Organización yemení que ayuda a las víctimas del conflicto a reconstruir sus vidas gana el Premio Nansen 2021
Ameen Jubran optó por quedarse en Hudaydah, el lugar en el que se han dado algunos de los choques más intensos durante el conflicto de seis años. A partir de su propia experiencia con el desplazamiento forzado a causa de los enfrentamientos, su intención era ayudar a compatriotas que huían de la violencia.
Su familia fue desarraigada por primera vez en 2015, cuando apenas comenzaba un conflicto que derivaría en la peor crisis humanitaria del mundo, la cual ha desplazado a más de 4 millones de personas dentro del país. Mientras el conflicto rodeaba a Sa’ada, su pueblo natal, al noroeste de Yemen, Ameen Jubran y su familia se unieron a otras personas que escapaban en dirección al pueblo cercano de Razih.
“En ese momento, quizás había 10.000 personas huyendo a pie de la aldea. Algunos nos hacinamos en el maletero de los coches. Las estaciones de gasolina en el camino fueron incendiadas”, dijo Jubran, de 37 años. “Era como una escena de película”.
El momento más terrorífico se dio en 2017, cuando empezaron a bombardear el vecindario en el que vivía en Razih, y su casa se estremeció con una fuerte explosión.
“Estallaron los vidrios. Estaba en una habitación con mi hija y vi sangre en sus manos”, comentó. Mientras se apresuraban para salir, Jubran decidió llevar la preciada bicicleta de su hija con él.
“En medio del pánico y del caos, había polvo por todos lados, así que tomé la bicicleta de mi hija y me apresuré a bajar las escaleras. Cuando llegué al primer piso, me di cuenta de que había tomado la bicicleta, pero había olvidado a mi hija”.
Después de juntar a toda la familia, se dispusieron a buscar protección nuevamente. En esta ocasión, se asentaron en Sana’a, la capital. Sin embargo, aún lo persiguen los recuerdos del pánico y la confusión que se apoderaron de él cuando tuvieron que abandonar su hogar a causa del conflicto.
A raíz de estas experiencias, junto con la convicción de que la población yemení debe ayudarse en medio de una guerra que ha durado más de seis años, Jubran decidió crear la Asociación para el Desarrollo Humano Jeel Albena.
Esta organización de ayuda fue fundada en 2007 por Jubran y por otras personas que habían trabajado juntas desde su época universitaria con el objetivo de ayudar al estudiantado desplazado por el largo conflicto. Al día de hoy, la organización ha contratado a 100 personas y cuenta con 170 voluntarios, muchos de los cuales son también personas desplazadas.
Ubicada en Hudaydah, una ciudad portuaria al borde del Mar Rojo que ha vivido uno de los peores enfrentamientos en todo el conflicto, Jeel Albena ha proporcionado albergue de emergencia a más de 18.000 personas desplazadas internas (PDI) que solían vivir en asentamientos informales en Hudaydah o en Hajjah.
En 2018, en el momento más álgido del conflicto por el control de Hudaydah, Jubran y sus colegas tuvieron que reubicar su oficina en cuatro ocasiones porque, cuando los frentes cambiaban de posición, las explosiones y balaceras tocaban a su puerta. A pesar del peligro, Jubran dijo que decidieron quedarse y ayudar.
“Las zonas en las que trabajamos se encuentran entre las más empobrecidas y peligrosas”, comentó Jubran. “Podíamos sentir el peligro todos los días, pero había personas desplazadas que necesitaban nuestra ayuda. No podíamos dejarlas sin brindarles asistencia”.
Al alojar a las familias desplazadas en albergues hechos de khazaf, una hoja de palma, los cuales, en comparación con los materiales sintéticos, son mucho más sostenibles y se adaptan mejor a las duras condiciones climáticas, la organización ofrece oportunidades de empleo a cientos de personas desplazadas y locales (primordialmente mujeres), quienes se encargan de cultivar, transportar y vender la materia prima.
“El alojamiento es la necesidad más básica e importante que deben satisfacer las personas desplazadas”, explicó Jubran. “Si cuentan con albergue adecuado, la familia no permanecerá en la calle, lo cual protegerá su dignidad”.
La organización gestiona más de 90 asentamientos informales que han acogido entre 100 y 1.000 familias, las cuales reciben servicios de saneamiento y tienen acceso a escuelas de rehabilitación para la niñez con discapacidad. La organización también está a cargo de un centro comunitario en Hudaydah que se dedica a ofrecer asesoría jurídica y psicológica, así como capacitar a las personas y comunidades desplazadas y a las comunidades que les han dado acogida.
Para reconocer su esmero y dedicación en favor de las personas yemeníes desplazadas internas durante el conflicto, Jubran ha sido seleccionado como el ganador del Premio Nansen para los Refugiados del ACNUR de 2021, un prestigioso premio que se entrega año con año para condecorar a quienes han tenido que realizar grandes hazañas para ayudar a las personas desplazadas por la fuerza y apátridas.
ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, entregará el premio en una ceremonia virtual que se transmitirá a las 18:30 horas (CET) del 4 de octubre.
El nombre del Premio Nansen para los Refugiados honra la memoria del explorador y agente humanitario Fridtjof Nansen, quien recibió un Premio Nobel y fue designado Alto Comisionado para los Refugiados por la Liga de las Naciones en 1921.
Mientras pasea por los asentamientos informales llenos de albergues tejidos que Jeel Albena ha proporcionado, la contagiosa sonrisa de Jubran se ve reflejada en los rostros sonrientes de quienes se han reunido para saludarlo como si se tratara de un viejo amigo. Muchas personas lo conocen desde hace años y saben que las comprende.
“Hemos pasado por situaciones difíciles que se asemejan en el sentido de que estamos lejos de las personas que queremos, de nuestras amistades”, señaló Jubran. “Mi experiencia con el desplazamiento tuvo un impacto positivo en la manera en que me relaciono con otras personas desplazadas. Ahora me acerco más a ellas. Tengo más paciencia y determinación para escucharlas y para conocer verdaderamente sus necesidades”.
“Me dije a mí mismo: podrás relajarte cuando acabe la guerra”.
A pesar del incansable optimismo que, según Jubran, distingue a la población yemení y que mantiene encendida la llama de sus sueños de un futuro pacífico, Jubran sabe que la desesperación puede desanimar a quienes se encuentran en medio del conflicto y deben abandonar su hogar.
Hace un par de años, seis meses después de haber trabajado en las primeras líneas (un periodo de tiempo en el que le fue imposible visitar a su esposa y a sus hijas en Sana’a), Jubran estaba agotado y listo para renunciar.
En última instancia, una charla con su padre lo hizo cambiar de opinión.
“Me dijo: ‘No puedes renunciar mientras Yemen atraviesa por la peor crisis humanitaria. Las personas desplazadas están perdiendo sus hogares diariamente, y tú aún puedes ayudarlas”, recordó Jubran.
Subió a su automóvil, condujo hasta Hudaydah y se puso a trabajar. No ha parado desde entonces.
“Me dije a mí mismo: podrás relajarte cuando acabe la guerra”.