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Antiguos refugiados reciben a los visitantes de Viena en un hotel único

Historias

Antiguos refugiados reciben a los visitantes de Viena en un hotel único

El Magdas "ofrece a los trotamundos, fiesteros y exploradores" una experiencia moderna y multicultural en la capital austriaca.
26 enero 2017
La entrada del Hotel Magdas.

"Buenas noches señora. Bienvenida de vuelta al Hotel Magdas. La hemos localizado de nuevo en la habitación 112. ¿Estará desayunando con nosotros?"


El desayuno no está incluido en el precio de la habitación pero yo lo cogí sin dudarlo, sabiendo que en el hotel, donde los trabajadores son antiguos refugiados de todo el mundo, el buffet de desayuno incluye una amplia variedad de platos de Europa, Oriente Medio y África.

"Mantén la mente abierta, encuentra algo único" es el eslogan del hotel. Una estancia en el Magdas es inusual, educativa y vale su precio, ya que les brinda a los visitantes que buscan algo diferente de la tradición austriaca una experiencia moderna y multicultural en Viena.

Situado frente a la icónica Noria de Viena, el edificio fue una r esidencia de ancianos antes de ser convertido en hotel para "recibir a los trotamundos, fiesteros, exploradores y otros aventureros", como dice su publicidad. El hotel abrió en 2015, empleando a 10 profesionales de hostelería y a 20 antiguos refugiados de 16 países.

"Yo estoy aquí desde el inicio . . . Ayudé a vaciar las habitaciones y arreglar las cosas. Fue muy divertido"

El hotel es una empresa filial de la ONG católica Caritas, la cual administraba anteriormente la residencia de ancianos . Este hotel debe autofinanciarse , sin perder de vista su objetivo de ayudar a los desfavorecidos.

El Magda, que tiene 88 habitaciones con precios que van desde los 62 euros por noche, no recibe ninguna subvención pública que no esté disponible también para otras empresas.

"Nuestra apertura fue muy oportuna, ya que coincidió con la crisis de los refugiados", cuenta la directora adjunta Gabriela Sonnleitner. "Hubo una llegada de personas motivadas en busca de trabajo justo cuando el mercado laboral demandaba trabajadores. Ambas situaciones no suelen ir de la mano, especialmente en el negocio de hostelería, donde necesitas personal cualificado".

El hotel emplea a antiguos refugiados a quienes se les ha otorgado asilo en Austria. Es necesario que hablen por lo menos alemán básico. "No hay problema si le falta alguna competencia, pero nosotros los animamos a mejorar", añade Sonnleiter.

En la recepción, experimenté la cortesía y la competencia de Omid Sharif, un afgano de 25 años, quien empezó a trabajar en Magdas en el turno de noche. Su desempeño ha sido tan bueno, que fue ascendido a responsable adjunto de la recepción. Después de coger mis llaves, me fui a mi habitación, decorada en azul y con un sillón de terciopelo rojo y lámparas con tulipas tejidas.

Ninguna habitación es exactamente igual. Teniendo en cuenta su limitado presupuesto, los diseñadores "reutilizaron" algunos muebles y accesorios de la antigua residencia para crear una atmósfera artística. Los armarios fueron cortados para crear bancos y las viejas puertas se convirtieron en espejos. En un toque ingenioso, los portaequipajes de los trenes austríacos se usaron para transportar las maletas de los huéspedes. En la planta baja, una cómoda cafetería/biblioteca fue creada para que los huéspedes se relajen o para eventos sociales.

Cuando desperté, la aspiradora sonaba en el pasillo. Toita Monsarowa, una responsable del equipo de limpieza, y quien huyó en 2004 de Chechenia, una república asolada por la guerra, me cuenta que lleva trabajando en Magdas desde sus inicios.

"Yo estoy aquí desde el principio, cuando estaba dejando de ser una residencia de ancianos", dice. "Ayudé a vaciar las habitaciones y arreglar las cosas. Fue muy divertido. Los portaequipajes de los trenes estaban negros de la suciedad, pero yo los pulí".

"He aprendido alemán y aún voy a clases. Tal vez un día tendré la oportunidad de llegara ser chef o director"

Monsarowa, que era chef de repostería en Grozni, tiene una nueva vida ahora. "Trabajo cinco días a la semana", comenta . Tengo un apartamento. Uno de mis hijos está trabajando y el otro va a la escuela. La vida está funcionando para mí".

"En Afganistán, mi madre está enferma y mis padres viven en un área (en la frontera con Turkmenistán) donde la guerra está frente de nuestra puerta. Cuando no hay problemas, no hay problema para mí, pero cuando ellos están enfermos o sucede algo, yo me preocupo".

Sherahmad se casó con su esposa Lina justo antes de partir de Afganistán, y no la ha visto en ocho años. Espera traerla a Austria para estar juntos.

En el buffet, me sirvo cereales con frutas exóticas, huevos revueltos en pequeñas ollas, ensalada de cuscús, pan árabe y humus, acompañado con un fuerte café vienés con leche. Según Prince, de 45 años y de Benín, él hizo el cuscús. Es uno de los tres africanos que trabajan en la cocina, y cuenta que está muy contento con su carrera en hostelería.

"En el pasado en Benín, yo era sastre", cuenta . "Era un trabajo agradable, pero me gusta también la cocina. Conozco huéspedes de todo el mundo y les pregunto: ¿Cómo te sientes? ¿Disfrutaste de nuestra comida".

Prince abandonó Benín en 2002 y vino a Europa a través de Libia, haciendo el peligroso viaje cruzando el Mediterráneo. "No había esperanza en África", explica.

"Cuando empezaron a hacer el hotel aquí, nos llamaron (a los refugiados) para ayudar y cargué camas y roperos, fue muy emocionante. He aprendido alemán y aún voy a clases. Tal vez un día tendré la oportunidad de llegara ser chef o director".

En la recepción, Sharif, quien habla inglés y alemán, así como otros tres lenguas de Afganistán, trabaja en varias cosas al mismo tiempo. Llegó a Viena a los 14 años, antes de la crisis de refugiados. "Mi padre era oficial del Gobierno afgano en el exilio y él ya estaba aquí", cuenta Sharif , antes de interrumpir la conversación para contestar el teléfono.

"Soñaba con ser un piloto, o conseguir unas prácticas en tecnologías de la información, pero en lugar de eso, empecé a trabajar aquí, en el turno de noche. Al principio era bastante aburrido y muy cansado". Interrumpe la conversación de nuevo para dar instrucciones a un visitante. Le entrego mi llave y él me da mi factura.

"Gracias por hospedarse con nosotros, señora. Nos vemos la próxima vez que venga a Viena".

Por Helen Womack