Refugiados eritreos en Kampala siguen adelante gracias a una red de amor y solidaridad
Refugiados eritreos en Kampala siguen adelante gracias a una red de amor y solidaridad
KAMPALA, Uganda, 11 de abril (ACNUR) – Por la forma en la que juntan sus cabezas al hablar, por su camaradería silenciosa y por la naturalidad con la que el bebé pasa de los brazos de una a los de la otra, Liya y Yordanos parecen madre e hija y actúan como tal, pero en realidad se conocieron hace tan solo cinco semanas.
En el exterior de una oficina gubernamental para el registro de refugiados en la capital de Uganda, las dos mujeres de Eritrea están sentadas en unos bancos de madera bajo una lona, entre una multitud de pacientes solicitantes de asilo. "Lo mejor que los eritreos hacen aquí es ayudarse unos a otros", dice Liya mientras mira con cariño a Noah, el hijo de dos años de su protegida, que anda persiguiendo a unos pollitos por el bochornoso patio.
"Te apoyan mientras vives, pero también si te mueres" añade Liya. "En última instancia, lo que harán si alguno de nosotros muere es recaudar dinero para mandar el cuerpo a Eritrea".
Recibir el apoyo de un completo desconocido es – quizá sorprendentemente – algo habitual, en una ciudad que está sufriendo un proceso intenso de urbanización y a la vez haciendo frente a un aumento importante del número de solicitantes de asilo y refugiados. El apoyo mutuo entre miembros de la comunidad se ha convertido en una red de seguridad imprescindible. Esta es la razón por la que Liya ha acudido al centro de registro con Yordanos, Noah y otra familia eritrea de cuatro miembros: para brindarles el mismo apoyo que ella recibió en su día y para ayudarles a orientarse en los trámites administrativos.
"En las estaciones de autobuses abarrotadas, las personas se reconocen entre sí por sus rasgos", cuenta Maria Mangeni, oficial de servicios comunitarios de ACNUR en Kampala. "Los conductores de autobús, los vendedores o algún conciudadano les ayudan a encontrar a sus familiares" explica. "Les presentan a alguien, que a su vez les presenta a otra persona, y de esta manera encuentran rápidamente un sitio donde quedarse".
Esto fue lo que le ocurrió a Liya cuando huyó de Eritrea hace cinco años con sus dos hijos pequeños. Ella nos ha contado que fue perseguida por el gobierno por ayudar a su hijo mayor a evitar la conscripción forzada a la edad de 16 años, dos años más joven de lo estipulado por la ley. Huyó primero a Juba en Sudán del Sur, un lugar que le pareció inhóspito y peligroso. No sabe qué pasó con su hijo ni con el marido que dejó en Eritrea.
"No tenía absolutamente nada" evoca sobre el tiempo que pasó en Juba. "Algunos eritreos que conocí allí reunieron el dinero para pagarme a mis niños y a mí el autobús a Uganda. Me contaron que era un lugar tranquilo, con buenas escuelas. Después llamaron a sus amigos para que vinieran a recibirme".
Desde el año 2006, Uganda permite a los refugiados vivir en Kampala donde deseen, siempre y cuando puedan mantenerse por sí mismos.
"Para que se les permita permanecer en la ciudad, los refugiados necesitan demostrar que tienen medios para comprar comida, pagar el alquiler y proporcionar educación a sus hijos", dice Apollo Kazungu, comisionado para los refugiados de Uganda.
Esto también significa que reciben menos ayuda humanitaria que si eligieran vivir en los campos de refugiados en otras zonas de Uganda. Aunque las ciudades ofrecen más oportunidades de trabajo, conseguir una seguridad económica sigue siendo difícil. En tales circunstancias, las redes sociales se han convertido en el pilar de las estrategias de supervivencia para los refugiados.
"Todo lo que tengo ahora me lo han dado" dice Yordanos en un inglés perfecto. "Cuando llegué, un amigo en Kampala me dio el contacto de Liya y le dijo que necesitaba un techo. Desde entonces he estado viviendo con Noah en la habitación de Liya".
El segundo hijo de Liya encontró trabajo en un café internet y les mantiene a todos: compra la comida, paga el alquiler y las cuotas escolares de su hermana. Yordanos confía en encontrar un trabajo pronto y devolver a su vecina la generosa ayuda prestada. Mientras tanto, hace lo que puede en su situación precaria. Sus habilidades lingüísticas tienen mucho valor en la oficina de registro donde de forma discreta se ofrece a hacer de intérprete para otras familias de Eritrea.
"Debido posiblemente a las barreras de la lengua y a las terribles circunstancias por las que han pasado, los etíopes y los eritreos suelen tener más dificultades cuando llegan" observa Mangeni, "pero casi nunca acuden a nosotros en busca de ayuda y, cuando lo hacen, estoy segura de que es porque están entre la espada y la pared. Son personas fuertes, no se dan nunca por vencidos. Aunque sólo les quede un trozo de pan, lo compartirán".
De esta manera, a través de la dura supervivencia diaria, Liya encuentra la fuerza entre sus vecinos. Intercambia otra mirada de complicidad con Yordanos y musita en su lengua materna: "Yfetwom, yfetweni. [Los quiero y me quieren]".
Por Melanie Senelle en Kampala, Uganda
Gracias a la voluntaria de UNV Online Isabel Arranz del Riego por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.