La guerra en Sudán no ha dado tregua, y millones de personas languidecen en campamentos de desplazados
La guerra en Sudán no ha dado tregua, y millones de personas languidecen en campamentos de desplazados
“Todavía estábamos construyendo la casa. No tenía techo, así que me oculté debajo de las escaleras”, narró. “Estaba muy asustada, pero, gracias a Dios, sobreviví”.
Nyapuot Riak Dup y su esposo tomaron lo esencial y huyeron, junto con sus siete hijos y la madre de Nyapuot, que tiene 70 años. Así empezó un espantoso recorrido de dos días para ponerse a salvo.
Nyapuot describió las terribles escenas que vieron mientras ella y su familia escapaban de la ciudad, que se convirtió en un campo de batalla. “Fue aterrador lo que vimos en las calles de Jartum”, recalcó esta madre de 33 años, quien se cubrió los ojos con el pañuelo que llevaba en la cabeza mientras narraba los hechos. “Había muchísimos cuerpos en la calle. La ciudad entera estaba en ruinas”.
“No paré de llorar sino hasta que salimos de la ciudad”, añadió. “Había destrucción y saqueos por todos lados. El conductor del autobús dijo que, para protegernos de los saqueos, no se detendría para recoger a nadie. Nos salvó la vida”.
Ha pasado más de un año desde que empezaron los letales enfrentamientos entre dos facciones militares enemigas en Sudán; en ese lapso, más de nueve millones de personas han sido forzadas a abandonar su hogar, incluidos casi dos millones que han buscado protección en los países vecinos (sobre todo en Chad, Egipto y Sudán del Sur).
Nyapuot y su familia lograron llegar a Alagaya, un campamento de desplazados cerca de la ciudad de Kosti, en el estado sudanés de Nilo Blanco. El campamento se construyó inicialmente en 2014, para albergar a las personas refugiadas que huyeron del conflicto en Sudán del Sur. Ahora, en él residen 440.000 personas: se trata de la población de refugiados y solicitantes de asilo más grande en Sudán.
La madre y el padre de Nyapuot provienen de Sudán del Sur: se establecieron en Jartum tras haber huido del conflicto en Sudán del Sur en los ochenta. Sin embargo, dado que tiene pocos vínculos con el país de origen de sus padres, Nyapuot prefiere permanecer en Sudán. “Espero volver a Jartum cuando cesen los enfrentamientos; mientras tanto, me quedaré aquí”.
Las condiciones en el campamento son precarias, pues es limitado el acceso al agua, al cuidado de la salud y a instalaciones sanitarias. Muchas familias viven en las hacinadas tiendas del campamento, y refieren que tienen tan poca comida, que solo les es posible cocinar una vez al día para sus hijas e hijos.
Según la ONU, casi cinco millones de personas en Sudán corren el riesgo de padecer hambre. Millones de personas en el país no pueden recibir asistencia vital debido a que el conflicto y la inseguridad no cesan, la infraestructura ha sido destruida, los desafíos logísticos persisten y la temporada de lluvias ha llegado.
La paz es esquiva
El Día Mundial del Refugiado, que se conmemoró el jueves pasado, concluyó la visita de una semana del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, Filippo Grandi, a Sudán y Sudán del Sur. Durante su estancia, el Alto Comisionado se entrevistó con Nyapuot y con otras personas refugiadas, retornadas y desplazadas internas.
“Decidí estar en esta región esta semana porque coincidía con el Día Mundial del Refugiado, una fecha muy importante para la organización. Lo decidí porque Sudán y Sudán del Sur son dos países unidos por la historia, que, además, han dado acogida a personas refugiadas que provienen de otros sitios debido a los múltiples conflictos que han causado estragos en la región”, comentó Grandi.
“La población civil no tiene ninguna responsabilidad ni ha hecho nada para provocar este conflicto; sin embargo, como suele pasar, es la que está pagando el precio más alto”.
- Ver también: El Alto Comisionado Grandi advierte que las matanzas en Sudán obligarán a huir a millones de personas más
Al respecto, instó a las partes en guerra a acabar con los enfrentamientos y a permitir que las agencias humanitarias lleguen a las personas que requieren asistencia urgentemente. “La paz es la única solución para que podamos ayudar a estas personas y a todas aquellas a las que la guerra nos ha impedido llegar”, añadió.
En Renk, un pueblo fronterizo en Sudán del Sur, Grandi conoció a Babiker Suliman, un refugiado sudanés que tiene diez hijos y que huyó de la ciudad de El Fasher en diciembre del año pasado.
“Caminamos durante una semana para escapar de la violencia”, contó Babiker. “Lo dejamos todo; de hecho, nos separamos de nuestros familiares. Cuando llegamos aquí, tuvimos que dormir a la intemperie, en el camino. Venteaba... Fue duro, sobre todo para mi madre, que tiene 90 años”.
Desde el estallido de la guerra, a Sudán del Sur han llegado más de 150.000 personas sudanesas refugiadas y 550.000 personas sursudanesas retornadas. Babiker es una de las 9.000 personas que se puso a salvo en el centro de tránsito en Renk, donde las personas recién llegadas reciben alojamiento temporal y asistencia básica mientras aguardan transportación para seguir avanzando. ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, está colaborando con el Gobierno para reubicar a las personas sudanesas refugiadas en campamentos permanentes; también para que las personas sursudanesas retornadas vuelvan a sus lugares de origen.
En busca de la autosuficiencia
Mahamoud Alnaji Teawa, de 52 años, y su familia fueron reubicados recientemente de Renk al campamento de refugiados de Jamjang, que se encuentra a cientos de kilómetros de distancia al sudoeste, en el estado de Unity, Sudán del Sur. Tras huir de los enfrentamientos alrededor del pequeño pueblo en el que vivían, al oeste de Omdurmán, cerca de la capital de Sudán, esta familia llegó primero a Kosti y, luego, cruzó la frontera con Sudán del Sur.
Tan pronto se estableció en el campamento, Mahamoud abrió una pequeña tienda con dinero que recibió de su hermano, quien vive en Estados Unidos. Primero, instaló una estación de carga que funciona con energía solar; ahí, las personas pueden cargar sus teléfonos móviles pagando una cuota. Más tarde amplió el negocio con la venta de productos alimenticios y otros suministros para el hogar.
“Ya no se escuchan disparos”, aseveró Mahamoud, quien tiene siete hijos. Luego de haber escapado del conflicto, su prioridad es hacer todo lo que esté a su alcance para sostener a su familia y no depender tanto de la asistencia humanitaria.
“Logré que mejoraran las condiciones de vida de mi familia con la compra de camas, así que, como pueden ver, ya no dormimos en el suelo. Mi intención es usar [las ganancias del negocio] para comprar la comida que nos proporciona la ONU; también para no tener que mendigar, sino que podamos ser autosuficientes e independientes”.