación del virus. Junto con el toque de queda y el completo aislamiento de Niamey, las autoridades establecieron el uso obligatorio de mascarillas para la cara en la ciudad.
Zeinabou, de 25 años, es una madre y refugiada maliense. Ella trabaja en una modesta tienda de costura en una zona desfavorecida de Niamey.
En Níger, las personas refugiadas malienses fabrican mascarillas para ayudar a combatir la propagación del coronavirus.
Cuando era una niña, soñaba con ser peluquera y abrir un salón de belleza en Ménaka. La violencia arruinó su sueño.
“Era viuda con un bebé de 11 meses cuando Ménaka estaba sitiada. Con mi madre y mis hermanos, caminamos durante días hasta llegar a la frontera con Níger. Desde allí, un automóvil nos llevó a la capital”.
Hoy, ella está bien integrada en la sociedad nigerina y bromea con sus colegas nigerinas en la tienda. Se casó con Zakoye, un hombre nigerino del barrio. Ahora tienen un bebé.
Mujeres como Zeinabou y Fátima mantienen el vínculo con su cultura tradicional, pero aportan habilidades y valor agregado a la economía local. “Estas mujeres refugiadas son resilientes, a pesar de las dificultades que han enfrentado y las circunstancias en las que se han encontrado al llegar a Níger”, explicó Alessandra Morelli, Representante de ACNUR en Níger.
- Ver también: Los sastres refugiados transforman sus negocios para producir máscaras faciales y equipo de protección
Al igual que Zeinabou, Fátima vende sus mascarillas a vendedores ambulantes nigerinos que aparecieron en cada esquina de la concurrida ciudad de Niamey desde que la OMS declaró la pandemia.
“Yo vendo mis productos por 300 francos de África occidental (50 centavos de dólar estadounidense) por unidad, pero mis mascarillas se venden a un precio más alto en la calle. Me doy cuenta de que este es un negocio temporal, pero con el dinero que gano, puedo seguir apoyando a mis tres hijos”.
“Mis mascarillas son blancas, grises y azules. Pero algunos clientes también solicitan mascarillas personalizadas en cera africana”, agregó Zeinabou. Ella aplica el conocido lema "usted llama, nosotros entregamos”.
Muchas personas en Níger usan artículos locales comunes como los turbantes tuareg o el niqab musulmán, que cubre su rostro aparte de los ojos, para proteger su nariz y boca, o máscaras hechas a mano de tela simple.
“Cada persona puede permitirse estos artículos ecológicos y lavables y su uso no agravará el suministro del stock limitado de mascarillas médicas”, agregó Morelli. "Nuestro objetivo es que cada persona refugiada y cada miembro de la comunidad de acogida tengan mascarillas producidas localmente”.
Las diseñadoras y empresarias, como la refugiada maliense Mariama, de 55 años, han entendido bien que la mascarilla Corona es el accesorio más codiciado en la actualidad.
Mariama es la directora del grupo de mujeres refugiadas en su vecindario y se ha beneficiado de varias capacitaciones de ACNUR, incluyendo educación financiera y mercadeo.
“Los pobres no pueden costearse niqabs de moda y terminan comprando máscaras en la calle. Los que tienen dinero prefieren usar niqabs a la medida. He recibido toneladas de pedidos de clientes adinerados”, dijo Mariama.
En Malí, ella hacía sábanas de lino para las frías noches de invierno. Cuando la rebelión tuareg comenzó en su ciudad natal, Ménaka, tuvo que dejar todo atrás y huir.
Después de meses en el camino, encontró seguridad en la capital de Níger, Niamey. “Literalmente perdí todo cuando hui. Me robaron todas mis preciosas telas malienses”.
“Me quedo en mi habitación y no salgo de mi casa”
En Niamey, Mariama hace que las prendas para cubrir la cara se vean elegantes. “Algunos clientes me piden que haga niqabs musulmanes tradicionales en su color favorito. Otros traen sus telas florales preferidas. Hago diferentes modelos en todos los tamaños”.
Mariama tiene presión arterial alta y no puede soportar el calor durante la temporada caliente, ya que las temperaturas aumentan hasta 45° durante los meses de abril a junio. “Me quedo en mi habitación y no salgo de mi casa. No me estoy arriesgando”, dijo.
“Dado que cualquiera puede infectarse sin saberlo y propagar la infección, todos deben cubrirse la nariz y la boca”, agregó Zeinabou.
“Y los clientes deben mantener sus mascarillas limpias y lavarlas con frecuencia”, enfatizó. “Las personas deben protegerse a sí mismas, pero también a las personas que las rodean”.
“ACNUR puede contar con socios vitales para prevenir la propagación del coronavirus en Níger: ¡las mismas personas refugiadas! Son actores de primera línea. La historia de Zeinabou muestra el papel dinámico que desempeñan en la respuesta general”, dijo Morelli. “Su nuevo país de origen se enfrenta a una crisis y han decidido que es hora de retribuir a quienes una vez los acogieron y los incluyeron generosamente”.
Las tres mujeres refugiadas siguen ansiosamente las noticias sobre los efectos que el virus está teniendo en Níger, un país con un sistema de salud ya frágil, y aplican estrictamente medidas de prevención.
Mariama ha colocado un lavabo y jabón frente a su casa y ha comprado gel hidroalcohólico. “Sin lavarte las manos, no entras”, agregó con voz severa.
“Yo me lavo las manos varias veces al día con jabón, pero me aterra lo que esta enfermedad puede hacer a mis seres queridos”, dijo Fátima. “Ruego a Dios todos los días para evitar el desastre”.
Después de huir de la violencia y los conflictos en el norte de Malí, 58.599 personas refugiadas malienses viven ahora en Níger, en uno de los cuatro lugares en las regiones de Tillabéri y Tahoua, que limitan con Malí y Burkina Faso, en el oeste del Sahel, o en grandes ciudades como la capital, Niamey, donde gradualmente han comenzado a reconstruir sus vidas.
ACNUR ha trabajado durante mucho tiempo con las personas refugiadas en programas de inclusión socioeconómica. Estos abarcan una amplia gama de actividades, desde medios de vida hasta la producción de artículos de higiene, desde el apoyo hasta la fabricación artesanal y el desarrollo empresarial.
ACNUR ha lanzado su plan mundial de emergencia contra el coronavirus con un llamamiento por USD 255 millones para apoyar la preparación y respuesta en situaciones de desplazamiento forzado durante los próximos nueve meses. Níger es uno de los países prioritarios donde se necesitan fondos adicionales para ampliar las medidas en las operaciones de terreno de ACNUR para ayudar en la respuesta a COVID-19.