Un adolescente congoleño se enfrenta a una dura vida en Kenia, pero se aferra a sus sueños
Un adolescente congoleño se enfrenta a una dura vida en Kenia, pero se aferra a sus sueños
NAIROBI, Kenia, 15 de abril (ACNUR) – John*, refugiado congoleño de quince años, no pide mucho. Aunque aún piensa mucho en sus hermanos desaparecidos y en sus padres que murieron asesinados el año pasado en la volátil provincia de Kivu Norte, lo único que quiere es un colchón para dormir y la posibilidad de aprender inglés.
Son muchos los retos a los que se enfrenta este menor no acompañado, pero por lo menos, gracias a un encuentro fortuito con otra compasiva refugiada de la Republica Democrática del Congo, tiene un techo bajo el que dormir. Jeannette proviene de la misma tribu que John y vive con otros seis miembros de su familia en la barriada de Soweto en Nairobi.
Con la ayuda de ACNUR, John ha presentado una solicitud de asilo en Kenia. Es uno de los 50 000 refugiados y solicitantes de asilo registrados en Nairobi, de los que 951 son menores no acompañados que han escapado del conflicto de Kivu Norte. Se cree que son muchos más los que no se han registrado ante las autoridades.
"La vida en Kenia es difícil. Aquí no hay trabajo, no voy a la escuela y no tengo ningún amigo", comenta John, que se enfrenta a los mismos problemas que millones de refugiados que viven en entornos urbanos. Más de la mitad de los10,5 millones de refugiados que se encuentran bajo el amparo de ACNUR viven en ciudades, y cada vez hay más mujeres, niños y ancianos con necesidades especiales.
La Agencia de la ONU para los Refugiados ha respondido ante este cambio de patrón mediante la adopción de una nueva política que hace hincapié en la obligación de ACNUR y de los estados de acogida de proteger a los refugiados urbanos y de respetar su estatuto. Paralelamente, un informe publicado recientemente por el Comité Internacional de Rescate y el Overseas Development Institute, un grupo de reflexión británico, aborda específicamente los retos a los que se enfrentan ACNUR y sus socios para ayudar a los refugiados en Nairobi.
En Kivu Norte, la familia de John se ganaba la vida cuidando del ganado, pero como él explica: "Teníamos que mudarnos constantemente por culpa de la guerra, y sólo tuve la oportunidad de asistir un año al colegio." En junio del año pasado, los asaltantes armados atacaron su aldea, situada cerca de la localidad de Batembo, y John tuvo que huir para salvar su vida "Tengo dos hermanas menores y dos hermanos, pero no sé si alguno de ellos está vivo", dijo, añadiendo: "Lo único que sé es que mi padre y mi madre están muertos."
Completamente solo, el chico ha tenido que crecer muy rápido. Por miedo a que fuera demasiado peligroso que John permaneciera escondido en Kivu Norte, otro ganadero que conocía a su familia le ayudó a cruzar la frontera de Uganda. Desde allí, fue hasta Nairobi en la parte de atrás de un camión.
En las grandes ciudades como Nairobi, a algunos refugiados les resulta difícil ponerse en contacto con ACNUR para poder recibir el apoyo que necesitan. Pero John tuvo suerte. Tan sólo unos días después de haber llegado a la capital keniana conoció a Jeannette en un mercado del centro de la ciudad. "Cuando la escuché hablar en mi lengua me acerqué a ella," recuerda John. Ella le ofreció quedarse en su austero hogar de una habitación que comparte con otros siete miembros de su familia.
John sabe la suerte que ha tenido, pero también es consciente de que la situación puede cambiar. "No sé cuánto tiempo puedo quedarme aquí", dice, añadiendo: "Hay muy poco espacio y no hay suficiente dinero para alimentarnos a todos."
La habitación en la que viven, comen y duermen estas ocho personas apenas mide diez metros cuadrados, Tiene una bombilla que cuelga del techo, pero que no funciona porque no han podido pagar la factura de la luz. También hay un único colchón detrás de una cortina, un pequeño banco y un hornillo de gas en una esquina. "Paso la mayoría de los días haciendo todo cuanto puedo para ayudar a Jeannette, voy a por agua y cuido de los niños pequeños," explica John.
Aunque le deprime pensar en su situación, John no quiere vivir en un campamento donde podría recibir asistencia más completa, y donde podría acceder a la educación, atención sanitaria y comida. "Tengo miedo de que las personas que han asesinado a mis padres estén escondidos en los campamentos, esperando, para matarme a mí también", dice, "Al menos, mientras pueda quedarme aquí, sé que todo irá bien."
Pero John y otros refugiados en su misma situación necesitan la ayuda de ACNUR, y por eso, su nueva política intenta abordar estas cuestiones. Es mucho más difícil para la Agencia y para sus socios prestar servicios y responder a las necesidades de los refugiados en las ciudades que en los campamentos.
Mientras tanto, John no renuncia a sus sueños: "¡Un colchón para dormir! Y quiero estudiar inglés. Comprarme un coche pequeño y, si es posible, convertirme en coger. Ese es mi sueño."
No tiene intención de regresar a Kivu Norte, donde la violencia ha obligado a más de un millón de personas a huir de sus hogares en los últimos años. La mayor parte de estas personas se ha visto obligada a buscar refugio en otras partes de la provincia, entre lso que se incluyen los emplazamientos gestionados por ACNUR:
* El nombre ha sido cambiado por cuestiones de seguridad.
Por Dina Skatvedt Rygg en Nairobi, Kenia