Zapatero sirio logra el éxito empresarial en Marruecos
Zapatero sirio logra el éxito empresarial en Marruecos
CASABLANCA, Marruecos, 27 de abril de 2017 (ACNUR) – La confección de zapatos es una artesanía heredada de padre a hijo en Siria, y Diyaa y su familia habían producido calzado por décadas cuando la guerra lo llevó a salir de su hogar en la capital, Damasco.
Obligado a recomenzar en el exilio como refugiado, él fundó un taller en una pequeña calle en Casablanca, la bulliciosa ciudad costera de Marruecos, donde él se asentó con su esposa y dos hijos. Él emepezó desde cero, trabajando largas horas para hacer sandalias, zuecos y zapatos de cordón.
"En un inicio trabajaba de 18 a 20 horas diarias y vivía a 20 kilómetros de Casablanca", dijo él. "Todos los días tardaba dos horas para llegar al trabajo".
"Poco a poco, todo mejoraba. Hoy empleo a cuatro trabajadores marroquíes"
Gradualmente, la perseverancia de Diyaa dio sus frutos y su determinación de triunfar le ganó clientes leales y más órdenes con la ayuda de una subvención del ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, que le permitió comprar su primera máquina de coser.
"Al principio, trabajé solo. Luego recibí del ACNUR la primera máquina de coser como parte de una actividad generadora de ingresos para los refugiados. Fue un verdadero impulso. Poco a poco, las cosas mejoraron. Hoy empleo a cuatro trabajadores marroquíes".
Diyaa, de 37 años, ha optado por emplear a los marroquíes, a quienes considera como "hermanos". "Los marroquíes siempre han inspirado confianza en mí", dice. "Como empleador, me siento tranquilo trabajando mano a mano con ellos".
Más de seis años de combates han desplazado a más de seis millones de personas dentro de Siria y han expulsado a más de cinco millones de personas para huir al extranjero. La mayoría ha buscado seguridad en Turquía, Líbano, Jordania y más allá, mientras que Marruecos acoge a unos 3.500 refugiados sirios.
En reconocimiento de sus esfuerzos como empresario refugiado que contribuye a su país anfitrión, Diyaa recibió un premio en enero de 2016 por la Asociación Marroquí de Apoyo y Promoción de las Pequeñas Empresas, conocida como AMAPPE.
En un inicio estaba dudoso, y cuando recibió el premio dijo: "No esperaba ganar un premio. Yo vine a Marruecos con los bolsillos vacíos. No empecé de cero, sino con menos cien".
Él contiuó diciendo: "Este premio reconoce mis esfuerzos y mi duro trabajo en contra de todos los pronósticos. Gracias a mi trabajo, mi familia y yo pudimos progresar y pudimos recuperar algo de objetividad en la vida. Cuando tenía alguna dificultad, me decía a mí mismo que no me rindiera, que siguiera adelante con mi cabeza en alto y me levantara cada vez que caía. Al final, el bienestar de mi familia me mantuvo en pie".
En su evaluación, AMAPPE notó que Diyaano no solo empleaba a jóvenes marroquíes de un barrio pobre, sino que también ayudaba a otros sirios al abrir una segunda tienda de zapatos en las cercanías.
"Es parte de nuestra visión en AMAPPE el generar proyectos colectivos porque tienen un alto potencial para la sostenibilidad", dijo Mohammed Anwar, asesor de emprendedurismo y cooperación de AMAPPE.
"No hay lugar como el hogar"
"Diyaa realmente nos convenció de su espíritu de emprendedor y esto es un modelo que puede ser institucionalizado en el futuro con otros nuevos beneficiarios".
Diyaa y su esposa, quien vino con él a Marruecos desde Siria, tienen dos hijos, un niño de cuatro años y una niña de cinco. Ambos asisten a una escuela privada en Casablanca. Él decidió no ir a Europa con su familia porque "las personas de Marruecos son muy hospitalarias y reciben a los sirios en su país con los brazos abiertos". Sin embargo, a él le gustaría volver a Siria cuando la situación mejore. "No hay lugar como el hogar", dijo él, con un suspiro.
Previamente, Diyaa no tenía un auto, y con un ingreso tan bajo, podía comprar poco. Ahora, el encuentra Marruecos muy cómodo. Él puede mantener a su familia y renta un apartamento más cerca de su trabajo.
En años recientes, miles de refugiados sirios no solo han encontrado la seguridad en Marruecos, sino que han encontrado un espacio para respirar. "Las personas aquí no nos ven como refugiados, nos ven como seres humanos", dijo Diyaa, desde su puesto en el mercado de Casablanca. "Ya no me siento como un extranjero, pero me siento feliz entre los marroquies".
Por Malgorzata Bratkrajc