Una refugiada siria desafía las tradiciones en su papel de líder de la comunidad
Una refugiada siria desafía las tradiciones en su papel de líder de la comunidad
Con la cabeza cubierta con un keffiye blanco y negro –un pañuelo con el que se cubren tradicionalmente la cabeza los hombres árabes– Alya avanza con seguridad entre las tiendas de un asentamiento informal situado al norte de la región del Valle de Bekaa, en el Líbano.
Esta refugiada siria de 50 años se ocupa de los otros refugiados del asentamiento. Es la principal responsable del asentamiento, también conocida como shawish, un papel históricamente asignado a los hombres refugiados que supervisan y gestionan los asentamientos informales con tiendas de campaña en el Líbano.
“Esta labor me da fuerzas”, dice con orgullo.
En la lengua árabe el término masculino shawish se utiliza para referirse a los hombres que gestionan la mano de obra extranjera en el Líbano pero, desde el inicio del conflicto de Siria y con la llegada de más de un millón de refugiados al país, la palabra ha adquirido un nuevo significado.
En los asentamientos informales con tiendas de campaña, shawish es la persona designada por los otros refugiados para desempeñar las funciones de supervisión y adopción de decisiones en el asentamiento. La mayoría de los shawish del Líbano son hombres.
El papel de Alya es excepcional y ella atribuye sus cualidades de liderazgo a su educación. “Heredé la fuerza de mi padre”, dice. “El nos enseñó a ser fuertes y a defender nuestros derechos. En cualquier discusión, aunque sea un hombre el que exponga su punto de vista, nosotras debemos responder y dar nuestra opinión”.
Nacida y educada en una sociedad tradicional y patriarcal, Alya dice que su padre la enseñó a ser valiente. “Todos lo criticaban, incluso sus propios hermanos, pero realmente deseaba que sus hijas fuera iguales que los hombres”.
Alya, una mujer soltera, huyó de Siria con sus tres hermanas y su sobrino huérfano hace más de cinco años. Entraron en el Líbano por la región fronteriza de Qusayr y se dirigieron al norte del Valle de Bekaa en busca de refugio. Se instalaron en un pequeño asentamiento informal con tiendas de campaña en el que había alojadas otras seis familias de refugiados, casi todas encabezadas por mujeres que habían perdido a sus parejas en la guerra.
Aunque en algunos asentamientos de refugiados el cargo de shawish puede favorecer la explotación, Alya es diferente.
“Nunca la cambiaría por un shawish masculino”.
“Todos querían que yo fuera shawish, explica. “Pensaban que yo podría gestionar y dirigir el asentamiento y asistir a las reuniones.” Una de las funciones de Alya es actuar como coordinadora ante las organizaciones locales, las autoridades y el ACNUR, Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados, así como ante otros organismos de las Naciones Unidas.
Alya vela por que la ayuda se distribuya de manera equitativa entre los refugiados que viven en el asentamiento. “Si surge algún conflicto entre los refugiados, me reúno con ellos para resolver el problema”, explica. Los refugiados la adoran, los hombres y las mujeres confían en ella y su puerta está siempre abierta para todos, ya sea para tomar un café o para charlar.
“Es nuestra madre”, dice Bakra, mujer soltera y madre de dos hijos que vive en el asentamiento. “Es una persona relajada y respetuosa con todo el mundo; confiamos en ella. Nunca la cambiaríamos por un shawish masculino”.
Alya no sale casi nunca del asentamiento. No puede trabajar porque padece una enfermedad cardiaca y su presión arterial es muy alta, lo que le impide trabajar en la agricultura, sector en el que se ganan la vida sus hermanas y la mayoría de los refugiados de la zona.
Cuando no realiza tareas de gestión del asentamiento, cuida de su sobrino, que perdió a sus padres en la guerra. “Mis hermanas nos apoyan pero no es fácil. Hay que pagar muchas cosas y los ingresos no son suficientes”. Alya está entre los numerosos refugiados sirios en el Líbano que, tras años de exilio provisional, luchan para sobrevivir.
Alya no cobra por su trabajo como shawish, “Lo hago para ayudar a los demás”, dice. “A veces es una tarea difícil pero también es una gran motivación y me llena de orgullo”.
Gracias a la Voluntaria en Línea Luisa Merchán por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.