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Seguir adelante a pesar de los estragos de la erupción

Historias

Seguir adelante a pesar de los estragos de la erupción

Las familias desplazadas después de la erupción del monte Nyiragongo, en el este de la RDC, necesitan apoyo urgente mientras se esfuerzan por reconstruir sus vidas.
14 Junio 2021 Disponible también en:
Jean y Esperance Muhoza y sus siete hijos están parados sobre la roca volcánica donde solía estar su casa.

Paul Bapolosi nunca olvidará lo conmocionado que estaba cuando vio que la lava al rojo vivo caía del Monte Nyiragongo, que domina la ciudad de Goma, en el este de la República Democrática del Congo.

Paralizado de cintura para abajo y en silla de ruedas desde que era un niño, Paul, de 48 años, tuvo que ser empujado a un lugar seguro por su esposa e hijos. Se unieron a decenas de miles de personas que escaparon cuando el volcán entró en erupción inesperadamente el 22 de mayo.

“Sin mi familia, no sé si hubiera podido huir. Soy afortunado de estar vivo y tan orgulloso de que todos llegamos juntos a un lugar seguro”, comentó Paul.

Su esposa e hijos lo empujaron toda la noche, durante más de doce agotadoras horas, hasta Sake, una ciudad a 25 kilómetros al oeste de Goma.

“Soy afortunado de estar vivo”.

“El camino estaba lleno de baches, era largo y nuestros hijos estaban muy cansados. No fue nada fácil”, recuerda su esposa, Francine.

La familia de Paul encontró alojamiento en una escuela que acogía a 300 personas desplazadas, incluidas más de 100 personas con movilidad reducida. Algunos, como Paul, huyeron en sillas de ruedas, mientras que otros caminaban con muletas o usaban simples bastones.

A medida que la lava comienza a enfriarse, el gobierno alienta a la gente a regresar a sus hogares, pero muchos dicen que han perdido todas sus propiedades y necesitan ayuda para reconstruir sus vidas. Otros, como Paul, no saben si las casas que dejaron todavía estarán disponibles.

As the lava begins to cool, the government is encouraging people to return to their homes, but many say they have lost all their property and need assistance to rebuild their lives. Others, like Paul, do not know whether the homes they left behind will still be available.

“No tenía mi propia casa, así que no sé si mi arrendador estará ahí cuando regresemos o si habrá entregado nuestra casa a otro inquilino”, señala Paul.

El Monte Nyiragongo es uno de los volcanes más activos y mortíferos del mundo. Más de 170 personas murieron cuando estalló por última vez en 2002 y la lava se extendió a muchos vecindarios, destruyendo propiedades y hogares.

Las autoridades de Goma informan que 32 personas murieron en la erupción de mayo y al menos 4.000 casas fueron destruidas por la lava y el calor extremo. Nadie, incluidos los expertos en volcanes, había previsto la erupción. Llegó cuando la región de Kivu del Norte, donde se encuentra Goma, lucha con décadas de conflicto y violencia en curso que ha desplazado a más de 2 millones de personas.

Más de 450.000 personas huyeron de Goma en los días posteriores a la erupción, ya que la ciudad continuó siendo golpeada por más de mil temblores, lo que generó miedo de otra erupción. Unas 120.000 personas huyeron solas a la ciudad de Sake, mientras que otras continuaron hacia Minova y Bukavu más al sur, o hacia el norte hasta Kiwanja en el territorio de Rutshuru.

Alrededor de 8.000 personas también cruzaron la frontera hacia Ruanda, que se encuentra al este de Goma. La mayoría de ellas han regresado desde entonces a la República Democrática del Congo.

Julienne Bushashire, de 50 años, emprendió un viaje arduo similar. Caminó todo el trayecto hasta Sake con sus diez hijos, sufriendo todo el tiempo debido a una condición que provoca que solo pueda caminar con la ayuda de un bastón. También encontró alojamiento en la escuela.

“No me queda nada”.

“Tuve que parar a descansar muchas veces porque me dolían las piernas. Dormíamos al borde de la carretera al aire libre cuando estábamos demasiado cansados ​​para continuar “, explica, y agrega que las carreteras que salen de Goma estaban llenas de gente aterrada.

Julienne lo perdió todo cuando huyó a Goma en 2007 después de que su pueblo natal en Masisi fuera atacado por milicias armadas. Tuvo que empezar de nuevo y ahora, el volcán se ha llevado lo poco que tenía.

“Me han dicho que saquearon mi casa en Goma. No me queda nada”, agrega.

Sin agua corriente ni luz, decenas de familias se quedan en las aulas de clase sin ningún tipo de amenidades, higiene o comodidad.

Se estima que unas 350.000 personas necesitan urgentemente asistencia humanitaria. La prioridad de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, es desalojar las escuelas y garantizar que se reanude un sentido de normalidad, especialmente para las niñas y los niños, lo antes posible.

“Los niños que huyeron del volcán y ahora son desplazados están realmente traumatizados. Es fundamental que vuelvan a sus rutinas habituales y que sus padres puedan reanudar sus actividades diarias”, explica Liz Ahua, representante de ACNUR en la República Democrática del Congo. “Esto puede ayudar a reducir el trauma de los niños”.

ACNUR ha ayudado a las personas desplazadas con artículos básicos de socorro, como jabón, mantas, lámparas solares y kits de higiene. También se han construido alojamientos comunitarios en Sake y Minova para descongestionar las escuelas e iglesias.

“Tuvimos que trasladar a nuestro personal a Sake y Bukavu, donde inmediatamente comenzaron a ayudar a las personas más vulnerables ahí”, agrega Ahua de ACNUR, y explica que días después del desastre, había equipos de emergencia en varias ciudades, incluidas Sake, Minova, Kiwanja, Masisi, Kitshanga y Bukavu.

Pero se requiere más esfuerzo para preparar a las familias desplazadas que estén listas para regresar y reconstruir.

Esperance y su esposo Jean están parados sobre rocas de lava que se han acumulado en el lugar donde una vez estuvo su casa en Mugerwa, uno de los vecindarios que fue casi completamente arrasado. Las rocas todavía están calientes pero la pareja está lista para empezar de nuevo.

“Estamos acostumbrados al volcán, es como nuestro vecino”, comenta Jean. “Pero necesitamos un terreno para reconstruir nuestra casa”.