Supervivientes de naufragio vieron horrorizados cómo cientos se ahogaban
Supervivientes de naufragio vieron horrorizados cómo cientos se ahogaban
ATENAS, Grecia, 2 de mayo de 2016 (ACNUR) – Todo lo que Yasin Osman Ibrahim y su hijo de tres años Abdulrahman pudieron hacer fue observar horrorizados mientras más de 500 migrantes y refugiados se ahogaban hace dos semanas, en uno de los peores naufragios en el Mediterráneo de la historia moderna.
Sosteniendo a Abdulrahman contra su pecho, Yasin estaba de pie en la cubierta de un barco de madera mientras el mar se tragaba a cientos de personas que se encontraban a bordo de otro barco más grande abarrotado de gente al que los traficantes de personas estaban intentando trasladarlos. Este barco acabó hundiéndose.
Los gritos eran ensordecedores. Casi nadie sabía nadar. Yasin, un somalí de 24 años que había estado viviendo en un campamento de refugiados de Yemen, buscó desesperadamente a los cinco miembros de su familia entre las personas que se agitaban en el agua.
"Creímos que nosotros también moriríamos", dice. "Pensamos: nosotros seremos los siguientes".
Yasin perdió a cuatro miembros de su familia ese día: dos primas, un primo y la hija de uno de ellos, de tres meses de edad. Otro primo, de 28 años, Molid Osman Adam, pudo alcanzar a nado la embarcación de Yasin, donde los hombres le ayudaron a subir a bordo.
Solo sobrevivieron 41 personas: 23 somalíes, 11 etíopes, 6 egipcios y un sudanés. El hijo de Yasin, Abdulrahman, fue el único niño superviviente, y su prima, Sowes Mohammed Dereye Mire fue una de las tres únicas mujeres supervivientes.
Durante tres días fueron a la deriva, sin rumbo, con poca comida y agua, rezando para que los rescataran. Finalmente, el 16 de abril, un carguero filipino los rescató frente a las costas de Libia y los llevó al puerto griego de Kalamata. Ahora están en un hotel de Atenas, donde reciben ayuda legal y psicológica ofrecida por ACNUR y su socio local, la ONG griega Praksis.
Varios de los supervivientes han relatado a ACNUR su lucha por sobrevivir en el mar.
Hasta el año pasado, Yasin no se había planteado seriamente la idea de vivir en Europa. Ya había huido de su país en una ocasión.
Estaba estudiando informática en la universidad en Mogadiscio cuando unos hombres armados mataron a su tío en 2009. Temiendo por su vida, Yasin huyó en un barco de traficantes de personas y cruzó el Golfo de Adén hasta Yemen. Durante unos cuantos años vivió en un campamento de refugiados en Kharaz.
El propio Yemen cayó en la guerra civil, impidiendo que las organizaciones humanitarias abastecieran el campamento con alimentos y servicios y Yasin no soportaba ver cómo su familia pasaba hambre. Hace dos meses, se despidió de su esposa, Fátima y de su hija de tres años, Maryam y volvió a cruzar el Golfo de Adén en un barco de traficantes de personas con Abdulrahman y 38 personas más. Cruzaron Sudán y Libia en coche y después esperaron durante tres semanas en una casa gestionada por traficantes cerca de Tobruk, en la zona oriental de Libia, hasta que pudieron cruzar el Mar Mediterráneo.
"Vine aquí para salvar a mi niño y su futuro, y el futuro de mi esposa y de mi hija", dice Yasin. "No quiero que, de aquí a 20 años, mi hijo me pregunte: "Padre, ¿por qué permitiste que creciera como un refugiado? ¿Por qué no intentaste sacarme de aquí?" Quiero que sea como otros niños, que crezca en paz. Estoy haciendo todo lo que puedo para salvar su vida".
Antes del amanecer, Yasin y Abdulrahman subieron a un barco de madera abarrotado con otras 200 personas. Los traficantes cobraron a cada uno de ellos 1.800 dólares estadounidenses a cambio de un paso seguro a Italia.
Durante un día entero, solo vieron una difusa línea azul donde el cielo se encuentra con el mar. Cuando cayó la noche, se detuvieron al lado del barco más grande, que chirriaba bajo el peso de unos 300 migrantes y refugiados. Los traficantes ataron una embarcación a la otra y obligaron a todo el mundo a pasar al barco más grande.
Los pasajeros tenían pánico y protestaron pero los traficantes insistieron. Uno a uno, se aferraron a las cuerdas que unían a ambos barcos, siendo las mujeres y los niños los primeros, intentando no mirar al mar que se extendía bajo ellos.
De repente, el barco más grande empezó a inclinarse.
"El capitán de ese barco gritaba: "¡Hagan contrapeso! ¡Hagan contrapeso! ¡El barco se va a pique! ¡Hagan contrapeso! ¡Hagan contrapeso!", dice Muhidin Hussein Muhumed, un superviviente del naufragio, natural de Hargeisa, Somalia, que viajaba con sus seis hermanos.
En tres segundos, continúa explicando, el barco se había dado la vuelta, sumergiendo a sus pasajeros en el mar. Muhidin aún estaba en el barco más pequeño, esperando para pasar al grande.
El capitán gritaba que el barco se hundía y que la gente iba a morir, dice Muhidin. "Y mis hermanos gritaban: "¡Ayúdame!" Pero no pude hacer nada por ellos."
"¿Por qué he sobrevivido?", añade. "¿Por qué conservo la vida? ¿Qué es esta vida?"
El capitán puso en marcha el motor y se alejó a toda velocidad mientras las 41 personas a bordo del barco más pequeño intentaban salvar a la gente que estaba en el agua. Horas después, el capitán pidió ayuda, pero cuando llegó otro barco, él subió a bordo y abandonó a su suerte a los 41 supervivientes.
Durante los tres días siguientes en el mar, Muhidin pensó en su esposa y en sus cinco hijos – todos menores de 10 años – que permanecían en su país, y en sus muchos sobrinos y sobrinas, que ahora se habían quedado huérfanos, tras la muerte de sus hermanos.
Muhidin dice que sus hermanos y él habían salido juntos de Somalia, porque sus hijos no habían conocido una vida sin conflicto. Tenían la esperanza de labrarse una nueva vida en Europa y después hacer que sus familias se reunieran allí con ellos.
Muhidin dice que él y otros supervivientes se quedaron en la cubierta, haciendo turnos para agitar sus camisas por encima de sus cabezas y llamar así la atención de otros barcos que pasaron por la zona, pero ninguno se detuvo.
Otro superviviente, Muaz Mahmud, etíope de 25 años, relata que el capitán les lanzó al barco un teléfono por satélite antes de abandonarlos. En la pantalla, dice, estaba escrito un número de teléfono de los guardacostas italianos.
Llamaron a ese número, y la guardia costera les explicó cómo encontrar las coordenadas GPS del barco. Horas después, fueron rescatados.
Aunque aliviados por seguir con vida, los supervivientes aún están conmovidos por la pérdida masiva de vidas humanas.
"Mi esposa y mi hijo han muerto", dice Muaz, que ahora está solo en Grecia. "No pude hacer nada. No pude salvarlos porque fue en medio del océano".
Muaz dice que su familia, perteneciente al grupo étnico oromo, de Etiopía, buscaba la seguridad en Europa después de que Muaz fuera enviado a prisión y amenazado por algunos funcionarios.
"Si vuelvo a mi país, me matarán", dice.
Por Tania Karas, desde Atenas, Grecia.
Gracias a la Voluntaria en Línea Esperanza Escalona Reyes por el apoyo ofrecida con la traducción del inglés de este texto.