Personas refugiadas que llegan a Irak describen la angustia que supone huir del nordeste de Siria
Personas refugiadas que llegan a Irak describen la angustia que supone huir del nordeste de Siria
Cuando finalmente llegó al campamento de Bardarash, cerca de Duhok, en un convoy de autobuses que transportaba a cientos de personas refugiadas recién llegadas desde el nordeste de Siria, Amina, de 64 años, estaba agotada tras caminar durante horas para alcanzar la frontera con el Kurdistán iraquí en busca de seguridad.
Sin embargo, al igual que la mayoría de las 8.400 personas refugiadas sirias que viven ahora en el campamento y que han llegado en los últimos diez días, sus molestias físicas han quedado eclipsadas por la angustia psicológica que supone verse obligados a dejar sus hogares.
“No hemos dejado de llorar desde que llegamos ayer”, dice sentada en una de las miles de tiendas levantadas para dar albergue a los recién llegados. “Nuestra situación aquí es muy mala. Vivíamos en una casa grande y limpia. No se puede comparar con vivir aquí. Es muy duro”.
Después de presenciar ataques aéreos junto a su casa, Amina dejó su ciudad natal de Al-Malikiya, en el extremo nordeste de Siria, junto a las fronteras con Turquía e Irak, acompañada de dos hijas y otros familiares. Decidieron irse en caso de que las luchas se intensificaran y para evitar el posible reclutamiento de los hombres de la familia, dijo.
“Todo el mundo huía”.
Nos explicó que el camino estuvo atestado de gente de todo el nordeste de Siria que se dirigía a la frontera para escapar de los recientes enfrentamientos y de la amenaza de nuevos conflictos.
“El camino hasta aquí estaba abarrotado. Todo el mundo huía, nadie quería quedarse”, cuenta Amina. “Vi a una mujer que andaba con dos hijos mientras sostenía a un bebé en sus brazos. También había adultos mayores. Ya se imaginan cómo es cuando mucha gente decide huir a la vez”.
Al igual que todos los que llegan al campamento, Amina y su familia recibieron una tienda, mantas, colchones y otros elementos básicos.
ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, registra a todas las personas recién llegadas y, junto con sus socios, presta servicios de atención sanitaria y protección, incluido apoyo psicosocial y servicios específicos para menores no acompañados y personas con necesidades especiales.
De las más de 10.000 personas refugiadas sirias que han cruzado la frontera hacia el norte de Irak desde el pasado lunes, tres cuartas partes son mujeres, niños y niñas. Si bien la mayoría se albergan en el campamento de Bardarash, gradualmente se autoriza a quienes tienen parientes en la zona a que abandonen el campamento y vayan con sus familias.
“Esto no es vida”.
Las llegadas a Bardarash rondan una media de entre 900 y 1.200 personas al día, lo que hace pensar que el campamento alcanzará su capacidad máxima la próxima semana según funcionarios de ACNUR; las autoridades regionales kurdas prevén abrir otros campamentos para hacer frente a la afluencia continuada.
Además de las personas que han cruzado la frontera hacia Irak desde que el pasado 9 de octubre comenzara la Operación Primavera de la Paz, hasta ahora se han visto desplazadas internamente en la región cerca de 180.000 personas, entre ellas 80.000 menores, según datos publicados por las Naciones Unidas el martes.
Sentada en su tienda rodeada por sus escasas posesiones, Amina expresa su esperanza de que las luchas terminen y haya una oportunidad de regresar a casa en lugar de tener que seguir viviendo bajo una lona ahora que se acerca el invierno.
“Si llueve, la situación empeorará. Espero que no entre agua en mi tienda”, dice. “Queremos que detengan ya esta guerra. Esto no es vida. Somos seres humanos y queremos vivir en paz en nuestra patria”.