A medida que seguridad mejora en Tombuctú, familias de refugiados empiezan a retornar
A medida que seguridad mejora en Tombuctú, familias de refugiados empiezan a retornar
TOMBUCTÚ, Malí, 27 de enero de 2016 (ACNUR) – A través de los largos años que estuvo exiliado por la guerra, lo que Jafar más echaba de menos de su casa en esta legendaria ciudad del desierto era el ritual de sentarse a charlar con amigos bebiendo vasos de té verde dulce mientras el día finalmente se iba enfriando.
Durante cuatro años, desde que el conflicto engulló el norte del desierto de Malí, él se desplazó entre refugios y campamentos temporales en la vecina Burkina Faso, nunca se sintió estable. Ahora, con el fin del conflicto, está finalmente de nuevo en casa en Tombuctú actualizándose con los amigos al caer del atardecer.
Famosa por ser un centro neurálgico para el comercio y la erudición en los siglos 1400 y 1500, Tombuctú se encuentra en el borde del desierto del Sahara al noreste de Bamako, la capital de Malí. Fue invadida por los militantes en 2012, que arrasaron edificios emblemáticos que datan de la Edad de Oro y expulsaron a miles de residentes al exilio, tanto dentro de Malí como en el extranjero.
"Cuando me fui de Malí, era un caos", dijo Jafar de 24 años y de origen tuareg. "Cuando volví, me encontré con una ciudad que había reanudado sus actividades económicas. Las fuerzas de seguridad nacionales e internacionales están presentes, así como las organizaciones humanitarias. Me encontré con mis vecinos, todos estaban bien. Nuestra familia ha comenzado a volver . . . de Burkina Faso".
Jafar es uno de los aproximadamente 41.000 refugiados malienses que han regresado a casa desde que se implementó un frágil acuerdo de paz firmado a mediados de 2015. Muchos, sin embargo, se encuentran con sus casas en ruinas, sus pertenencias saqueadas y sin trabajo. En algunos lugares, es difícil encontrar agua potable y comida suficiente. Los precios de los productos básicos se han disparado.
EL ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, gestiona proyectos de reintegración comunitaria que se centran en la educación, la salud, la higiene y el agua. Las poblaciones que se quedaron reciben apoyo, al igual que los refugiados que retornan.
Durante noviembre y diciembre de 2015, 4307 personas recibieron pagos únicos en efectivo por USD$ 110 por adulto y USD $ 50 por niño, como parte de un programa de asistencia financiera para las personas que vuelven a casa. El ACNUR ha verificado más de 800 refugiados repatriados entre agosto de 2015 y enero de 2016.
Jafar fue uno de ellos, sin embargo dijo que fue difícil tomar la decisión de abandonar la seguridad del campamento de refugiados, donde él y su familia estaban viviendo en Burkina Faso, y volver a la incertidumbre.
"Cuando salí del campamento hacia Malí, estaba ansioso", dijo Jafar. "No sólo porque viajaría por una ruta desconocida, sino también porque no quería dejar una parte de mi vida y mis amigos cercanos. Éramos muy cercanos y teníamos una buena convivencia. Pero queríamos regresar a Malí más que nada al mundo".
Mientras fue refugiado en el campamento de refugiados Mentao en Burkina Faso, Jafar conoció y se casó con su esposa, Zeinabou, y juntos tuvieron una hija, Fadimata, que ahora tiene 18 meses. Después de cinco años de desplazamiento, y con una joven familia que cuidar, la sensación de seguridad ahora lo es todo para Jafar.
"Fue la falta de seguridad lo que nos obligó a salir de Malí", dijo. "Lo que buscamos en Burkina Faso era seguridad. La encontramos en los campamentos de refugiados. Y es porque supe que Tombuctú se había vuelto más segura que decidí volver allí con mi familia".
Su principal preocupación es la falta de empleo. Él lo necesita desesperadamente para mantener a su familia, pagar el alquiler, los gastos de escolaridad y para los estudios de enfermería de su esposa. Antes de huir, él estaba estudiando y lo pagaba con contratos como conductor para agencias humanitarias y clientes privados. Ahora, dice, "haría cualquier trabajo".
"Con mi educación secundaria y la experiencia que adquirí en el campamento, planeo hacer trabajo humanitario", dijo. "Pero ya no tengo contactos específicos en Tombuctú, por lo que será difícil encontrar un trabajo si no tengo un diploma que refleje mi nivel de formación. Mientras tanto, tengo que cubrir nuestros gastos".
Estas son las dificultades que tienen muchos de los 140.000 malienses que todavía están refugiados en Níger, Mauritania y Burkina Faso, y los 62.000 desplazados dentro de su propio país, que quieren retornar a casa.
La situación de seguridad en el norte de Malí también sigue siendo volátil. El conflicto de 2012 terminó oficialmente con los acuerdos de paz de junio de 2015, pero persisten los ataques perpetrados por criminales y militantes, así como las violaciones de derechos humanos. El acceso a algunas áreas donde las personas quieren retornar sigue siendo difícil para las agencias humanitarias.
Algunos refugiados pueden estar regresando, pero otras personas que aún se sienten muy amenazadas en Malí siguen saliendo del país. Más de 4300 personas huyeron a Níger entre julio y finales de diciembre de 2015, y entre enero y noviembre otros 2300 malienses llegaron a Burkina Faso.
"La situación de seguridad sigue siendo inestable. No obstante, observamos desde 2013 que los malienses que habían encontrado refugio en la subregión siguen retornando espontáneamente a sus lugares de origen", dijo Nsona Vela do Nascimento, oficial superior de repatriación de la oficina del ACNUR en Bamako.
Vela do Nascimento señaló que el ACNUR sigue proporcionando protección y asistencia a los malienses ya sea en el exilio y en el momento de su retorno, y trabajó con los socios "para garantizar la adecuada reintegración de los retornados, ya sea a través de asistencia dirigida a los más vulnerables, o a través de proyectos comunitarios que apoyan la cohesión social en esas áreas".
Por ahora, Jafar es optimista sobre el futuro, y anima a otros malienses a volver a ayudar a reconstruir lo que fue destruido. "Estamos empezando a reconstruir nuestras vidas poco a poco", dijo.
Por Isabelle Michal en Malí y Paul Absalon en Burkina Faso