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Dos campamentos en Bangladesh lanzan iniciativas para ayudar a los rohingya

Historias

Dos campamentos en Bangladesh lanzan iniciativas para ayudar a los rohingya

El ACNUR busca separar a los refugiados en dos campamentos oficiales de su dependencia de la ayuda, con la vista puesta en cómo los que están fuera de los campamentos lograron sobrevivir a lo largo de los años.
28 January 2013
Mujeres vulnerables como esta viuda en el campo de Kutupalong tienen prioridad para la formación profesional en especialidades como la fabricación de jabones.

COX'S BAZAR, Bangladesh, 28 de enero (ACNUR) – En muchos países, cuando alcanzas los 21 años de edad, pasas a ser un adulto y debes comenzar a valerte por ti mismo. Pero en los campamentos de refugiados del sudeste de Bangladesh, 21 años después de que los rohingya empezasen a llegar como refugiados, son más dependientes que nunca de las ayudas.

Alrededor de 30.000 refugiados registrados en Kutupalong y Nayapara, dos campamentos cerca de Cox's Bazar administrados por el gobierno, dependen de la distribución regular de raciones de alimentos y artículos de primera necesidad como ropa y alojamiento.

Mientras que esto podrían parecer lujos para los 200.000 rohingya no registrados que se estima que viven fuera de los campamentos, así como para la población local de este empobrecido país, los habitantes de estos campamentos se lamentan de no poder trabajar legalmente o de no poder estudiar pasado el quinto curso en ninguna de las 21 escuelas de educación primaria del campamento.

"Esto no es vida", dijo Shaufiq Alam, un refugiado de 30 años en el campamento de Katupalong. "Vine hace 20 años. Si hubiese estado en la aldea, podría haber recibido más educación. La situación en el campamento nos está privando de nuestras vidas".

La Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados está trabajando para cambiar esta sensación de impotencia, pero dentro de estrictas limitaciones operativas. Trabaja conjuntamente con loscomités de administración del campamento elegidos por los refugiados, dándoles el poder de mediar en las disputas y de organizar la formación para mujeres y talleres de educación para la paz.

También se anima a los refugiados a formar parte del funcionamiento diario de los campamentos

Bibi Begur, de 30 años, ayuda a distribuir las raciones de comida en Katupalong cada dos semanas. Hoy, ella se encarga del azúcar, agitando un saco con la mano para aflojar los granos antes de distribuir a cucharadas porciones precisas en bolsas de plástico.

Esta viuda madre de tres niños es una de las siete trabajadoras del centro de distribución de alimentos que rotan en el puesto cada seis meses, con el fin de ayudar a refugiados vulnerables como son las madres solteras.

"Recibo 1.820 takas (22,50 dólares estadounidenses) al mes. Esto me ayuda con los suministros para el colegio de los niños y puedo comprar otras cosas", dijo. "Normalmente fabrico redes de pesca para vivir, pero no es rentable. Sólo saco 1000 takas en tres meses de trabajo".

La formación vocacional es otra herramienta de empoderamiento importante. Mientras que a los refugiados no se les permita trabajar o vender las cosas que ellos mismos producen, el ACNUR trata de mantenerlos ocupados enseñándoles oficios como la carpintería, la fabricación de jabones o la sastrería, de manera que puedan usarlo en el futuro.

En el campamento de Nayapara, Hamida Khatun, una viuda de 40 años con 5 niños, está ocupada fabricando jabón. "Quería ganar algo de dinero, así que me dirigí a ACNUR para poner mi nombre en la lista", dijo. "He estado haciendo esto durante un mes, aprendiendo a mezclar componentes químicos y a usar el molde".

Su trabajo hoy consiste en cortar barras individuales de jabón para asegurarse de que pesan unos 150 gramos cada una. "Estoy orgullosa de mis jabones", dijo. "Gano 1.036 takas al mes durante seis meses. Pero no es suficiente. Somos 14 personas en mi familia; seis están registrados como refugiados y reciben raciones de comida, pero el resto no lo están y no reciben nada. El dinero ayuda a comprar algo de arroz extra pero no es suficiente para comprar mantas".

Cuando están terminados, los jabones de Hamida son llevados a la Sociedad de la Media Luna Roja de Bangladesh para ser distribuidos en el Centro de Mujeres del campamento junto con algo de ropa interior, ropa de calle y otros artículos personales.

Los artículos de ropa están fabricados por refugiados que asisten a las clases de sastrería en el Centro de Mujeres de Nayapara. "Normalmente tienen entre 15 y 25 años y rotan cada seis meses", dijo una de las mujeres encargadas. "Les enseñamos técnicas y las mantenemos ocupadas, de manera que quizá no tengan que contraer matrimonio a una edad temprana".

Desafortunadamente, hay pocas perspectivas después de los seis meses de formación, ya que la mayoría de estas refugiadas no pueden permitirse comprar sus propios materiales. Incluso aquellas que consiguen comprar una máquina de coser, encuentran muchas dificultades para conseguir materias primas y para comercializar sus productos. Sin poder practicar regularmente, lo aprendido se olvida con rapidez.

En comparación, los rohingya no registrados que viven fuera de los campamentos parecen haber desarrollado sus propios mecanismos para afrontar las situaciones a lo largo de los años. Las condiciones de vida son terribles en los campamentos improvisados cerca de Kutupalong y Nayapara, pero los mercados están activos y las personas han encontrado maneras informales de sobrevivir sin el apoyo del gobierno o del ACNUR.

Este contraste resalta la necesidad de reformular la manera más adecuada de ayudar a los refugiados.

"ACNUR es bueno en respuesta a las emergencias, montando campamentos rápidamente con la esperanza de que los refugiados puedan volver en uno o dos años", dijo Dirk Hebecker, jefe de la sub-oficina de ACNUR en Cox's Bazar. "Pero cuando la situación se prolonga, necesitamos ser capaces de ajustar nuestras estrategias".

Hebecker añadió que la comunidad internacional debería trabajar con el gobierno de Bangladesh para pasar de centrarse únicamente en estos dos campamentos, que sólo alojan a un 10 ó 15 por ciento de la población refugiada, a toda la población refugiada si se encuentran soluciones prácticas para esta situación de larga duración.