Protegiendo superhéroes en Honduras
Protegiendo superhéroes en Honduras
TEGUCIGALPA, Honduras - Según la Secretaría de Educación, más de 700 centros educativos en Honduras están en riesgo, afectando a más de 180,000 estudiantes y unos 60,000 maestros a nivel nacional. El miedo y la desconfianza, sumados a una sensación generalizada de desinterés e indiferencia hacen que el 69% de los maestros no encuentren alternativas de protección adecuadas para mitigar los riesgos que les acechan.
Desde allá arriba en la Escuela* de Tegucigalpa se escucha un eco de voces. No es un macaneo (pelea), sino 1,200 niños y niñas que ríen y juegan, sin miedo ni límites. Para ellos, esta escuela es tal vez uno de los pocos lugares en donde se pueden sentir seguros y en donde pueden ser simplemente niños.
Crear estos espacios seguros no es tarea fácil en contextos en los que maras y pandillas pretenden ejercer el control social y territorial, mientras el impacto lo sienten los más vulnerables.
Aunque en los últimos años se ha registrado una disminución significativa en la tasa nacional de homicidios, en algunas zonas del país la concentración de violencia sigue generando desplazamiento forzado; los centros educativos en zonas críticas de Tegucigalpa son unos de ellos. Las disputas por el control territorial, sumadas a la extorsión, el reclutamiento, la vinculación, el acoso y la violencia sexual han generado un incremento en las solicitudes de traslado de docentes y estudiantes en 2017 y 2018.
El impacto sobre el sector educativo, aunque evidente, ha permanecido invisible. “Comparando con años atrás, hay más desempleo, en los niños hay más violencia, más déficit de atención, y le dan menos importancia a las tareas,” dijo Karen Elvir*, una de las maestras de la escuela.
Entre los impactos invisibles está el que recae sobre los maestros, para quienes el acceso a protección es limitado o imposible a raíz del miedo y la desconfianza en que hallarán una solución. “Muchas veces la carga recae solo en nosotros. Nosotros tenemos que ver cómo salimos adelante en la parte pedagógica, y formar a estos niños y niñas que merecen un mejor futuro,” dijo Raúl Valladares*, Director de la Escuela*.
En 2016, el ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, y la ONG Save the Children en respuesta al cierre de algunos centros educativos por ausencia de condiciones de seguridad y el homicidio de estudiantes, iniciaron un proceso de análisis de riesgos que, en 2017 se convirtió en un proceso de consulta en 220 centros educativos ubicados en zonas de alto riesgo de desplazamiento forzado. Esta consulta recoge el análisis de los docentes sobre el impacto de la violencia en la vida de los docentes con particular enfoque en el desempeño de su trabajo.
Lanzado en noviembre de 2018, el informe señala que el 69% de los docentes no encuentran medida de protección alguna para hacerle frente a los riesgos existentes. Además, según la Comisión Nacional de Derechos Humanos, unos 90 maestros han sido asesinados desde el 2010. Alrededor del 52% de los maestros entrevistados mencionan no acudir al gobierno, a los padres de familia o a otros docentes por miedo o inseguridad, mientras que el 58% tiene la sensación generalizada de desinterés e indiferencia.
“Este documento presenta las reflexiones de los docentes en relación con los riesgos inherentes a su función en contextos extremos; su relación con el entorno y con la institucionalidad, sus propuestas para poder continuar con su compromiso social, y seguir imprimiendo esa huella imborrable en el sector más preciado de la sociedad,” dijo Andrés Celis, Jefe de la Oficina del ACNUR en Honduras.
Como parte de los países miembros del Marco Integral Regional de Protección y Soluciones (MIRPS), Honduras se ha comprometido a diseñar una estrategia de prevención y protección en el ámbito escolar. Los insumos que señala el informe buscan orientar el diseño de marcos legales y políticas públicas ajustadas a la difícil realidad de miles de docentes en Honduras.
Y es que aquí en la Escuela* en vez de maestros hay superhéroes, luchando con nada más que su vocación para que los niños y niñas puedan tener una vida de paz, libre de amenazas y que puedan ir a la escuela sin miedo a los peligros que hoy abundan en las calles de Tegucigalpa.
“Además de ser maestros tenemos que ser psicólogos, psiquiatras, orientadores tanto de estudiantes como de sus padres,” dijo Karen*, explicando cómo maestros como ella son un enlace entre la escuela y los hogares. “Buscamos que los niños no lleven la violencia de la casa a la escuela, ni de la escuela a la casa,” agregó.
*Nombres cambiados por motivos de protección.