Nuevo enfoque hacia la integración rinde frutos en Ruanda
Nuevo enfoque hacia la integración rinde frutos en Ruanda
Clementine Bugenimana, de 42 años, sobrevivía con la venta de comestibles en República Democrática del Congo, su país de origen. Ahora, como refugiada en Ruanda, ha aprendido a trabajar la tierra mediante un programa que le permite poner alimentos sobre su mesa y tener dinero en el bolsillo.
“Este proyecto cambió mi vida por completo”, comentó. “Ya no tengo que comprar maíz. He podido ahorrar dinero que obtengo de los cultivos, lo cual me permite cuidar de mis hijos”.
En el campamento de refugiados de Mugombwa, esta madre de seis trabaja, junto con sus vecinos de Ruanda, en el proyecto Misizi Marshlands, una iniciativa agrícola financiada por Fundación IKEA, con el apoyo del Gobierno de Ruanda.
El programa asignó más de 50 hectáreas de terreno a cerca de 1.400 personas refugiadas y ruandesas que cultivan la tierra en conjunto.
Acompañada por Mushimiyima Yasinne, su amiga de Ruanda, Clementine está cultivando frijoles y maíz en las fértiles tierras, y apoya en la administración de las granjas porcinas y avícolas que forman parte del proyecto.
Este éxito reciente no es casualidad. Ruanda ha dado acogida a más de 126.000 personas refugiadas y ha hecho grandes esfuerzos por mejorar la vida de estas personas y de las comunidades de acogida, mientras cumple con los compromisos que adquirió en el Foro Mundial sobre los Refugiados en 2019.
“Este proyecto cambió mi vida por completo”.
Con la intención de empoderar a las personas refugiadas en un contexto de desplazamiento nunca antes visto, quienes participaron en el Foro multisectorial se comprometieron a crear oportunidades laborales, abrir espacios en las escuelas para niñez refugiada, suministrar energías limpias, construir infraestructura y mejorar el apoyo que reciben los países y comunidades de acogida, así como diseñar soluciones a largo plazo, como el reasentamiento y la repatriación voluntaria.
El proyecto Misizi Marshland es tan solo una de varias iniciativas que se lanzaron en Ruanda para alcanzar estos objetivos. El 14 y 15 de diciembre, en las primeras Reuniones del Funcionariado de Alto Nivel, se evaluarán los avances alcanzados por distintos actores y países en torno a lo propuesto en el Foro y en el Pacto Mundial sobre los Refugiados (PMR) de 2018.
Las personas que participen identificarán los avances, retos y situaciones donde se requiere mayor participación para ampliar el apoyo, la autosuficiencia y el acceso de las personas refugiadas a soluciones, en consideración de los retos que ha planteado la pandemia de COVID-19.
En Ruanda, los avances no solo se concentran en los medios de vida: alrededor de 200 kilómetros al este de Mugombwa, cerca de la frontera de Ruanda con Tanzania, se encuentra el campamento de Mahama, que ha dado acogida a más de 55.000 personas refugiadas. En este lugar, el refugiado burundés Ntariteka Moise (36 años) está marcando la diferencia, en favor de la juventud, por medio de la educación.
Moise encontró protección en Ruanda hace seis años. En su país de origen, estudiaba Literatura y Lengua Inglesas en una universidad local.
“Continué con mis estudios universitarios en Ruanda y logré concluir la licenciatura”, comentó con orgullo.
Obtuvo un empleo como docente en la escuela G.S. Paysannat, cerca del campamento de Mahama; y, menos de un año después, la escuela determinó recibir estudiantes refugiados y ruandeses como parte de los esfuerzos de Ruanda por integrar a las personas refugiadas en el sistema nacional de educación.
La escuela llegó a estar sobrepoblada, con más de 100 estudiantes por generación. Sin embargo, gracias a un proyecto de ampliación financiado por ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, se construyeron más de 200 aulas nuevas, lo cual duplicó el total y redujo el número de estudiantes por generación a 70.
De manera conjunta, ACNUR y sus socios, con inclusión del Banco Mundial, han apoyado la construcción de más de 500 aulas nuevas en distintas escuelas en el país. En consecuencia, ha mejorado la calidad de la educación, lo cual ha aumentado la asistencia, y ha permitido que las personas refugiadas y ruandesas se inscriban.
“Cuando los niños refugiados y ruandeses estudian juntos, aprenden unos de otros; esto resulta benéfico para toda la comunidad”, añadió Moise.
La implementación del Pacto Mundial sobre los Refugiados en Ruanda permite que las personas refugiadas, como Moise, encuentren un empleo ayudando a que las personas refugiadas en los campamentos dejen de depender de los programas de asistencia y aumenten sus oportunidades laborales. Moise comenta también que casi dos tercios del personal docente en su escuela son personas refugiadas; lo mismo ocurre con la comunidad estudiantil.
Aneilla Nizeyimana, una refugiada burundesa de 30 años y madre de tres, vive cerca de la escuela en la que trabaja Moise. Aneilla aprendió a hacer jabones en Burundi, su país de origen; sin embargo, no había tenido oportunidad de poner en práctica lo aprendido hasta que tuvo que ir a Ruanda en 2016, luego de las elecciones en su país. En Ruanda, se percató de la alta demanda de jabones entre personas refugiadas y comunidades de acogida.
- Ver también: ACNUR, Estados y socios se reúnen para evaluar avances con respecto al Foro Mundial sobre los Refugiados
Empezar su negocio de jabones no fue sencillo porque no contaba con habilidades comerciales ni con el capital necesario. Por fortuna, Aneilla fue una de las 90 personas refugiadas que ganó premios a través de Youth Connekt, una innovadora plataforma nacional que pone oportunidades socioeconómicas al alcance de la juventud. Ella y otros 80 emprendedores refugiados adquirieron habilidades comerciales básicas y recibieron el capital inicial para sus ideas de negocio.
“El premio económico fue de mucha ayuda. Compré materia prima para aumentar mi productividad”, comentó Aneilla, quien tuvo la oportunidad de invertir en un pequeño teléfono inteligente para promover su negocio y recibir pagos de manera electrónica.
Al cabo de un año, Youth Connekt inyectó más capital en el negocio de Aneilla, lo que le permitió aumentar su producción y distribución de jabones a personas refugiadas y ruandesas en el campamento y en áreas circundantes. Aneilla contrató a ocho personas, de las cuales siete son personas refugiadas Burundi y la otra es de Ruanda. Al ser la única proveedora en su familia, que consta de cuatro personas, Aneilla espera poder invertir en maquinaria para ampliar su negocio aún más.
“Ruanda ha hecho un excelente trabajo en la integración de las personas refugiadas”.
“Mi vida es mucho mejor de lo que era cuando llegué a Ruanda. Me resultaba muy difícil sostener a mi familia, pero, cuando empezó el proyecto, pude ver una luz al final del túnel”, añade Aneilla.
Aneilla espera poder dar empleo a más personas en el futuro.
“Quiero ayudar a mis vecinos y a toda la comunidad. También deseo ofrecer empleos y oportunidades laborales a la juventud”, agregó.
Nayana Bose, Oficial de Respuestas Integrales de ACNUR en Kigali, indica que son impresionantes los avances que Ruanda ha alcanzado con respecto a los objetivos del Pacto Mundial sobre los Refugiados.
“Ruanda ha hecho un excelente trabajo en la integración de las personas refugiadas en el sistema nacional de educación, en su inclusión en el plan de cobertura comunitaria, en la entrega de identificaciones y en la oferta de oportunidades de medios de vida”, explicó.
Además de reflexionar en torno al éxito de estas iniciativas en Ruanda y en otros países que han dado acogida a un gran número de personas refugiadas, en las Reuniones del Funcionariado de Alto Nivel se identificarán brechas, se buscarán soluciones alternativas y se adquirirán compromisos nuevos en favor de las personas refugiadas y de las comunidades de acogida, previo al siguiente Foro Mundial sobre los Refugiados, que tendrá lugar en 2023.