Un enfermero de Burundi es atendido en Uganda
Un enfermero de Burundi es atendido en Uganda
Bosco empieza su rutina diaria de trabajo a las ocho en punto de la mañana. Ataviado con su bata blanca, se dirige directamente a la sala de pediatría donde todas las camas están ocupadas. Muchos niños tiemblan bajo las mantas a causa de las fiebres altas producidas por la malaria. Algunos pequeños malnutridos se encuentran conectados al gotero para recibir alimentos terapéuticos.
Bosco examina a sus pequeños pacientes con un suave toque por aquí y un sincero "lo siento" por allí cuando uno de ellos grita de dolor. Las madres preocupadas parecen consolarse con el afectuoso trato del enfermero.
"Salvar vidas es una enorme responsabilidad", comenta. "Esto es lo que siempre quise hacer y no cambiaría mi trabajo por nada en el mundo".
Bosco, un refugiado de Burundi de 35 años, trabaja como enfermero en un centro médico en el asentamiento de Nakivale, a unos 300 kilómetros al oeste de Kampala, la capital de Uganda.
"Estoy muy agradecido de poder utilizar mis habilidades y mis conocimientos para hacer lo que más me gusta"
Este centro es uno de los 70 en Uganda que proporciona servicios tanto a los refugiados como a las personas locales, fruto de un programa nacional de prestación de servicios integrados. Gracias a la continua financiación recibida, el centro médico de Nakivale ha podido aumentar su tamaño y capacidad a lo largo de los años, adaptándose así al creciente número de refugiados. Hoy en día, presta asistencia a más de 120.000 refugiados y 40.000 ugandeses.
El programa de prestación de servicios integrados también permite a los centros de salud como el de Nakivale contratar a ugandeses y refugiados en base a un proceso competitivo de selección. Dicho proceso fue el que le dio la oportunidad a Bosco de hacer lo que tanto le apasiona: cuidar a los demás.
"Algunos días, aquí hay más gente local que refugiados, sobre todo en el departamento de nutrición", dice Bosco. "No me importa si el paciente viene del pueblo o es un refugiado, para mí todos ellos son personas que necesitan atención y las trato de la misma manera".
En la sala de los hombres, William, un paciente ugandés de 60 años con un dolor en el tórax, se sienta en el borde de la cama mientras Bosco comprueba su respiración laboriosa. "Cada vez que me pongo enfermo vengo a este hospital, porque sin duda alguna, ellos siempre consiguen resolver mis problemas", aclara el paciente.
"Está bien que los refugiados se hayan instalado aquí. Vivimos como una única comunidad"
William vive en Ruhoko, un pueblo en los alrededores del asentamiento de Nakivale. Cuenta que ha ido al centro de salud durante más de 10 años, en los cuales ha visto mejorar los servicios, así como aumentar el número de refugiados. "Definitivamente hay más medicamentos que antes. Está bien que los refugiados se hayan instalado aquí. Vivimos como una única comunidad".
En 1998, Bosco ingresó en la escuela para enfermeros de la provincia de Ngozi, en Burundi, y obtuvo su diploma de enfermería en mitad de una guerra civil. "Había mucho miedo e incertidumbre en ese momento. Mis compañeros de clase y yo solíamos pasar una semana en la escuela y otra en el bosque, escondidos de los hombres armados que nos querían para combatir".
En 2001, temeroso de ser reclutado forzosamente y de ser atrapado por la violencia, se despidió de su madre y emprendió el camino hacia la frontera de Tanzania y después hacia Uganda. Una de las pocas pertenencias que se llevó consigo fue su diploma de enfermería. Tras unas semanas, llegó a Nakivale.
Después de comenzar como voluntario en la clínica hace 16 años, desde 2005 cuenta con un contrato a tiempo completo, un salario mensual y prestaciones familiares.
"Estoy muy agradecido de poder utilizar mis habilidades y mis conocimientos para hacer lo que más me gusta", afirma. "Me considero autosuficiente, puesto que puedo mantener a mi familia y pagar la educación de mis hijos. Aquí tengo una vida digna".
Él está agradecido y a su vez sorprendido de la "calurosa bienvenida" que encontró en Uganda. "Nunca pensé que podría encontrar un trabajo tan gratificante como este y cumplir mi sueño en un país extranjero".
La calidad de dicha acogida resultó evidente cuando Bosco, recientemente, cayó enfermo. Diagnosticado de cáncer, tuvo que viajar a la vecina Kenia para recibir tratamiento. "Mis compañeros recaudaron el dinero necesario para poderme someter a la intervención. No sé dónde estaría ahora mismo si no fuera por ellos".
Sin embargo, Bosco todavía necesita tratamiento adicional, por lo que espera trasladarse a otro país con una asistencia médica más avanzada. "Uganda me ha aportado mucho, pero ahora tengo que cuidar mi salud. Mi familia me necesita y yo a ellos".
La prestación de servicios integrados que ofrece la clínica de Nakivale es un elemento clave del proyecto ReHoPe para el empoderamiento de los refugiados y las poblaciones de acogida. Se trata de una iniciativa con múltiples colaboradores que anima a los refugiados y a sus anfitriones a vivir juntos como una gran comunidad y a ser más autosuficientes.
"Los refugiados y el pueblo de Uganda necesitan apoyo mundial"
El gobierno concede a los refugiados la libre circulación, el derecho al trabajo y a emprender un negocio y el acceso a los servicios públicos tales como la educación, la sanidad y la justica. También se les proporciona un terreno, del gobierno o bien de las comunidades locales, para construir sus casas y cultivar.
Por el contrario, con más de 1,25 millones de refugiados y más de la mitad de estos llegados en menos de un año, esta política queda en entredicho. El país tiene unos recursos limitados y Uganda no puede continuar dando apoyo a tantos refugiados sin ayuda.
"El planteamiento de Uganda para ampliar y proteger los derechos de los refugiados es encomiable, pero no suficiente para que estos puedan progresar", sostiene Bornwell Kantande, representante en Uganda de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados. Asimismo, explica que la capacidad de los refugiados para ser verdaderamente autosuficientes está directamente relacionada con los recursos disponibles y las inversiones puestas a disposición por otros asociados humanitarios y de desarrollo.
En apoyo a la política progresista de Uganda sobre los refugiados, el Banco Mundial ha aprobado la solicitud de este país de un préstamo de 50 millones de dólares y ACNUR, por su parte, ha prometido 31 millones de dólares a ReHoPe. No obstante, es necesario que los estados miembros que respaldaron el marco global de acción para los refugiados como parte de la Declaración de Nueva York el año pasado, se comprometan a ayudar a los países receptores como Uganda, que acoge a un gran número de refugiados gracias a la financiación oportuna y sólida de proyectos como ReHoPe.
Kantande concluye diciendo que «los refugiados y el pueblo de Uganda necesitan apoyo mundial».
Por Rocco Nuri en Nakivale, Uganda.
Gracias a la Voluntaria en Línea Amelia Martínez Jiménez por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.