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Personas refugiadas de Namibia enfrentan una doble amenaza: recortes financieros y cambio climático

Historias

Personas refugiadas de Namibia enfrentan una doble amenaza: recortes financieros y cambio climático

A medida que la inflación sigue aumentando el costo de los productos de primera necesidad, como los alimentos y el combustible, las personas refugiadas del remoto asentamiento de Osire, en Namibia, se enfrentan a alternativas desalentadoras.
17 November 2022
Mbuyi Kayembe, refugiado de la República Democrática del Congo, lucha por mantener a su familia, que a menudo pasa hambre a final de mes.

Mbuyi Kayembe es uno de los más de 7.000 habitantes del asentamiento de Osire, situado en un árido arbustal a más de 200 kilómetros de la capital de Namibia, Windhoek. Huyó de su hogar en la República Democrática del Congo (RDC) en 1993 a causa del conflicto que cobró la vida de sus padres.

Mbuyi buscó originalmente seguridad en Zambia, donde conoció a su esposa Mary, cuyo padre también había sido asesinado por los rebeldes. Cuando su hija Sarah nació con albinismo, sus vidas volvieron a estar amenazadas. Su hija era objeto de brujería y fue contactado por un jefe del ejército para comprar partes de su cuerpo para utilizarlas en medicina tradicional. Con su seguridad en peligro, la familia huyó de nuevo a Namibia.

En el asentamiento de Osire, se reservan tierras para que las personas refugiadas cultiven frutas y verduras, lo que permite a Mbuyi complementar las raciones de alimentos de la familia y obtener unos pequeños ingresos por la venta de los excedentes.

“La comida que recibimos no nos alcanza para todo el mes”.

Sin embargo, hoy en día, la tierra que antes era fértil se ha vuelto inhóspita. Las condiciones meteorológicas intempestivas y la disminución de las raciones de alimentos provocada por los recortes a presupuestos humanitarios están dejando a la familia de Mbuyi con hambre durante días. Las personas refugiadas se esfuerzan por cultivar las cosechas que hasta ahora han sido una fuente vital de alimentos e ingresos, con temperaturas que alcanzan casi los 40°C y la escasez de agua en Osire. Mbuyi es ingenioso, pero ahora teme por el futuro de sus cinco hijos.

“La comida que recibimos no nos alcanza para todo el mes”, señaló, en la oscura vivienda de dos habitaciones con un solo colchón donde la familia de siete miembros se turna para dormir. “Hace varios meses que no recibimos parafina para cocinar. No tenemos más remedio que buscar leña en las granjas privadas que rodean el asentamiento. Es ilegal, pero si no lo hiciéramos, no podríamos cocinar nuestra comida. Nuestros hijos se morirían de hambre”.

“Sarah no puede salir a la calle sin quemarse con el sol”, explicó. “Al mediodía, hace mucho calor afuera y me duele como padre verla luchar con esto. Tengo que vender las pocas raciones que recibo para comprarle protector solar”.

Situados a 90 minutos de la ciudad más cercana, los refugiados de Osire están aislados de las oportunidades de integración y dependen de la asistencia humanitaria.

Justo cuando las necesidades aumentan, la asistencia humanitaria en la región está sometida a una gran presión debido al fuerte aumento del costo del combustible y los alimentos. El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, Filippo Grandi, advirtió recientemente que, sin una inyección de 700 millones de dólares en fondos adicionales antes de fin de año, ACNUR se verá obligado a recortar asistencia humanitaria vital para las personas en desplazamiento forzado en todo el mundo.

En Namibia, el impacto de la inflación ha hecho que el presupuesto asignado por ACNUR para financiar un año de alimentos para las personas refugiadas sólo haya durado ocho meses. El proyecto de medios de vida de Osire, que apoya a las personas refugiadas en la agricultura a pequeña escala y la cría de animales para que puedan ser más autosuficientes, ya fue recortado en septiembre.

El cambio climático está agravando estos problemas. La escasez de lluvias ha provocado una escasa cosecha: las dos parcelas proporcionadas a las personas refugiadas para cultivar ya deberían estar llenas de grandes sandías, pero sin agua, las sandías se han abierto antes de que crezcan del todo. Los cultivos de cebollas y maíz están marchitos y quemados. La mitad de los pozos del asentamiento se han secado.

“Aquí, en el desierto, si no tenemos comida, no podemos sobrevivir”, comentó Chantal Mwamarakiza, una madre soltera que se vio obligada a huir de Burundi cuando su esposo fue golpeado hasta la muerte. El refugio que ha encontrado en Namibia es ahora incierto, ya que las lluvias estacionales aún no han llegado y la subida de las temperaturas está minando su capacidad para mantener a su familia. “Estamos cultivando nuestros huertos, pero el agua se ha secado y no crece nada. Tengo que vender mis raciones de fríjol y maíz para conseguir otro tipo de alimentos para los niños y a veces no tengo dinero para que vayan a la escuela”.

Martin Byendimbwa, presidente del Comité Comunitario de Refugiados de Namibia y activo defensor de sus compañeros, hace eco de estas preocupaciones.

“El problema es la inflación”, señaló. “El precio de una bolsa de harina de maíz, nuestro alimento básico, sigue subiendo. Estoy agradecido al Gobierno de Namibia por habernos dado este asentamiento, pero sin el derecho al empleo, no podemos mantenernos y no podemos aprovechar nuestra educación”.

“Lloro por el futuro de mis hijos”.

La Directora de la Oficina de ACNUR en Namibia, Bernadette Muteshi, está preocupada por las consecuencias de la falta de fondos para las personas refugiadas. “Nuestro presupuesto ha caído en picada, por lo que tenemos que tomar decisiones difíciles para recortar servicios”, explicó. “Solo estamos dando raciones básicas que únicamente duran tres semanas del mes. No tenemos fondos adicionales para dar más apoyo a quienes lo necesitan, como las madres embarazadas y lactantes, o las personas que viven con VIH y SIDA. Las personas refugiadas tienen que suplir las carencias y tienen dificultades por la sequía.

“Necesitamos desesperadamente que los donantes ayuden a apoyar a esta población con asistencia inmediata y sostenible. No hacerlo significará que se queden atrás. Es desgarrador”.

En la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Clima, COP27, que se celebra este mes, el Secretario General de la ONU pide a la comunidad internacional que proteja a los más vulnerables de los estragos de la emergencia climática. Las personas refugiadas de Namibia, que siguen sufriendo las secuelas de un conflicto brutal y ahora se enfrentan a la inseguridad alimentaria, corren el riesgo de convertirse en una población olvidada si no se interviene con urgencia.

“Lloro por el futuro de mis hijos”, compartió Mbuyi. “Veo que mi futuro es más oscuro por los años que pasan. He perdido toda mi vida. Estudié mecánica, pero no tengo trabajo. Rezo para que mis hijos no tengan una vida como la mía”.