Un grupo de refugiados abriga esperanzas sobre su nuevo futuro en un taller de costura de Suiza
Un grupo de refugiados abriga esperanzas sobre su nuevo futuro en un taller de costura de Suiza
ZÚRICH, Suiza, 23 de abril de 2018 (ACNUR) - En un taller de costura de Zúrich, entre los coloridos tejidos y las máquinas de coser, Jamila se inclina sobre su banco de trabajo y alisa cuidadosamente el tejido de un vestido negro y amarillo que está confeccionando, ajustando el dobladillo e insertando alfileres aquí y allá.
Dentro de unos días dará los últimos toques al vestido y se lo llevará a casa.
Hace dos meses, esta refugiada afgana de 57 años empezó a asistir a las clases de costura organizadas por Social Fabric, una organización suiza con sede en Zúrich. “Quería aprender cosas nuevas y conocer a gente”, dice Jamila, que huyó de su hogar en el Afganistán hace siete años.
Social Fabric fue fundada en 2015 por Heather Kirk, un biólogo molecular canadiense que quería combinar sus conocimientos de biología vegetal con una labor social y a favor del desarrollo sostenible.
Social Fabric es una empresa comercial y una organización de base comunitaria. Paga a sus miembros y voluntarios para crear y vender productos al tiempo que reinvierte los ingresos obtenidos para cubrir los gastos generales y financiar programas para facilitar la integración de los refugiados y solicitantes de asilo.
“En mi país este trabajo de preparación lo hacemos solo en la cabeza”.
Todos los jueves, hasta 20 personas procedentes de varios países, la mayoría de ellas, aunque no todas, refugiadas y solicitantes de asilo, asisten al taller de costura impartido por Social Fabric. “Aprendemos a coser principalmente mediante la observación y la imitación”, dice Heather. “Esta técnica permite a los refugiados que no hablan muy bien alemán participar activamente en los talleres y adquirir nuevas competencias”.
En 2016, Social Fabric puso en marcha una campaña de microfinanciación colectiva para pagar el salario de Cissé, de 26 años, refugiado de Côte d’Ivoire, que imparte clases de sastrería.
Trabajó como sastre durante 11 años en su país de origen pero en Suiza ha tenido que adaptarse a nuevas formas de trabajar.
“Aquí utilizamos diversos patrones y formas y pasamos mucho tiempo preparando nuestro trabajo con ayuda de alfileres”, comenta. “En mi país este trabajo de preparación lo hacemos solo en la cabeza pero de esta manera es más sencillo y más rápido”.
Bijoux, de 34 años, refugiada de la República Democrática del Congo, trabajaba como costurera en su país de origen y en Sudáfrica. Bijoux se trasladó a Suiza en 2011 y se adaptó rápidamente al estilo de vida de los suizos. Gracias a Social Fabric, también llegó a formar parte de una red de amigos. “Era muy difícil estar en casa todo el día, sin nada qué hacer”, dice.
“Queremos explotar el potencial creativo de todas las personas”.
“A los refugiados cuya solicitud de asilo se está tramitando –un procedimiento que a veces puede durar años– les resulta muy difícil encontrar trabajo”, dice Heather y añade que es importante crear espacios en los que puedan emprender actividades creativas y conocer a gente, ya sean otros refugiados o ciudadanos residentes en Suiza.
La empresa va bien. En 2018, Social Fabric lanzará una línea de bolsos y bufandas inspirados en los estampados africanos. También ha creado Goodtee, una plataforma en línea, para que las modistas y modistos jóvenes puedan beneficiarse de los diseños y estampados creados por Cissé, Bijoux y su colega eritreo Zaid.
Heather explica que el objetivo de Social Fabric no es solo ayudar a los refugiados. “Queremos fomentar la colaboración entre los refugiados, la comunidad local y la comunidad internacional para explotar el potencial creativo de todas las personas”.
Gracias a la Voluntaria En Línea Luisa Merchán por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.