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Las tejedoras de alfombras afganas, un salvavidas económico

Historias

Las tejedoras de alfombras afganas, un salvavidas económico

Un centro de tejido y elaboración de alfombras apoyado por ACNUR ofrecerá nuevos empleos y mejores condiciones de trabajo a mujeres afganas exrefugiadas y desplazadas.
25 agosto 2023
Varias mujeres sentadas en el suelo de una choza tejen una gran alfombra

Mujeres del municipio de Qaleen Bafan tejen juntas una alfombra en una choza de barro.

En una choza de barro poco iluminada, un grupo de siete mujeres están sentadas con las piernas cruzadas y encorvadas sobre un gran telar de madera en el suelo, tejiendo una alfombra de lana.  

Las mujeres tardarán dos meses en terminar esta alfombra y probablemente ganarán unos 16.000 afganis (185 dólares USD) por su esfuerzo colectivo. “Normalmente, aquí trabajamos ocho”, explica Bibi Niaz, de 71 años, quien comenzó a tejer a los 10 años. “Pero a menudo, alguien se enferma, como hoy. Cuando hace calor, es duro; a menudo me duelen la espalda y los hombros”.

Añadió que tejer alfombras aquí en invierno era aún más duro y que tenían que cubrir las ventanas con plástico y encender una fogata para calentarse las manos.

“Ahora tengo problemas respiratorios a causa de las alfombras; a menudo toso mucho”, comenta.

Una adulta mayor con pañuelo en la cabeza en el suelo de una cabaña donde, al fondo, unas mujeres tejen una alfombra.

Bibi Niaz, de 71 años, teje alfombras desde que tenía 10 años.

Tejer es una fuente de empleo para las mujeres confinadas en casa

Las prácticas culturales tradicionales afganas, así como las restricciones más recientes que afectan la posibilidad de que las mujeres viajen, estudien y trabajen, han hecho que más mujeres que nunca se vean confinadas a actividades laborales en el hogar. Algunas se han dedicado a tejer alfombras para apoyar a sus familias y sentirse menos aisladas.

Una de las tejedoras que trabaja junto a Bibi Niaz es Saleha, de 18 años. Era estudiante de octavo grado con esperanzas de convertirse en enfermera cuando sus sueños se truncaron hace dos años por la prohibición de facto de las autoridades de que las niñas cursaran estudios secundarios y superiores. “Ahora no hay otra forma de ganar dinero”, afirma. “El cierre de las escuelas me obligó a quedarme en casa, y prefiero mantenerme ocupada con esta actividad”.

Todas las familias de este municipio de Qaleen Bafan (que significa “tejedor de alfombras”), al norte de Afganistán, se dedican de alguna manera a la fabricación de alfombras. La mayoría son exrefugiados que vivían en Pakistán e Irán o fueron desplazados a otras partes de Afganistán. En virtud de un plan gubernamental de asignación de tierras en 2006, se proporcionaron parcelas a personas sin tierra que sabían tejer alfombras para que se establecieran aquí. 

Desde entonces, ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, ha designado el municipio y otros dos lugares cercanos que albergan a refugiados retornados y desplazados internos (el campamento de Sakhi y Ferdawsi) como Área Prioritaria de Retornos y Reintegración (PARR, por sus siglas en inglés), una de las 80 áreas en las que ACNUR trabaja con socios y agencias hermanas de la ONU para mejorar el acceso a los servicios básicos, con el objetivo de construir comunidades más resistentes y reducir la probabilidad de nuevos desplazamientos.

Nuevos centros para generar empleo

Tras una evaluación de la Organización Internacional del Trabajo, que identificó el tejido de alfombras como un sector con un gran potencial de crecimiento y capacitación económica de las mujeres, ACNUR apoyó la construcción de un centro de tejido de alfombras y un centro de elaboración de alfombras. Ambos abrirán sus puertas en septiembre, y han generado entusiasmo y esperanzas de que las condiciones de las tejedoras de alfombras del municipio mejoren pronto. 

Se espera que los centros generen unos 30 nuevos puestos de trabajo y ayuden a las tejedoras a negociar precios más altos por su trabajo.

Actualmente, la mayoría de las alfombras tejidas por mujeres en sus casas son encargadas por intermediarios, que ofrecen a los hogares rurales los diseños, las materias primas y, a menudo, prestan o alquilan los telares. Las tejedoras cobran por su trabajo dependiendo del tamaño de la alfombra y de la complejidad del diseño. Sin embargo, se estima que más del 80 por ciento de las alfombras tejidas a mano se exportan a Pakistán para cortarlas, lavarlas, secarlas y alargarlas, debido al limitado acceso a estas instalaciones en Afganistán. Solo después de elaborarlas se revela la destreza y belleza del tejido, lo que permite al vendedor exigir precios más altos por las alfombras, que son muy apreciadas y se venden a nivel internacional. 

“Tendrá un impacto dramático y ayudará a las familias a tener mejores ingresos”, asegura el exrefugiado Haji Gheyas, de 62 años, líder de la comunidad de Qaleen Bafan, cuya esposa es tejedora. “Esta zona es famosa por el tejido de alfombras, y esperamos poder exportar a otros países”.

Los beneficios del centro se reinvertirán en el desarrollo de la comunidad. En otra zona PARR de ACNUR, en el distrito de Aqcha, provincia de Jawzjan, al norte de Afganistán, también se está llevando a cabo un proyecto similar para establecer instalaciones locales de elaboración de alfombras.

En otras zonas PARR, ACNUR ha brindado apoyo a los medios de vida y oportunidades de capacitación – desde apicultura y avicultura, hasta proyectos de sastrería y costura – para ayudar a las comunidades rurales en dificultades, y a las mujeres en particular, a sobrellevar una crisis económica que afecta a todo el país.

De acuerdo con un estudio realizado en abril por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la economía afgana se ha contraído más de un 20 por ciento desde que las autoridades de facto tomaron el poder en agosto de 2021. Prevé que las restricciones a los derechos de las mujeres, incluidas la educación y las oportunidades de trabajo, darán lugar a reducciones en la ayuda humanitaria internacional, empeorando la ya difícil situación económica.

Tendrá un impacto dramático y ayudará a las familias a tener mejores ingresos

Haji Gheyas, 62 años, ex refugiado

 

La mayoría de las mujeres y niñas que se dedican a tejer en Qaleen Bafan dependen de las escasas cantidades que ganan para mantener a familias enteras y a menudo se endeudan, comprando alimentos a crédito hasta que terminan las alfombras.

Bibi Niaz se quejó de la subida de los precios de los alimentos y de la falta de alternativas para obtener ingresos. “Si no tejemos alfombras, no tenemos comida, no hay nada”.

“Tenemos que comprar harina, arroz, aceite, té y todas las demás necesidades”, explica.

“Seguiré tejiendo alfombras mientras mis ojos me lo permitan, hasta el final de mi vida”.