En medio del conflicto, la crisis sanitaria golpea los campamentos de desplazados en Sudán
En medio del conflicto, la crisis sanitaria golpea los campamentos de desplazados en Sudán
Sentada en una silla de plástico, Esra utiliza un viejo aparato para medir la presión arterial de una madre mientras Nada atiende a su niño que está en su regazo.
Ambas trabajaban como médicas en un hospital de la capital, Jartum, antes de que estallaran los combates en abril. Ellas, junto con el resto de su familia, huyeron a casa de su abuelo en el estado del Nilo Blanco dos semanas después y empezaron a ofrecer voluntariamente sus conocimientos médicos para ayudar a otras personas desplazadas por el conflicto.
“Saben que aquí hay médicas que pueden ayudar”, comenta Esra. “Así, cualquiera que padezca cualquier cosa – diabetes o dolor de cabeza – puede venir diciendo: 'Hija mía, ¿puedes medirme la presión sanguínea, puedes ver qué me pasa?'”.
“No es como una cita. Las personas acuden a nosotras en cualquier momento: puede que por la mañana, puede que por la tarde”, añade Nada.
Un sistema de salud en crisis
Además de forzar a más de 5 millones de personas a huir de sus hogares, los casi seis meses de conflicto han hecho colapsar al sistema sanitario de Sudán. Mientras que muchos centros de salud han sido atacados y ya no funcionan, otros sufren una grave escasez de personal, medicamentos y equipos, por lo que la labor de personas voluntarias como Esra y Nada resulta vital.
De acuerdo con un informe reciente de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, más de 1.200 niñas y niños menores de 5 años murieron solo en el estado del Nilo Blanco entre mediados de mayo y mediados de septiembre debido a un brote de sarampión combinado con altos niveles de desnutrición.
Cientos de miles de personas, principalmente refugiados sursudaneses que huyen de Jartum, han desbordado 10 campamentos de refugiados del estado. El campamento de Um Sangour, destinado a albergar únicamente a 30.000 personas, acoge en la actualidad a más de 70.000.
En el único centro de atención primaria de salud del campamento, la falta de suministros médicos y de personal ha reducido los servicios. La sombría sala de espera está llena de pacientes, en su mayoría madres que calman a sus hijos que lloran. No hay suficientes sillas y muchas personas se ven obligadas a esperar de pie mientras esperan a ser atendidas.
El Dr. Muwonge Nasur Lubega, funcionario de salud pública de ACNUR, explica que el centro recibe al menos 700 pacientes al día, en su mayoría mujeres, niñas y niños menores de 5 años con infecciones de las vías respiratorias, diarrea, paludismo y, cada vez más, sarampión.
“Hemos registrado una epidemia [de sarampión] en el campamento tras la emergencia, y esto está relacionado con la congestión y el hacinamiento en el campamento, la mala situación sanitaria, de agua y saneamiento, y el alojamiento limitado”.
Hanna Wilson, una refugiada sursudanesa que vive en el campamento de Um Sangour desde 2019, está luchando para hacer frente a la pérdida de dos de sus hijos que murieron recientemente de diarrea y desnutrición.
“Mi hija tuvo diarrea y estuvo vomitando durante dos días. Al tercer día falleció”, cuenta.
Cuando su hijo Macro, de 9 meses, enfermó y se resistió a la lactancia materna un mes después, lo llevó al hospital general de Kosti, a cinco horas de distancia, en lugar de hacer fila en el centro de salud del campamento. Pero cuando el estado de Macro siguió empeorando tras siete días en el hospital, se lo llevó a casa.
“Vivió un mes más. No había medicamentos en el centro de salud. Y cuando iba con mi bebé por la noche, no había médico. Estaba cerrado”.
La temporada de lluvias trae nuevos riesgos
A las agencias de ayuda les preocupa que la actual temporada de lluvias, junto con el aumento de los desplazamientos, pueda provocar un nuevo repunte de las muertes por enfermedades transmitidas por el agua, como el cólera, de las que ya se han registrado más de 500 casos sospechosos en otras partes del país.
ACNUR, junto con la Organización Mundial de la Salud, otros socios y las autoridades locales, está ampliando su respuesta para hacer frente al deterioro de la situación sanitaria, entre otras cosas mediante vacunaciones contra el sarampión y distribuciones de alimentos y medicinas, pero los recursos son extremadamente limitados.
“Para 70.000 personas en este campamento, se espera que tengamos siete centros de atención primaria de salud”, señala Lubega, de ACNUR. “De momento solo tenemos uno, por lo que se necesitan fondos adicionales para aumentar el número”.
Las dos primas han estado ayudando a aliviar la presión sobre los centros de salud diagnosticando enfermedades y ofreciendo consultas.
“Aquí [en el estado del Nilo Blanco], como la zona está junto al río, hay una gran presencia de mosquitos”, explica Esra. “La mayoría de las personas no tienen acceso a mosquiteras. Así que contraen malaria y diarrea a causa del agua”.
Si no fuera por el conflicto, Esra estaría preparando su examen de especialización en medicina de urgencias en Jartum. En cambio, está ayudando a sus nuevos vecinos mientras vive en las mismas condiciones que ellos.
“No necesitas dinero para empezar algo”, asegura. “Solo tienes que confiar en ti mismo y puedes hacerlo, incluso en estas condiciones”.
Reportaje adicional de Moulid Hujale en Nairobi, Kenia
"Cuando iba con mi bebé por la noche, no había médico".