Retrato de un artista iraquí refugiado en Túnez
Retrato de un artista iraquí refugiado en Túnez
CENTRO DE TRÁNSITO DE SHOUSHA, Túnez, 11 de abril (ACNUR) – Mohammed Karem quiere convertirse en profesor de arte itinerante para enseñar a los refugiados de todo el mundo. "Me gustaría viajar con ACNUR o con cualquier otra organización", dice.
De momento, este iraquí de 55 años está contento de poder transmitir sus conocimientos a otros refugiados en un campamento en pleno desierto, cerca del principal paso fronterizo con Libia, donde ha trabajado durante casi 15 años. "Los refugiados tienen mucho tiempo y yo intento que hagan algo útil", explica. Sus nuevas habilidades podrían resultarles útiles en el futuro.
Tanto para el profesor como para los alumnos es un respiro que les ayuda a soportar las horas y los días que pasan esperando noticias sobre el reasentamiento. Los cuatro hijos adultos de Mohammed han sido aceptados en Estados Unidos, pero él y su mujer aún no tienen noticias y, lógicamente, están preocupados. Es probable que casi todas las personas de Shousha sean finalmente reasentadas, pero no todos. Además, el proceso puede tardar meses.
ACNUR considera que el reasentamiento es la única opción viable para la mayoría de los refugiados reconocidos oficialmente que huyeron de Libia a Túnez. Unos 1.800 refugiados han sido aceptados por 15 países diferentes para su posterior reasentamiento y más de 700 ya han partido de allí para comenzar una nueva vida lejos de Túnez.
Al menos dos veces por semana, Mohammed recorre el camino desde su vivienda alquilada en las proximidades de Ben Guerdane hasta Shousha, donde pasa el día enseñando gratuitamente a unas 50 personas de las más de 3.000 que residen en el campamento. Está especializado en pintura y dibujo pero también da clases básicas de escultura y artesanía.
Imparte clases especiales sobre perspectiva a jóvenes que se vieron obligados a interrumpir sus estudios de ingeniería y para los cuales el dibujo es importante. Esta experiencia podría ser crucial para los que deseen solicitar la admisión en cursos universitarios o encontrar trabajo en sus nuevos lugares de residencia.
Mohammed da sus clases en un centro comunitario organizado por el Consejo Danés para los Refugiados, organización socia de ACNUR en la ejecución de proyectos en este campamento. "Un día enseño a los hombres y otro a las mujeres", dice, añadiendo que las mujeres tienen una habilidad especial para la artesanía y a menudo organizan exposiciones en el centro. Sus alumnos proceden de Eritrea, Somalia y Sudán y también hay algún que otro iraquí.
Mohammed, cuya carrera artística está pendiente de una operación de cataratas, no sabía cómo le iría cuando se ofreció como voluntario para impartir clases. "Me sorprendió que hubiera tanta gente", dice. "Empiezan con cosas sencillas y van mejorando ... Yo les enseño lo que necesitan".
El Consejo Danés para los Refugiados le proporciona a Mohammed todos los materiales que precisa para sus clases, como papel normal y de colores, cuero, brochas, óleos, agua y pinturas para carteles, cuerda, pegamento, seda, agujas para tejer y lana. Estos últimos materiales son utilizados por una refugiada de Eritrea, que enseña a hacer punto, técnica que, según nos cuenta, aprendió en Libia.
ACNUR y el Consejo Danés para los Refugiados buscan formas de ayudar a los alumnos a ganar algo con sus trabajos y mantenerlos motivados.
Mohammed nos mostró algunos de los trabajos realizados en este estudio situado en pleno desierto, entre los que había pinturas y dibujos, así como marcos para fotografías, pulseras, bolsos de tela, gorras de lana, manteles, flores de papel y muchas otras cosas.
Venir a Shousha es una actividad claramente terapéutica para Mohammed, que aprendió su técnica de algunos de los mayores artistas modernos de su país, como Hafidh al-Duroubi y Faik Hassan, célebres por sus cuadros de caballos.
"Fui profesor de arte durante 30 años en Irak y Libia y daba clases en escuelas y universidades, por ejemplo en Misrata, donde fundé el departamento de artes plásticas", dice Mohammed, que nació en la ciudad de Basra, en el sur del Irak, y llegó a Libia en 1997 para trabajar como profesor en un instituto de formación de profesores en Trípoli.
La familia se asentó en este país y Mohammed siguió pintando y exponiendo sus obras, pero en los últimos años empezó a tener problemas con el salario y los contratos. Cuando, en el mes de febrero del pasado año, se iniciaron las revueltas contra el régimen de Muammar el Gaddafi, estaba dando clases en la Universidad de Zawiya, al oeste de Trípoli.
La familia se planteó lo que iba a hacer, incluso hablaron de la posibilidad de regresar a Irak. A Mohammed le preocupaba la inseguridad que seguía imperando en su país, donde sabía que se había lanzado una terrible campaña en contra de los artistas orquestada por los radicales islámicos, que alcanzó su punto álgido durante el período comprendido entre los años 2003 y 2007.
"Regresé en 2008 y me enteré de que muchos de mis amigos habían sido asesinados, así que estaba asustado", dice señalando que en 2007 los miembros de su familia habían obtenido el estatuto de refugiados en Libia, debido al temor de Mohammed con respecto al peligro que corren los artistas en Irak.
Decidieron buscar un lugar seguro en Túnez y entraron en el país el pasado mes de mayo por el paso fronterizo de Ras Ajdir. Antes de trasladarse a Shousha, en septiembre, la familia estuvo primero en un campamento de la Media Luna Roja. "Partimos hacia Ben Guerdane en octubre. Era difícil vivir en el campamento", afirma. "Si tienes dinero puedes salir de allí. Y el hecho de ser iraquí facilitó las cosas".
Las cosas todavía son difíciles en Túnez. Ellos pagan 150 dinares tunecinos (100 dólares americanos) al mes por un piso para seis personas. "Vivimos en condiciones difíciles y con un presupuesto modesto ", dice y añade que los habitantes de la zona les proporcionan alimentos de vez en cuando.
No ve ningún futuro en Túnez, dado que resulta difícil conseguir un trabajo en este país, pero, sin embargo, afirma que nunca volverá a Libia "porque en Libia continúa la crisis y nunca terminará". Por lo tanto, el reasentamiento es su mayor esperanza, si bien la espera es tensa. "Estoy preocupado porque quiero estar con mi familia. Sigo estando preocupado".
Las visitas semanales a Shousha contribuyen a mejorar su estado de ánimo y Mohammed está contento de tener esta oportunidad de ejercer su profesión en el lugar más inesperado. Después de todo, está agradecido a sus alumnos. "Les agradezco que me hayan brindado de nuevo la esperanza de enseñar y aprender arte", dice.
Por Leo Dobbs, en el centro de tránsito de Choucha, Túnez