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Sobrevivir a la guerra en Misrata: una familia libia cuenta su terrible experiencia

Historias

Sobrevivir a la guerra en Misrata: una familia libia cuenta su terrible experiencia

Fighting for control of the Libyan city of Misrata has trapped thousands of people. But some are getting out by sea. UNHCR's Hélène Caux spoke to one family. [for translation]
28 Abril 2011 Disponible también en:
Esta mujer y sus hijos están felices de haber salido de Misrata. Atrapados en medio de los combates, muchos de niños traumatizados de Misrata se han vuelto más agresivos o hiperactivos, mientras que otros siguen mojando la cama – un síntoma del miedo y estrés

TOBRUK, Libia, 28 de abril (ACNUR) – La primera vez que vi a Akram* en Tobruk me quedó claro que necesitaba contar a alguien la terrible experiencia por la que él y su familia acababan de pasar. Este profesor universitario de 40 años, su mujer y sus tres hijos pequeños acababan de escapar por mar de la ciudad portuaria de Misrata, en el oeste de Libia, que ha estado bajo el feroz asedio del gobierno durante semanas.

Las palabras salían atropelladamente de su boca durante nuestro encuentro la semana pasada, al recordar la muerte y destrucción atroz que él y su familia habían presenciado en la tercera ciudad más importante de Libia, que era además un centro económico importante del país. Hoy es un campo de batalla bajo un bombardeo incesante en el que nadie está a salvo.

"Todavía no sé cómo estamos vivos", me dijo con la voz quebrada. "Un cohete pasó por nuestro salón hace dos semanas y todo quedó destruido, pulverizado. Nuestros muebles, las ventanas, las paredes, todo está destruido". A esas horas normalmente la familia habría estado en el salón, pero ese día dio la casualidad de que estaban viendo la televisión en otra habitación, y pudieron escapar ilesos.

También vivieron más momentos de tensión en su lucha por sobrevivir y escapar al infierno de Misrata, donde se teme que muchos civiles han fallecido desde que empezó el conflicto en Libia a mediados de febrero.

"Misrata es un campo de batalla donde cohetes, misiles, tanques y todo tipo de armas se están usando contra los ciudadanos. No hay ningún sitio seguro allí. No podíamos quedarnos, estábamos demasiado preocupados por nuestros hijos", aseguró Akram.

Sin duda no es un lugar para los civiles, especialmente con los stocks de comida, medicina y agua limpia disminuyendo y con dificultades para el abastecimiento. El Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, António Guterres, hizo un llamamiento a principios de mes para pedir el acceso humanitario a Misrata, asegurando que "ésta es una situación en la que se debería garantizar el acceso de ayuda humanitaria para salvar vidas".

Si para los no-combatientes ya es bastante peligroso moverse por la ciudad, mucho más lo es intentar escapar de un lugar donde el mar es la única salida realista.

Un día, dijo Akram, vio con horro desde su casa cómo una familia pagó el precio más alto en su intento por salir de la ciudad. Una pareja empujaba frenéticamente a sus tres hijos hacia el interior de un coche, probablemente con la esperanza de conducir hasta el puerto para coger un barco, cuando de repente se oyó una fuerte explosión y el vehículo era alcanzado por un cohete.

"Había restos humanos por toda la calle. Fue horrible. Todavía tengo pesadillas con cuando pienso en esos niños", dijo Akram, mientras el recuerdo perturbador le inundaba de nuevo. Pero lo peor estaba por llegar. Su mejor amigo fue abatido en su coche por un francotirador escondido en uno de los rascacielos de Misrata. Su cuerpo permaneció allí durante tres semanas porque era demasiado peligroso arriesgarse a recuperarlo.

Akram y su familia finalmente se arriesgaron a viajar al puerto, donde esperaron un barco junto a otros cientos de personas, incluyendo a inmigrantes extranjeros y refugiados de África subsahariana. La semana pasada llegaron a Tobruk, en el este de Libia, donde están viviendo en un edificio privado con otras 15 familias de Misrata.

La mayor parte de las miles de familias e individuos que lograron salir de Misrata este mes, en los barcos fletados por organizaciones humanitarias como la Organización Internacional para las Migraciones, cuentan historias similares. Sus niños son los que más están sufriendo a nivel psicológico. Muchos se han vuelto hiperactivos o más agresivos, y juegan constantemente a juegos de guerra. Otros han empezado a mojar la cama de noche, un signo de miedo extremo y estrés, y son muy sensibles a los ruidos repentinos.

"Nuestra hija de dos años, Huda*, se ha convertido en otra persona", me confesaba Mona*, la mujer de Akram, mientras la niña de pelo moreno estaba sentada a sus pies. "Ahora demanda mucha más atención y usa palabras groseras. Constantemente intenta morder a la gente".

Miré a Huda de nuevo y parecía agitada y tensa. "Mis dos hijos, de siete y nueve años, también están afectados", continuó Mona. "Están mojando la cama por las noches. Estaban traumatizados por el ruido de las constantes explosiones".

Akram, agradecido por tener a alguien que le escuchara, tenía muchas más historias que contarme, entre ellas la de los jóvenes apresados durante las manifestaciones pacíficas, las noches en vela por los constantes bombardeos o los amigos que salieron de sus casas para comprar comida y nunca regresaron.

Pero se reservó sus palabras de despedida para la gente de Tobruk, ciudad que está siendo controlada por fuerzas antigubernamentales y que acoge actualmente a 12.000 libios desplazados. Los civiles están dando alojamiento gratuito a los que vienen de Misrata, y comités locales, organizaciones de beneficencia y particulares han donado ropa, comida y medicinas. ACNUR también ha aportado materiales de ayuda en la zona.

"Estoy sorprendido por la solidaridad y generosidad de la gente de Tobruk, y eso nos da fuerzas para el futuro. Nos sentimos en paz aquí tras todo lo que hemos pasado; finalmente podemos abandonar parte de nuestro miedo", declaró Akram.

* Nombres ficticios por motivos de protección.

Por Hélène Caux en Tobruk, Libia