"Pensé que iba a morir"
La calle estaba oscura. Germán* de 38 años sabía que tal vez era un poco tarde para llegar a casa, pero se dijo a sí mismo que todo estaría bien. Después de todo, solo tenía que caminar unos metros hasta su coche. Sin embargo, algunos hombres ya lo estaban esperando.
“Me cubrieron la cabeza. Me golpearon y me metieron en un auto. Pensé que iba a morir”, dice Germán.
Germán, un contador muy querido por sus clientes, fue secuestrado por una pandilla en Tegucigalpa, Honduras. No sabía a dónde lo estaban llevando, pero sí sabía la razón: “Querían saber cuánto dinero tenían mis clientes. Pero no les podía decir”. Sabía que, si les daba la información, sus clientes sufrirían su misma suerte. A pesar de que sus captores lo golpeaban sin parar, Germán se rehusó a hablar. Por un golpe de suerte, Germán logró escapar de sus captores. “Se distrajeron y logré huir, corriendo descalzo por las calles”, recuerda.
Secuestros como este ocurren todos los días en Honduras, país en el que la extorsión a manos de pandillas criminales es rutinaria y cuando éstas no obtienen el dinero que demandan amenazan o matan a sus víctimas. Entre 2004 y 2014, alrededor de 174.000 personas se han visto obligadas a huir de sus vecindarios y mudarse a otras partes del país debido a la violencia de las pandillas. Otras muchas no tienen más opción que salir de Honduras. Al igual que Germán, más de 205.000 hondureños han huido de su país.
Germán corrió y corrió, porque sabía que quedarse en casa ya no era seguro. Eventualmente llegó al aeropuerto. “Recuerdo estar sentado en el asiento del avión, mirando por la ventana con lágrimas en mis mejillas”, dice. “Estaba dejando mi país, mi hermosa Tegucigalpa, para salvar mi vida”.
¿Cómo me adaptaré a una sociedad tan diferente a la mía?
Con una visa de turista llegó a Texas, en los Estados Unidos, y solicitó asilo.
Sin saber qué le esperaba, luchó contra la incertidumbre: “¿Qué haré? ¿Cómo me adaptaré a una sociedad tan diferente a la mía? ¿Encontraré un trabajo como contador? Estaba completamente solo”.
Cuando llegó a Estados Unidos, comenzó a encontrar respuestas a través de una iglesia local. “Escribí a cinco iglesias, con la esperanza de encontrar apoyo, alguien con quien hablar”, dice. “Una respondió y me sentí aliviado”.
Germán asiste regularmente a esta iglesia, donde se ha encontrado con otras personas que, como él, han huido de la violencia y la persecución del Norte de Centroamérica. Han establecido un sistema de apoyo.
Al reconocer el peligro mortal que enfrentaba en su hogar, las autoridades estadounidenses le concedieron asilo. La buena noticia llegó en su cumpleaños, y ahora ha encontrado la paz que no pudo lograr en Honduras.
“Me siento seguro cuando paseo a mi perro, cuando voy al banco o al café local sin tener que cuidar mis espaldas. Siento que estoy recuperando lo que me quitaron en mi país. Por encima de todo, tengo esperanza de vivir”.
Encontrando seguridad en Estados Unidos
A pesar de la reducción en las tasas de homicidios en los últimos tres años, Honduras continúa experimentando graves incidentes de seguridad, especialmente en áreas bajo control de pandillas. Las amenazas de muerte y la persecución son rampantes. Para muchos, huir es la única opción.
Alrededor de 205.000 hondureños han buscado asilo o han sido reconocidos como refugiados en el mundo, el 31% de ellos en Estados Unidos.