"Gota a gota" ACNUR alienta a los desplazados a regresar
"Gota a gota" ACNUR alienta a los desplazados a regresar
BARANGAY TUGAR, Filipinas, 17 de noviembre (ACNUR) – Cuando hace tres años las balas la alejaron de su casa, Teodola Alvoro se vio obligada a cambiarse a distintos sitios, incluida una choza precaria cerca de una carretera.
Y aunque soñaba siempre con volver a su hogar, una cosa la frenaba: en la aldea no había agua y había que caminar hasta seis horas diarias por las colinas para llegar a una fuente. Pero Barangay Tugar, atrapada desde 2008 en los enfrentamientos armados entre el ejército y el Frente Islámico de Liberación, era una zona tan desolada que hasta la escuela había cerrado.
Todo cambió desde que con la ayuda de ACNUR los vecinos han construido un sistema de almacenamiento de agua.
Las familias desplazadas comenzaron a regresar. "Me dijeron que ahora había agua", dice Teodola, feliz de haber vuelto a vivir con su nieta. "Fue por eso que me decidí a volver". Desde 1985, este conflicto armado que ya lleva medio siglo la obligó a dejar su casa en tres oportunidades.
Con los fondos aportados por ACNUR los vecinos construyeron un sistema de distribución con grifos individuales cerca de cada casa que hoy sirve a 150 personas. Toda la comunidad participó en el esfuerzo. Las mujeres y los niños cocinaban para los hombres que tendían los caños y reparaban las dos cisternas.
"En estos tiempos de paz tan inestable para Mindanao, el poder de los proyectos pequeños puede marcar una diferencia inmensa", explica Arjun Jain, responsable de la oficina de ACNUR en la isla. "Muchas veces construir la paz quiere decir introducir pequeñas cosas esenciales que a la larga desencadenan cambios muy significativos en las comunidades".
ACNUR financia proyectos de bajo costo y gran impacto – redes de pesca, cooperativas de costura, sistemas de distribución de agua – precisamente con la esperanza de construir comunidades pacíficas capaces de resistir en condiciones de conflicto como las de Mindanao.
"El espíritu bayanihan [cooperativo] de los filipinos ha vuelto a renacer", comenta Rommel Arnaldo, alcalde de Kauswagan, un municipio que también colaboró en el proyecto.
"Los habitantes de la aldea trabajaron en equipo con un ingeniero de nuestro gobierno".
La tradición bayanihan está muy arraigada. En el pasado era normal que los vecinos ayudaran a una familia a cambiarse de casa llevándole todos los enseres al nuevo domicilio. En Tugar "se optó por un enfoque participativo. No era una novedad, pero era justo hacerlo así", insiste el alcalde.
Antes del nuevo sistema la diarrea era un problema grave para los habitantes, quienes para no deshidratarse solían beber agua de coco. Subeide Otto Ote, una comadrona de la zona, dice que desde que ACNUR ha instalado los nuevos tanques, en Tugar y en la aldea vecina no ha habido casos de diarrea.
"Ahora las mujeres tenemos más tiempo para nuestras familias o para socializar", añade. "Ya no tenemos que hacer cola todos los días para sacar agua de una fuente en medio de una quebrada traicionera". Con el agua también reabrió la escuela, que hoy tiene 32 alumnos.
"Aquí me hice muchos amigos. Donde estábamos antes había muchos niños pero no tenía ninguno", dice Geraldine, la nieta de Teodola, que con 11 años es la primera vez que puede ir a clase.
Abner Bañez es el único maestro de la escuela primaria. Sabe que sus alumnos tienen mucho que hacer para recuperar el tiempo perdido debido al conflicto. La mayoría recién empieza a aprender a leer.
"Ahora los niños pueden lavarse y beber agua limpia", explica. "Además pueden lavarse las manos antes de las comidas. El nuevo reto es hacer que coman bien para que puedan estudiar".
Bañez está convencido de que el proyecto ayudará a la comunidad a recuperarse: "Con la llegada del agua y la reapertura de la escuela los habitantes de Tugar podrán vivir mejor, juntos", dice subrayando la última palabra.
Por Tom Temprosa desde Barangay Tugar, Filipinas