Iraquíes arriesgan todo para volver a Ramadi, a pesar de las trampas explosivas
Iraquíes arriesgan todo para volver a Ramadi, a pesar de las trampas explosivas
BAGDAD, Irak, 29 de abril de 2016 (ACNUR) – Khairallah Farhan, un hombre iraquí y padre de dos niños, huyó de su hogar en Ramadi cuando la ciudad fue invadida por extremistas en 2015. Sin embargo, a pesar de haber sido recuperada por las fuerzas iraquíes hacia fines del año pasado, no tiene apuro en regresar a su hogar.
No solo su casa fue severamente dañada, sino que además dos parientes cercanos que se habían apresurado en regresar a sus casas para rehacer sus vidas fueron asesinados por dispositivos explosivos que dejaron los militantes.
"Soy muy cauteloso sobre el regreso. No me voy a apresurar aún", dice el hombre de 30 años; uno de los 1.200 iraquíes desplazados que viven en el campamento Al Salam en la capital, Bagdad.
Él es una de las miles de personas de Ramadi que pondera los riesgos de volver a casa. El Gobierno iraquí anunció a principios de año que había vuelto a tomar el control, aunque aún no ha declarado si la tercera ciudad más grande de Irak se encuentra "habilitada" para el regreso.
Los equipos de evaluación de Naciones Unidas se encontraron con una imagen devastadora de la destrucción de la ciudad. Miles de edificios han sido destruidos en Ramadi y sus afueras, y la ciudad se encuentra plagada de dispositivos explosivos improvisados.
Según los cálculos, en las últimas semanas varias docenas de personas fallecieron desde que volvieron a la ciudad, que se extiende a lo largo del Río Éufrates, al este de Bagdad. Habiendo perdido a sus familiares en las explosiones, Farhad busca una mayor garantía antes de regresar a casa.
"Si el Gobierno declara que la ciudad es segura y nos ofrece ayuda, volveremos," manifiesta.
El aumento de los damnificados ha impulsado a las autoridades iraquíes a emitir una directiva temporaria, indicándoles a los civiles que no retornen por el momento – y que esperen hasta que las mortíferas trampas y los explosivos en la ciudad sean desactivados.
Alrededor de 3,4 millones de iraquíes se vieron obligados a desplazarse internamente por el conflicto. A pesar de los peligros que aún persisten, muchas familias lo arriesgan todo para volver a casa. Hikmat Jassim, el director del campamento Al Salam, muestra las fotografías que tomó hace algunos días con su celular de las ceremonias de despedida que les hicieron a aquellas familias del campamento que se preparaban para partir en el incierto viaje hacia la ciudad que alguna vez albergó a casi medio millón de residentes.
"Alrededor de 200 familias se han ido para volver a Ramadi", dice. "No fomentamos que vuelvan, pero tampoco les prohibimos que vayan".
De hecho, se les ha permitido a muchas familias llevarse sus carpas consigo, si es que sus casas fueron destruidas, e incluso muchos los han apoyado entregándoles paquetes de alimentos.
Las fotos muestran camiones cargados con mantas y otros elementos de necesidad básica para las familias, con personas llorando y abrazándose antes de partir.
Amer, un hombre del barrio Al Jamhuria de Ramadi y padre de 10 hijos, se encuentra entre aquellos que han decidido volver a la ciudad. "Celebramos cuando nos fuimos del campamento", dijo al ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, cuando esta lo contactó por teléfono. "Estaban todos muy contentos de regresar a casa. Llorábamos con la sola expectativa de volver, estábamos muy felices".
Regresó a una casa en condiciones de habitabilidad, aunque el segundo piso había sido destruido, dejando a los 16 miembros de la familia con dos habitaciones para vivir todos abarrotados. Amer también reabrió el local de ferretería que solía manejar. Y dice que el negocio se encuentra muy activo ya que la ciudad necesita una extensa reconstrucción.
"Mi trabajo está muy bien; incluso mejor que antes, porque todas las familias necesitan cables de electricidad, motores para sus heladeras y otros materiales para la construcción".
Dice que aunque no hay electricidad, y las familias tienen que usar generadores, la mayoría de los servicios funcionan en su barrio e incluso las escuelas están reabriendo sus puertas. No se arrepiente de haber regresado.
Por Caroline Gluck en Bagdad.
Gracias a la Voluntaria en Línea María Soledad da Silva por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.