Una familia británica ayuda a un adolescente sirio a olvidar los horrores de la "Jungla"
Una familia británica ayuda a un adolescente sirio a olvidar los horrores de la "Jungla"
EPSOM, Inglaterra, 16 de enero de 2018 (ACNUR) – Abdul, refugiado sirio de 19 años, causó una profunda impresión a Ingrid Van Loo Plowman, trabajadora voluntaria en una organización benéfica, cuando lo conoció en un hotel para solicitantes de asilo en la ciudad inglesa de Birmingham.
Ambos siguieron en contacto e Ingrid, que anteriormente ejercía la medicina, lo invitó a visitarla a ella y a su hijo Ross de 14 años en la ciudad mercado de Epsom, en las proximidades de Londres. Los adolescentes hicieron congeniaron tan bien que Ingrid invitó a Abdul a ir a vivir con ellos tras obtener el asilo.
"Conocí a Abdul e inmediatamente me causó una gran impresión por la manera en que se esforzaba por hablar inglés y por las ganas que tenía de ir a la universidad", dice Ingrid. "Seguimos en contacto a través de Facebook y le envié algunos libros".
Abdul huyó de Siria en 2014 después de que una bomba arrasara su barrio y varios misiles destruyeran su hogar. Su familia fue a Turquía y él se dirigió al Líbano, donde pasó un año realizando trabajos esporádicos hasta que ahorró dinero suficiente para ir a Grecia.
Tras pasar cuatro semanas en el campamento provisional para migrantes y solicitantes de asilo conocido como la "Jungla", en las afueras de Calais en la costa francesa, Abdul logró llegar al Reino Unido.
Abdul no podía imaginar las terribles condiciones de este barrio de viviendas precarias, que goza de triste fama y que fue derribado por las autoridades francesas en el mes de octubre de 2016.
"Estaba seguro de que iba a morir. Nunca había pasado tanto miedo en mi vida."
"En Calais la gente se moría literalmente a nuestro alrededor. Era terrorífico y, además, muy peligroso", comenta. "Estaba totalmente seguro de que iba a morir. Nunca había pasado tanto miedo en mi vida".
Cuando por fin llegó a las costas británicas en la parte trasera de un tren, estaba tan contento que abrazó a los oficiales que lo capturaron. Fue alojado con otros 500 jóvenes solicitantes de asilo en el hotel Birmingham.
Ingrid, que había dejado de ejercer la medicina para cuidar a sus tres hijos, había trabajado como voluntaria con refugiados en Grecia y también en la "Jungla" de Calais.
Ahora tiene su propia organización benéfica dedicada a los refugiados y denominada CalAid Surrey, y conoció a Abdul en el transcurso de una visita casual al hotel en el que se alojaba.
Unos meses después Abdul recibió los documentos de residencia y tuvo que buscar alojamiento. Ingrid, que acoge a refugiados a través de una organización denominada Refugees At Home, lo invitó a pasar un día en Epsom en el mes de junio de 2016.
Sus dos hijos mayores se habían marchado y Ross era el único que seguía viviendo en casa. Los dos muchachos nadaron y jugaron al fútbol y a videojuegos. Se lo pasaron tan bien que al final del día Ingrid invitó a Abdul a vivir con ellos.
"Estaba encantado", dice Abdul. "Ingrid es una supermamá y me ayuda en todo. Echaba mucho de menos a mi familia pero cuando llegué aquí incluso mi madre me pregunto si me había olvidado de ella", explica riéndose. "Espero de verdad que algún día pueda trabajar y compensarla de alguna manera. Mi vida ha dado un giro de 180 grados, y todo gracias a ella".
"Acoger a refugiados es la experiencia más gratificante."
Abdul dedica todo su tiempo a aprender inglés y quiere estudiar ingeniería civil en la universidad.
"En Siria, ya estaría en la universidad", añade. "Aquí todavía estoy estudiando ingles. He vuelto a empezar desde cero. No es una vida fácil. Es difícil adaptarse a una lengua y una cultura nuevas, incluso con esta maravillosa familia. No es fácil pero no voy a darme por vencido".
Ingrid dice: "Es como si fuera mi hijo. Estoy realmente orgullosa de él y me impresiona su capacidad de resiliencia y su buen carácter. Es un magnífico ejemplo para mi hijo".
Ingrid acoge a otros dos refugiados: Isak, de 18 años, de Etiopía, que llegó a la casa a finales de octubre y no habla mucho inglés, y un ingeniero de 31 años, procedente del Oriente Medio que no quiso que lo identificáramos por motivos de seguridad.
"Siempre les digo que algún día me compensarán encontrando un buen empleo y alcanzando un buen nivel de inglés", explica Ingrid. "Acoger a refugiados es la experiencia más gratificante y yo animo encarecidamente a las personas a que se lo planteen".
Ross dice que conocer a Abdul y a los otros refugiados le ha influido profundamente.
"Al principio me sentía algo desconcertado con la idea pero ahora son como hermanos para mí", dice. "Antes quería dedicarme a los negocios o a la economía pero ahora se me han abierto los ojos. Ahora quiero marcar una diferencia y hacerme abogado especialista en derechos humanos".
Explica que esta experiencia le ha enseñado a sentirse agradecido por el hogar que tiene y por no tener que vivir atemorizado.
"Ahora, cuando veo trabajando a personas con acento extranjero pienso que seguramente habrán vivido historias muy interesantes y sé lo difícil que les habrá resultado llegar hasta aquí".
Esta historia forma parte de una serie titulada No Stranger Place, que fue elaborada y fotografiada por Aubrey Wade en colaboración con el ACNUR, y en la que se relatan historias sobre los refugiados y las personas que los acogen en diversos países de Europa. Cuando ha transcurrido más de un año desde que tuvimos noticia del triste caso de Alan Kurdi, un refugiado sirio de tres años que murió ahogado, miles de personas se han unido para superar las barreras culturales y lingüísticas con sus actitudes compasivas, esperanzadoras y humanitarias – aun cuando algunos Gobiernos europeos siguen poniendo obstáculos. La generosidad de estas personas es un ejemplo para el mundo.
Por Nadine Alfa
Gracias a la voluntaria de UNV Online Luisa Merchán por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.