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Obispos en Hungría ofrecen "hospedaje de hotel" a los refugiados

Historias

Obispos en Hungría ofrecen "hospedaje de hotel" a los refugiados

En un país con un rastros xenófobos y con un Gobierno orgulloso de llamarse a sí mismo "intolerante", los líderes religiosos están levantando su voz.
20 Diciembre 2017 Disponible también en:
El obispo Beer, cuya familia de "clase burguesa" fue exiliada al campo durante el comunismo, adora a los animales de granja y cuida de una oveja y un asno.

Cuando Miklos Beer, obispo de Vac, alimenta a su oveja y su asno, la escena hace pensar en el establo de Belén. Pero aquí hay "habitaciones de sobra en el hotel". El obispo ha hospedado personalmente a refugiados en su diócesis en el norte de Hungría.


"Si entra por la puerta una persona pidiendo asilo, ¿cómo puedes rechazarl?" pregunta.

El obispo católico romano, de 74 años y jubilado desde hace 6 meses, habla sin reservas a favor de los refugiados en un país de rasgo xenófobo y con un Gobierno orgulloso de llamarse a sí mismo "intolerante". Él está entre el grupo de líderes eclesiásticos de Hungría que han empezado a cuestionar el enfoque del Gobierno y llama a la compasión con los solicitantes de asilo.

El catolicismo es la religión mayoritaria entre aquellos húngaros que profesan una fe. Más del 37% de los ciudadanos se consideran católicos, mientras que el 14% son protestantes – calvinistas y luteranos. Poco menos de la mitad afirma no ser religiosos o no quieren declarar acerca de sus creencias.

Los luteranos fueron relativamente rápidos para ayudar a los refugiados cuando estos empezaron en 2015 a cruzar hacia Hungría por millares.

Miklos Beer, 74 años, el obispo católico romano de Vac, ha hospedado personalmente a refugiados en su diócesis en el norte de Hungría.

"Tenemos todo tipo de personas en nuestras congregaciones", dice Tamás Fabiny, 58 años, obispo del distrito norte de la Iglesia evangélica luterana en Hungría. "Cuando los refugiados empezaron a llegar a las estaciones, estuve encantado de ver que mucha gente de nuestra Iglesia se fue como voluntaria. Ellos preguntaban, "¿qué tipo de agua deberíamos dar a los refugiados, con gas o sin gas? ¿Y qué tipo de comida comen los musulmanes?".

Los católicos fueron más prudentes. El obispo Beer admite que, aunque él sentía que el construir una valla en la frontera con Serbia "no enviaba un buen mensaje", al principio se inclinó a dar al Gobierno el beneficio de la duda en lo que respecta a la garantía de una inmigración organizada.

Pero él estaba impactado por los carteles y otra propaganda que animaban a la población a ponerse en contra de los refugiados. En 2016, el Gobierno urgió a votar "no" en un referéndum sobre si Hungría debía aceptar su cuota de refugiados de la UE. Finalmente, el resultado de la votación fue invalidado por la baja participación.

"¿Quién concibió la idea de jugar con los instintos negativos de la gente, con su egoísmo e interés propio?" pregunta el obispo. "Sin ninguna duda, la campaña del Gobierno ha tenido un impacto en la población y temo que la gente haya empezado a ver enemigos en todas partes".

El obispo suspira y se esfuerza por explicar las actitudes negativas que se encuentra. "Con el corazón entristecido, debo decir que es poco frecuente el conocer a feligreses que comprenden (la necesidad de ayudar a los refugiados) y esto se aplica también a los sacerdotes. Quizás el origen se encuentra en la antigua dictadura. Nos deshicimos de los comunistas y ahora la opinión general es, "dejadnos solos".

Tamas Fabiny, 58 años, un obispo de la Iglesia evangélica luterana, está entre el grupo de líderes eclesiásticos de Hungría que han empezado a cuestionar el enfoque del Gobierno y a hacer una llamada a la compasión hacia los solicitantes de asilo.

El obispo Beer y el obispo Fabiny, que son amigos, hicieron un vídeo conjunto con un mensaje de bienvenida para los refugiados en el Día Mundial del Refugiado. Después, recibieron cartas llenas de odio e insultos y comentarios abusivos en las redes sociales. "No eran de feligreses sino del público en general. Me hizo sentirme muy apenado", dice el obispo Fabiny.

En septiembre, un incidente particularmente alarmante en el pueblo de Ocseny impulsó a los obispos a hablar otra vez. Los aldeanos atacaron al dueño de un albergue que había ofrecido alojamiento a un grupo de refugiados.

"Estos refugiados tienen garantizado el asilo por el Gobierno", dice el obispo Beer. "Pero es así como es ahora la sociedad húngara. No nos preocupamos por los demás. Hay un rechazo automático hacia los forasteros".

Añade que la Hungría rural está despoblada y muchas casas de los pueblos están abandonadas. "No puedo vivir con la idea de que es mejor que estos edificios se colapsen que dejar a los refugiados vivir ahí", dice él.

"Sirvo más al Gobierno si digo la verdad."

Los líderes religiosos son conscientes de que puede existir cierto riesgo en desafiar al Gobierno acerca de los refugiados, entre otras razones porque las Iglesias dependen de la financiación del Estado.

"El Gobierno no ha dicho que recortará los fondos y yo tampoco me planteo esta cuestión", dice el obispo Fabiny. "Pero a algunos de mis pastores les preocupa ser castigados financieramente. Y yo soy responsable de la unidad de mi Iglesia. Tengo que escuchar sus voces y también tengo que ser justo con el Gobierno. Es un camino muy estrecho".

A este respecto, el obispo Beer dice: "Sirvo más al Gobierno si digo la verdad".

Cuando se trata de dar apoyo práctico a los refugiados, la Iglesia luterana dirige un centro en Budapest donde los solicitantes de asilo pueden conseguir ayuda con las traducciones y asesoramiento legal. Además, también tiene una "casa de la integración" en un pueblo al noroeste, Nyiregyhaza, ofreciendo a las familias de refugiados alojamiento temporal y ayuda con el empleo.

El obispo Beer decidió que lo mejor que podía hacer por los refugiados era acoger a varios de ellos en su propia casa durante la época de frío extremo que hubo antes este año. El obispo, cuya familia "burguesa" fue exiliada al campo durante el comunismo, tiene extensos terrenos. Él adora los animales de granja y tiene una oveja y un asno en el corral. Dentro, la casa es acogedora y mágica. Un tren de juguete recorre una vía en el suelo del despacho.

El obispo acoge a dos hombres de África, un afgano, un sirio y un iraquí. "El hombre iraquí era un ingeniero que hablaba bien inglés. Le bauticé en Pascua," cuenta él.

Sin embargo, cuando el Gobierno húngaro introdujo la nueva ley que ordenaba que los solicitantes de asilo debían permanecer detenidos pendientes del resultado de su solicitud, no había nada que el obispo pudiera hacer para impedir que sus invitados fueran puestos bajo custodia.

"Los dos hombres africanos fueron a declarar a la policía en el pueblo de Györ y no volvieron. Ahora están detenidos", relata él tristemente. Los otros refugiados se fueron de Hungría con la esperanza de encontrar un mejor recibiendo en otros lugares de Europa.

Por Helen Womack y Erno Simon

Gracias a la Voluntaria en Línea Alazne Carro por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.