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Viviendo en el limbo durante meses en una ciudad dividida

Historias

Viviendo en el limbo durante meses en una ciudad dividida

En medio de las bombas y el frío en el este de Ucrania, incluso visitar a un familiar puede llevar todo un día.
5 Diciembre 2016 Disponible también en:
Svetlana Brytska golpea una tubería de gas en el pueblo de Zhovanka, situado en la línea de frente, para convocar a las personas de la aldea a una reunión.

Ligeramente inclinada, la localidad está situada en la cima de una colina, bajo un invernal cielo azulado. Varias personas descienden por la colina, aparentemente ajenas al sonido intermitente de disparos de fondo.


Esto es Zhovanka, un pueblo atrapado en un conflicto que lo ha dividido en dos. La línea que separa el sector controlado por el gobierno de Ucrania del sector no controlado por gobierno pasa justo por la cima de la colina. Esta línea ha separado a Svetlana Brytska de su padre de 84 años.

"Él está al otro lado de la cima", dice. "Antes eran solo 15 minutos caminando. Ahora tardamos medio día en atravesar el control fronterizo. Intento ir una vez a la semana, pero no vuelvo hasta tarde. Está enfermo, hace poco tuvo un ataque al corazón. Pero no quiere dejar su hogar para venir a vivir conmigo".

https://youtu.be/HwTTx9JP8LA

Ukraine: Living on the line

No quiere marcharse porque el cementerio donde su esposa está enterrada se encuentra del lado donde está su casa.

"Él dice que ahí nació y que ahí morirá. Mucha gente mayor no quiere marcharse y que la entierren en cualquier sitio. Quieren que los entierren como él quiere: junto a su esposa y a sus familiares. Él dice que es lo que quiere".

Las 247 personas que siguen viviendo en la zona bajo control del gobierno de Ucrania en Zhovanka han pasado meses viviendo en un limbo burocrático después de que las autoridades ucranianas movieran la línea de demarcación a mediados de 2015 a un punto que atravesaba su pueblo. Sin embargo, tras el cambio, esta sección de la ciudad bajo control gubernamental nunca fue registrada en Kiev.

"Durante meses, hasta diciembre de 2015, estuvimos sin nada", cuenta Svetlana. "Teníamos la impresión de que nadie sabía ni siquiera donde estaba Zhovanka".

Nada significa ningún tipo de transporte para salir de la ciudad y, sobre todo, nada de combustible.

"Teníamos la impresión de que nadie sabía ni siquiera donde estaba Zhovanka."

A finales de diciembre, con temperaturas bajo cero, Svetlana empezó a llamar a varias ONG y organizaciones humanitarias para pedir ayuda. Las personas del pueblo quemaban cualquier cosa a su disposición, incluso su ropa, para tratar de entrar en calor.

A principios de enero, ACNUR pudo distribuir 100 toneladas de carbón a los atribulados residentes.

"Nos ayudó muchísimo", dice Svetlana. "Hasta entonces estuvimos completamente aislados".

No fue hasta varios meses más tarde, y tras la adopción de una ley por el parlamento ucraniano, cuando Svetlana y el resto personas que vivían de ese lado de la cima de la colina fueron reconocidos oficialmente como habitantes del sector gubernamental. De esta forma, los ancianos finalmente pudieron registrarse para cobrar sus pensiones.

Desde septiembre hay un autobús que va dos veces por semana a la ciudad de Bakhmut donde los habitantes de Zhovanka pueden cobrar sus pensiones y comprar los suministros que tanto necesitan.

Tamara Timofeevna y los nueve miembros de su familia viven en la cima de la colina, por lo que están expuestos casi a diario a las bombas y las balas. Y ya llevan meses sin electricidad.

"Nos disparan y no tenemos luz", cuenta. La familia vive en dos casas, con una cabra y una pequeña cosecha de patatas.

"¿Adónde más puedo irme?", pregunta Tamara. "Necesitaría conseguir un apartamento y con mi pensión no puedo permitírmelo".

Su nieta, que también se llama Tamara, muestra con orgullo cinco dedos cuando se le pregunta cuántos años tiene. Lleva puesto un bonito vestido y sonríe; bajar la colina caminando es para ella una divertida excursión. Dice que está aprendiendo a escribir en casa, y que sabe lo que tiene que hacer cuando empiezan a caer bombas.

"Me escondo donde no haya ventanas. Espero que llegue la paz y que dejen de dispararnos."

"Me voy corriendo a una esquina", dice, "y me escondo donde no haya ventanas. Espero que llegue la paz y que dejen de dispararnos".

La paz llegaría ya demasiado tarde para salvar la casa de Natasha, que fue alcanzada por una bomba en noviembre y está completamente quemada.

"Era una casa normal, una casa buena", murmura mientras deambula por las ruinas. "La destruyeron por completo".

Hace unos meses, Natasha mandó a sus hijos, uno de 30 y otro de 17, a otra ciudad.

Más de la mitad de los residentes de este lado de la colina han huido de las bombas y de los disparos diarios. Pero Natasha y su marido siguen aún en Zhovanka, acampando con amigos.

"¿Adónde más puedo ir?", pregunta. "Nadie nos quiere, nadie nos necesita. Y este es mi hogar".

Por Don Murray