Para Valentin, ser apátrida significa "toda una vida demostrando que existo"
Para Valentin, ser apátrida significa "toda una vida demostrando que existo"
Durante toda su vida, Valentin Rakip se ha sentido como un extranjero en su propio país. Pero tras una lucha legal de 12 años, todo eso está a punto de cambiar, e incluso puede estar en camino de alcanzar su sueño de convertirse en chef.
Hasta hace unos días, Valentin, de 20 años, de Skopje, la capital de Macedonia del Norte, era uno de los millones de personas apátridas de todo el mundo. Sin identidad legal, nunca pudo hacer cosas que la mayoría de nosotros damos por sentadas, como matricularse en el instituto, hacerse una revisión médica o dental, conseguir un empleo legal o viajar fuera de su país.
A pesar de haber nacido en Macedonia del Norte, “me siento como un extranjero en este país”, dijo con evidente dolor.
Valentin cayó en este limbo porque su madre, de nacionalidad serbia, no registró su nacimiento ni el de sus tres hermanos y tres hermanas, y su padre, ciudadano macedonio, no reconoció la paternidad. Su madre abandonó a la familia en repetidas ocasiones durante su infancia y hasta salir del país tras la muerte de su padre, hace cinco años.
“Me siento como un extranjero en este país”.
Eso hizo que Valentin y sus hermanos tuvieran que valerse por sí mismos en una casa destartalada en una de las zonas más pobres de la ciudad, teniendo sólo a sus amigos y a personas de buen corazón en las que confiar.
Le ha costado más de la mitad de su vida, pero gracias a ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, y a un socio, la Asociación de Jóvenes Abogados de Macedonia, Valentin ha conseguido por fin la plena ciudadanía y pronto recibirá su primer documento nacional de identidad. Con la representación legal gratuita de un abogado de la asociación, Valentin consiguió registrar su nacimiento en 2017 y, a finales del año pasado, un tribunal confirmó la paternidad de su padre, allanando el camino para que Valentin adquiriera la nacionalidad nueve meses después. Una vez que Valentin reciba el documento de identidad, se le abrirán las puertas a todos los derechos legales de un ciudadano.
En 2014, ACNUR lanzó la campaña #IBelong para acabar con la apatridia en el mundo en 10 años. Debido a la naturaleza del problema, es imposible saber con exactitud cuántas personas apátridas hay en el mundo, pero en Macedonia del Norte, ACNUR calcula que son al menos 700.
Algunos, como Valentín, no tienen certificados de nacimiento porque no se registraron a tiempo. Otros se convirtieron en apátridas la disolución de la antigua Yugoslavia, en 1991.
“Se necesitan años de trabajo paciente para resolver el problema de las personas apátridas”, afirmó Monica Sandri, representante de ACNUR en Macedonia del Norte, “y se requiere una coalición que trabaje para este objetivo: el gobierno, las Naciones Unidas, el sector privado, los medios de comunicación, el mundo académico, toda la sociedad.
“Como nuestro objetivo es ayudar a todas las personas apátridas de este país a adquirir la ciudadanía para 2024, tenemos que mirar hacia adelante, hacia lo que queremos conseguir y trazar todos los pasos que tenemos que dar para conseguirlo y asegurarnos de que nadie se quede atrás”, añadió.
Teniendo esto en cuenta, la operación del ACNUR en Macedonia del Norte está adoptando un ambicioso enfoque plurianual que se centra en las soluciones, como ayudar a Valentin y a otras personas en situaciones similares a resolver su situación de apatridia.
Macedonia del Norte es una de las 24 operaciones del ACNUR en todo el mundo que están adoptando un enfoque similar de mediano y largo plazo. Sin embargo, para 2024, toda la organización hará la transición a este modelo de planeación.
A pesar de ser el segundo más joven de siete hermanos, Valentín es el pegamento que mantuvo unido al grupo de hermanos desde que sus padres no están. También recibieron apoyo de una organización benéfica, el Centro de Día para Niños de la Calle, que les salvó la vida.
La organización benéfica cuidó de los niños ante la ausencia de sus padres, les proporcionó comida y les enseñó valores importantes. “De ellos aprendí la confianza y la cultura”, dijo Valentin. “Aprendí todo de ellos, cómo ser un ser humano, cómo trabajar. Si no fuera por ellos, no sé qué estaría haciendo ahora”.
Privados de la oportunidad de ir a un instituto educativo formal, Valentin y sus hermanos han tenido que recurrir a trabajos informales, como la venta de ropa en un mercado al aire libre. Él se puso bajo el ala de un mentor en la asociación Pública, vendió una revista callejera llamada ‘Cara a Cara’ y comenzó a adquirir habilidades para conseguir empleo.
“Veo que soy bueno en todo lo que intento”.
Al principio, Valentin estaba tan derrotado que ni siquiera podía imaginar un futuro para sí mismo. Su mentora, Magdalena Chadinoska Kuzmanoski, recuerda que no podía decirle lo que quería hacer porque “nadie se lo había preguntado antes, así que no sabía cómo responder”.
Una vez que identificó su interés por convertirse en chef, Kuzmanoski le organizó unas prácticas en una hamburguesería, una experiencia que aumentó la confianza de Valentin. “Veo que soy bueno en todo lo que intento”, dice el joven.
“Desde el primer día de formación, me han elogiado. Incluso me emplearían ya la semana que viene, pero como no tengo documentos, aún no pueden”.
Eso está a punto de cambiar. Una vez que tenga el carné de identidad, Valentin tiene previsto matricularse en el instituto, trabajar regularmente en la hamburguesería, seguir una formación culinaria, conseguir un pasaporte y viajar fuera del país por primera vez en su vida.
Y espera que muchos otros se beneficien de la obtención de una identidad legal. “No soy sólo yo”, dijo Valentin. “Hay mucha gente en el país que no tiene documentos. Me gustaría hacer un llamamiento a todo el mundo para que se resuelva no sólo mi caso, sino también el de todos los que están en mi situación”.
Ahora que su maratón legal ha terminado, Valentin está ansioso por empezar a construir la vida que siempre soñó y sentir que pertenece. “Me sentiré como en casa cuando tenga una casa, un seguro médico, un trabajo; cuando tenga una buena vida como otros ciudadanos que tienen derechos”.