Aunque extrañan su hogar, personas refugiadas de Ucrania construyen una nueva vida en Rumanía
Aunque extrañan su hogar, personas refugiadas de Ucrania construyen una nueva vida en Rumanía
En días recientes pueden verse muchos más libros ucranianos en Seneca Anticafé, una librería y espacio de trabajo compartido en Bucarest, capital de Rumanía, en la que también se ofrecen cursos de rumano. Ekaterina, una refugiada de Ucrania, forma parte del personal que da la bienvenida a quienes visitan la librería.
Ekaterina (30 años) ha podido reconstruir su vida en otro país gracias a su trabajo en la cafetería, que le ha dado cierta normalidad e independencia tras la guerra en su país; al mismo tiempo, le ofrece la oportunidad de ayudar a otras personas que, como ella, no tuvieron más opción que abandonar su hogar.
“Es importante alimentar la llama de la esperanza para que las personas no olviden que siempre habrá manera de encarrilar sus vidas y las de sus hijos”, indicó Ekaterina.
Stefania, amiga y colega de Ekaterina, comentó que “ella sabe cómo dirigirse a las personas. Es algo que se le da”. La clientela no es la única que se beneficia de esto, ya que Ekaterina le ha dado una cara humana a la guerra en Ucrania, un país que no está muy lejos de Rumanía. “Creo que nuestra empatía se ha acrecentado gracias a Ekaterina”, aseveró Stefania.
Cinco millones de personas desplazadas dentro de Ucrania, sin embargo, Ekaterina es una de las ocho millones de personas refugiadas que han encontrado protección en distintas partes de Europa desde que el país fue invadido en febrero de 2022.
“El día que estalló la guerra, mi esposo y yo no podíamos creerlo”, recordó Ekaterina. “Parecía una pesadilla”.
Al ver los ataques a otros pueblos cerca del suyo, la familia supo que la violencia llegaría a su ciudad tarde o temprano. Era una cuestión de tiempo nada más. Luego de haberse resguardado de los ataques aéreos durante dos semanas, Ekaterina se dio cuenta de que no quedaba más opción que huir.
“Tuve que abandonar mi hogar y mi vida profesional. Lo dejé todo atrás, incluido mi país, para salvar a mi hijo. No había nada más importante para mí en ese momento.
Después de haber empacado un par de pertenencias en una valija y tras despedirse de su esposo y de su mascota (un perro), Ekaterina y su hijo subieron a un tren repleto de otras familias que pretendían huir del país.
Sorprendidas, temerosas y llenas de angustia, todas ellas viajaron a Moldavia y, luego, a Rumanía, que ha dado acogida a 109.000 personas refugiadas de Ucrania (la mayoría, como Ekaterina, son madres con sus hijas e hijos).
“Me sentía perdida los primeros meses”.
En un inicio, Ekaterina tenía previsto ir más lejos, pero la calurosa bienvenida que les dio Rumanía – a ella y a su hijo – contribuyó a que optara por permanecer en el país. Aunque la bondad de la sociedad rumana fue evidente en cuanto cruzaron la frontera por primera vez (con la merienda caliente y los juguetes que recibieron Ekaterina y su hijo), sus vidas habían cambiado por completo.
“En un primer momento, me sentía abatida. Estaba muy deprimida. Me sentía perdida los primeros meses”, confesó. “No sabía qué pasaría ni cómo sería la vida a partir de ese momento”.
“Poco después, no obstante, descubrí que había programas de asistencia para refugiados”, recordó. “Nos ha sido de gran ayuda”. RomExpo, un antiguo almacén que ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, ha reconfigurado como centro de apoyo comunitario, es uno de los centros principales en Bucarest, la capital de Rumanía. En este sitio, Ekaterina y otras personas refugiadas reciben información sobre protección, asesoría jurídica, atención médica, ayuda en efectivo y apoyo para encontrar empleo.
Antes de la guerra, Ekaterina era una fotógrafa de bodas; ahora, sin embargo, trabaja en una cafetería. El empleo incluía alojamiento sin costo. Con la ayuda en efectivo que ofrece ACNUR, Ekaterina ha logrado cubrir gastos esenciales en la reconstrucción de su vida, como ropa de cama y prendas de vestir para su hijo, que solo llevó consigo la ropa de invierno que llevaba puesta cuando huyeron.
Si bien sueñan con volver a casa, Ekaterina y su hijo sienten seguridad y estabilidad.
Tras haberse establecido en Rumanía, Ekaterina se ha enfocado en ayudar a otras personas a lograrlo. “Es de suma importancia ayudar a las personas que huyen de la guerra, porque es imposible construir una vida en otro país sin conocer la lengua, sin contar con recursos económicos, sin tener un hogar ni ropa para vestir”, recalcó.
En la cafetería ha entablado amistad con colegas y clientes, sin distinción. “Nos brinda ayuda con todo, no solo con las barreras lingüísticas”, contó Stefania al hablar de la interacción de Ekaterina con la clientela ucraniana de Seneca Anticafé. Riendo, añadió que “además descubrimos que es una excelente fotógrafa, así que ¡nos vemos mucho mejor gracias a ella”.