Mujeres refugiadas reciben clases de autodefensa contra la violencia de género
Mujeres refugiadas reciben clases de autodefensa contra la violencia de género
Forzada a casarse con un hombre en contra de su voluntad a una edad muy temprana, Layla se prometió a sí misma que no descansaría mientras otras mujeres pasaran por experiencias similares. "Recuerdo haber visto a mi vecina golpeada por su hermano, por negarse a casarse", recordó. "Ella sentía que su vida había terminado. Le acompañé al hospital y le ayudé a alquilar una casa alejada del peligro".
Esta fue la primera de una larga lista de acciones contra la violencia de género, que acabarían por comprometer la seguridad de Layla y obligarla a escapar a Jordania hace dos años. "Recibía amenazas todos los días, generalmente por carta; en más de una ocasión, había extraños esperándome fuera de mi oficina", dijo. "Sé que nunca estaré a salvo, vaya donde vaya, porque quienes quieren callarme podrían encontrarme fácilmente".
Layla asiste a una clase con 25 mujeres refugiadas – de cinco países diferentes y de diversas edades- en el estudio SheFighter de Amman, la capital jordana. La técnica de SheFighter, desarrollada en 2012 por la empresaria jordana Lina Khalifeh, combina varias artes marciales para enseñar a las mujeres cómo defenderse de sus atacantes, al tiempo que aumenta su autoestima.
"Recibía amenazas todos los días, generalmente por carta; en más de una ocasión, había extraños esperándome fuera de mi oficina."
La clase está organizada por ACNUR, la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados, como parte de las actividades de empoderamiento de la mujer durante la campaña global de los 16 días de activismo, que se extiende desde el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, el 25 de noviembre, hasta el Día Internacional de los Derechos Humanos, el 10 de diciembre.
Este año, la Oficina de ACNUR en Jordania se unió a los esfuerzos globales para combatir la violencia de género: "Leave No One Behind: end violence against women and girls".
La clase fue una nueva experiencia para Layla, que se ha pasado tantos años luchando en nombre de otras. "Todas aquí tienen una historia, y podemos compartirlas y aprender las unas de las otras", dijo. "El sufrimiento puede hacer que nazca una nueva mujer; el sufrimiento me creó. Las mujeres pueden cambiar el mundo y ser lo que quieran ser".
"Después de la clase, las mujeres se sienten más seguras, estables y fuertes física y psicológicamente. Están listas para defenderse ante diferentes situaciones de violencia", explica Batoul, uno de los entrenadores de SheFighter. En una de las paredes del centro, un lema dice: "Habla incluso si tu voz tiembla".
Cerca de una de cada tres mujeres sufrirán abusos físicos o sexuales durante su vida, según datos de ONU Mujeres, la organización de las Naciones Unidas dedicada a promover la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres. En situaciones de desplazamiento forzoso, el riesgo de violencia contra mujeres y niñas es mayor.
Nadia, refugiada de 58 años, es ex profesora universitaria en Bagdad, la capital iraquí. Durante los cuatro años de guerra no pudo dar clases, y finalmente se vio obligada a buscar asilo en Jordania.
"Las clases de defensa personal brindan a las mujeres refugiadas la confianza para creer en su propia fuerza."
"Estoy sola, me siento sola", dijo. "Cuando sales de tu país como una mujer divorciada, empezar una nueva vida como refugiada es difícil". Nadia se sorprendió a sí misma en la clase, descubriendo que era más fuerte y más ágil de lo que pensaba. "Aprendí cuáles son los puntos débiles de los atacantes, y también fue una buena oportunidad para conocer gente nueva y discutir temas que nos afectan a todas".
Junto al aumento de la confianza y la autoestima, la práctica de artes marciales también contribuye a reducir el estrés y a disminuir la ira y la frustración.
En 2017, ACNUR intensificó su labor de prevención y respuesta a la violencia contra mujeres y las niñas y responder a ella, con diversas medidas para combatir la violación, la agresión sexual, el matrimonio infantil, la violencia en pareja, la explotación y el abuso sexual y la mutilación genital femenina.
"Las mujeres y niñas refugiadas tienen un riesgo mucho mayor de sufrir violencia de género debido al desplazamiento forzoso, ya que a menudo pierden su red de apoyo en el país de asilo y se ven inmersas en una situación socioeconómica difícil", explicó Emilie Page, oficial de ACNUR en Jordania que trabaja en el ámbito de violencia sexual y de género.
"Responder a las necesidades individuales de las víctimas es esencial, pero los programas de prevención centrados en el empoderamiento son igualmente importantes", dijo. "Las clases de defensa personal dan a las mujeres refugiadas la confianza necesaria para creer en su propia fuerza. Su valor es una inspiración para todos nosotros".
Las clases forman parte de un esfuerzo más amplio de ACNUR para empoderar a mujeres y niñas refugiadas vulnerables en toda la región, y reducir los riesgos de violencia y explotación a los que se enfrentan. La campaña incluye asistencia en efectivo, formación y provisión de espacios seguros.
Por Olga Sarrado Mur